Bollullos de la Mitación: la identidad de un pueblo que sobrevivió a la burbuja inmobiliaria
El esqueleto de lo que iba a ser un gran pabellón deportivo cubierto recibe al visitante de Bollullos de la Mitación. Esa estructura de cemento a medio terminar es el fiel reflejo del delirio inmobiliario que supuso aquella burbuja que explotó hace un decenio y cuyo único beneficio, en el caso de este municipio aljarafeño, es que permitió que no creciera de forma incontrolada y que se perdiera su esencia de pueblo.
Un paseo por sus calles permite comprobar que es así. Sus calles, su comercio, su vida nada tiene que ver con localidades vecinas de la primera corona del Aljarafe que, al calor del ladrillo, se convirtieron en ciudades dormitorio sin personalidad o que si la mantienen, es tapada, casi sepultada, por hileras interminables de urbanizaciones. Aún así, Bollullos no ha sido completamente ajeno a ese fenómeno. Su evolución demográfica así lo atestigua: hace cuarenta años, cuando se celebraron las primeras elecciones municipales democráticas, rondaba los 4.000 habitantes, en el año 2000 superó la barrera de los 5.000, y en los últimos años no ha parado de crecer hasta llegar a los 10.647 vecinos.
Reto de Bollullos, la convivencia
“No crecimos el triple o el cuádruple como Bormujos o Espartinas. Nuestra población ha aumentado pero no de una forma tan desproporcionada y eso ha ayudado a mantener su carácter rural. Si el boom de la construcción hubiese durado cinco años más, nos habría pasado lo mismo”, explica su alcalde, Fernando Soriano (Adelante Andalucía). Y recuerda cómo decayeron, “afortunadamente”, a su juicio, el macropoyecto de ciudad deportiva del Sevilla, que incluía 2.000 viviendas, u otro de 800 viviendas con un campo de golf, que habrían multiplicado por tres el núcleo urbano. “Habría sido tener otros dos Bollullos más y para gestionarlo habríamos tenido que crear distritos”, afirma con cierto alivio.
Ese crecimiento poblacional sostenido en el tiempo ha conllevado, como recuerda su alcalde, algo más que el hecho de que “los niños ya no jueguen en las calles como hace cuarenta años, que haya más tráfico o que el pueblo deje de ser un núcleo de cinco y seis familias extensas y se haya perdido la comunicación entre vecinos”. Para Soriano, la convivencia con los que se han ido incorporando ha sido uno de los grandes retos. “Es complicado tomar decisiones cuando la gente que reside en tu municipio es muy heterogénea. Hay quien es de fuera y se integra, otros que ven tu pueblo como una ciudad dormitorio, y hay que hacer un esfuerzo por la integración entre los nativos y los no nativos”, argumenta.
Asambleas ciudadanas
Un ejemplo práctico: el uso de materiales pirotécnicos en las fiestas del pueblo. El difícil equilibrio entre las tradiciones de los bollulleros y el derecho al descanso de los nuevos vecinos ha tenido que resolverse con la iniciación de los trámites para la redacción de una ordenanza para su regulación, que fue el resultado de una moción institucional aprobada por unanimidad. El paso previo para resolver estas situaciones y el mejor instrumento para buscar los puntos de encuentro son, según Soriano, las asambleas ciudadanas.
“El hecho de incentivar la participación a través de estas asambleas favorece que se escuche, se palpe el sentir de los vecinos de siempre y los que vienen de fuera, y hace que, tras el debate, la toma de decisiones sea más ajustada a la realidad”, explica Soriano. En el caso de que haya quien discrepe, la respuesta es fácil: “si la decisión es resultado de la participación y el consenso, eso es sagrado”, zanja.
Patriotismo y patrimonio bollullero
La gestión de esta localidad tampoco ha sido tan fácil en estos cuarenta años, especialmente, los veinte últimos. Tras una etapa de bonanza en la que las arcas del Ayuntamiento no tenían dificultad para costear los servicios públicos, llegó la crisis del ladrillo e hizo que estos se vieran lastrados por los corsés presupuestarios y por una ristra de condenas por convenios urbanísticos que aún colea. Esto es algo común a muchos municipios, pero a esto se añade un factor más: su peculiar término municipal. Bollullos tiene su propio condado de Treviño (ese trocito de Burgos, de 260 kilómetros cuadrados, que está dentro de la provincia de Álava). Lo más curioso de este caso es que el tierras que conforman la hacienda de Torrequemada pertenecen a Gelves, población que no limita con Bollullos; de hecho está a 20 kilómetros de distancia. A esto se añade que comparte callejero con Umbrete y Espartinas, lo que ha dado pie a numerosas tensiones administrativas (afecta a viviendas y empresas), porque el término bollullero llega hasta dentro del casco urbano de estos dos pueblos vecinos.
“Esta situación es muy particular y creo que Torrequemada algún día la tendríamos que reclamar”, explica Soriano entre risas, aludiendo a que sería un ejercicio de “patriotismo bollullero”. En realidad, esa conquista respecto a estos términos la aborda desde un punto de vista práctico: se trata de dar una respuesta administrativa a esos vecinos que, por ejemplo, tienen la casa en Umbrete y su patio en Bollullos.
Reivindicación del patrimonio de Bollullos
Acorde a ese sentimiento bollullero, uno de los proyectos más importantes que tiene esta localidad sobre al mesa es la declaración de Bien de Interés Cultural, dentro de la catalogación de zona patrimonial, del área arqueológica que se encuentra alrededor de la ermita (construida sobre una mezquita almohade y de la que se mantiene el alminar, que es de la misma época que la Giralda) y de la romería de la Virgen de Cuatrovitas, que es la más antigua de la provincia de Sevilla con 425 años de historia a sus espaldas, los últimos 200 con la misma forma de celebración. De lograrse esta figura de protección por su valor arqueológico, monumental, paisajístico y etnológico, Cuatrovitas sería la primera zona patrimonial de Sevilla y la cuarta de Andalucía.
Los demás proyectos para el futuro del municipio atañen al capítulo de infraestructuras: concluir ese pabellón cubierto, la mejora de las conexiones viarias con una circunvalación, la redacción de un plan de movilidad urbana y la ampliación del polígono empresarial PIBO, que se ha convertido en motor económico de una localidad donde el olivar, pese a ser aún potente, va poco a poco perdiendo fuelle. Según el alcalde, este parque empresarial se podría expandir en 67 hectáreas que están en una “posición estratégica” para cuando esté terminada la SE-40 y que conecta con la A-49, lo que convertiría a este municipio en “centro empresarial del Aljarafe”.
La última particularidad de este pueblo está en el ámbito político. Nunca en estos cuarenta años de democracia local ha tenido un alcalde socialista. Primero el PCE, luego IU y ahora Adelante Andalucía se han disputado con el PP la alcaldía hasta el punto de repartirse al 50% los mandatos transcurridos.
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