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Andalucía espera a los bárbaros

Moreno logra el apoyo de Cs y Vox para su investidura en primera votación al frente de un gobierno PP-Cs

Juan José Téllez

El gran teatro del mundo sigue siendo la política. Durante las últimas semanas, en ese pacto andaluz que se ha llevado a cabo en diferido desde Madrid, hemos asistido a una tragicomedia de bulevar en la que los actores principales entraban y salían de escena augurando un final feliz para las tribulaciones de Juan Manuel Moreno Bonilla. El presidente del Partido Popular andaluz estaba fuera de foco y no tanto como un deus ex machina sino como Romeo, que buscaba maridar con la Julieta andaluza, mientras capuletos y montescos fraguaban en la distancia los pertinentes acuerdos matrimoniales.

En la tarde del miércoles 9 de enero de 2019, el futuro presidente de la Junta rompió a hablar una vez que se alcanzaba el tercer acto de la función. El primero fue el de la presentación de los personajes: desde la derecha, la derecha extrema y la extrema derecha al PSOE, que la voz en off de los medios de comunicación y de las redes sociales nos presentan, en general, como un malevo que ambicionaba que los protagonistas fracasaran en el intento para que se convocaran nuevas elecciones y las hordas rojas conquistaran de nuevo las urnas. Con el auxilio, eso sí, de Adelante Andalucía, eternos meritorios en este trance.  Más temprano que tarde, la izquierda toda tendrá que preguntarse qué ha hecho mal para merecer esto. Y, sobre todo, para evitar hacerlo en el futuro.

El desenlace de la función, al que ahora asistimos, se vio precedido del nudo gordiano del día anterior en que a Vox le faltó pedir protección institucional para las carreras de sacos y la demolición urgente de la parte islámica de la mezquita catedral de Córdoba.

La política, sin embargo, también tiene algo de trilera. La víspera del acuerdo, del conciliábulo entre Vox y el PP, se filtró un documento de propuestas del simpático partido de Santiago Abascal, que incidía en aspectos tan costumbristas como instaurar el día de la Toma de Granada como Día de Andalucía o tan contundentes como derogar la Ley de Violencia de Género y la de igualdad de trato, que fija los derechos de la comunidad LGTBI.  Medio mundo se alarmó, empezando supuestamente por Núñez Feijoo, que quizá como gallego no sabía muy bien si su partido subía o bajaba las escaleras del anacronismo.

Cherchez la femme, fue el aviso a navegantes para aquellos que todavía conciliaban el albur de que no habría final con beso entre los tres partidos de la derecha andaluza. Los feminismos andaluces ya habían puesto con razón el grito en el cielo y una fecha –la del próximo día 15—para salir a la calle. Así que, nada por aquí, nada por allí, el cubilete cambia de manos y medio mundo respira aliviado de que dichos extremos no se toquen: al menos, sobre el papel, porque sin tener que derogar ninguna ley, la lucha contra la violencia machista o los derechos igualitarios pueden verse sencillamente asfixiados por la poda de presupuestos. Tampoco hará falta expulsar 52.000 inmigrantes si se corta la respiración asistida de las ONGs que apoyan su supervivencia en un laberinto burocrático en el que resulta más difícil mantener los papeles que obtenerlos.

Así las cosas, muchos se alegraron este jueves, por ejemplo, de que sólo vayan a reconvertir la Ley de Memoria Histórica en una ley de la concordia, mientras seguirán en paradero desconocido Blas Infante, Federico García Lorca y miles de represaliados en la Andalucía de Queipo de Llano y de otros matarifes a los que las generaciones futuras probablemente no conozcan jamás. La rápida ha tenido éxito y nos han dado gato por liebre. Ahora, si nuestra última actualidad fuera un thriller y tiene mucha pinta de serlo, algún detective diría aquello de: “Sigue al dinero”.

¿Cuál es la sustancia fundamental de la agenda no oculta del acuerdo que se selló? La pasta. Parece lógico que los nuevos gobernantes quieran auditar los marrulleos de los anteriores. Sin embargo, ¿es necesario que lo haga una auditora privada? ¿No funcionan, acaso, la Cámara de Cuentas y otros organismos públicos que han venido realizando auditorías concienzudas durante la última etapa del gobierno andaluz? La pista del dinero lleva a las farmacéuticas, con la célebre subasta de medicamentos de por medio y la recentralización de su adquisición. O al fin de la exclusividad de los profesionales sanitarios, algunos de los cuales –probablemente una minoría, nos dirán--, se servirán de lo público para sus consultas privadas, aunque la externalización de algunos hospitales y servicios ya había tomado carta de naturaleza durante la larga etapa del PSOE al frente de la Junta.

La pela es la pela, pero asistiremos a lo que prometió Moreno Bonilla y santifican Ciudadanos y Vox, a una Bajada Masiva de impuestos como aperitivo del espectáculo: Adam Smith se habrá mudado de Edimburgo al Palacio de San Telmo pero cuesta trabajo creer que el emprendimiento vaya a sustituir a la política fiscal para alimentar los recursos de una comunidad, la andaluza, que sigue manteniendo flancos indubitablemente vulnerables y que necesita del Estado para no renquear o extinguirse. Pero adiós al Patrimonio –la nobleza terrateniente debe estar celebrándolo--, a lo que quedaba de Sucesiones y a otros devengos en el que, dada la ola de liberalismo que nos embarga, muchos esperamos que incluyan en breve las multas de tráfico y el carnet por puntos.

Toda negociación tiene algo de negocio. Y la parte de león de este pacto guarda relación con la enseñanza: si se van a recaudar menos impuestos, ¿de dónde van a salir los presupuestos que reforzarán la enseñanza concertada, mayoritariamente en manos de la Iglesia Católica, se ampliará hasta el bachillerato y a la educación segregada?

La próxima semana, los representantes de Voz, de Ciudadanos y del Partido Popular, no sabemos si a escala estatal o lo que quede de autonomía, saldrán a saludar desde el escenario. Lo más interesante del argumento empezará entonces. Y, ojalá, quien vaya escribiendo a partir de ahora buena parte de nuestra historia colectiva no lo haga con renglones torcidos. Su éxito será el de todos. Su fracaso, también. Los partidarios de cuanto peor mejor, esperan a los bárbaros. Otros, como en el viejo poema de Cavafis, esperamos que no existan. Me encantaría equivocarme y aplaudir con entusiasmo, como desde una butaca de claque. Pero mucho me temo que el viejo Constantino estaba equivocado.

 

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