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Andalucía, su bandera y el relato de la autonomía

Rojas Marcos y Moreno dialogan en el Museo de la Autonomía de Andalucía.
1 de diciembre de 2022 21:41 h

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Este 4 de diciembre de 2022 se cumplen 45 años de las manifestaciones en las principales ciudades de Andalucía (y también en Barcelona) en las que más de dos millones de personas se lanzaron por primera vez a la calle con banderas blancas y verdes para clamar por la autonomía política. Por este motivo, el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, ha instado a su Gobierno a aprobar mediante decreto la declaración del 4 de diciembre como día de la bandera andaluza y fomentar el conocimiento, sobre todo en los colegios e institutos, de la historia de la autonomía. Un gesto sobre el que no cabría ningún reproche, sino todo lo contrario. Si bien, como todo gesto político relacionado con el relato de la autonomía andaluza desde aquel año, este también cuenta con sesgo partidista, con el afán de reescribir la historia, aunque solo sea con matices en apariencia inocentes. Nada es inocente en política.

Lo primero que sorprende es que el decreto para declarar de forma institucional el día de la bandera de Andalucía no sea un decreto ley que obligue a pasar por el Parlamento. Moreno no tendría ningún problema para que la Cámara andaluza hubiera refrendado la iniciativa y no solo porque su partido, el PP, cuenta con mayoría absoluta, sino porque ¿qué grupo, salvo Vox, se opondría a su aprobación? Hasta ahora todas las cuestiones relacionadas con los símbolos de Andalucía han pasado por la cámara regional. Al aprobar el día de la bandera andaluza de espaldas al Parlamento, solo parece que Moreno (y su partido, el PP), quiera exhibir en solitario la reivindicación de la blanca y verde, apropiarse de ella, en definitiva.

Obviar a los partidos de izquierda también parece un intento de borrar de alguna forma la tibieza con la que la derecha asumió el proceso de autogobierno, lo que le ha valido al PSOE para hilar su propio relato sobre la autonomía para gobernar cuatro décadas. PSOE e IU siempre han recriminado al PP haberse opuesto a la autonomía de Andalucía. Hay matices importantes que aclarar porque esto tampoco es así. El éxito de las manifestaciones del 4D de 1977 se debió sobre todo a una convocatoria de consenso de los partidos con representantes andaluces en el Congreso y el Senado, la constituida meses antes asamblea de parlamentarios andaluces, de mayoría de izquierdas. Alianza Popular (Partido Popular a partir de 1989) no obtuvo escaños por Andalucía en las generales de 1977 y tampoco en las de 1979. No tuvo representantes en aquella asamblea y no fue por tanto tras las pancartas de cada ciudad que encabezaban las manifestaciones, como sí hubo miembros de la UCD, entre ellos el hoy alcalde de Málaga, Francisco de la Torre.

Aquí introduce un desliz ¿inocente?: aquel 4 de diciembre los partidos y manifestantes no señalaban lo de “autonomía plena” porque ese concepto aún no había entrado en discusión

Alianza Popular sí firmó un año después, el 4 de diciembre de 1978, el Pacto de Antequera, considerado por los historiadores el acuerdo clave en el proceso autonómico de Andalucía y un hito por el consenso de once partidos desde el ala radical comunista a la entonces derecha de Manuel Fraga, algo que nunca ha vuelto a producirse. En el decreto de la bandera, el Gobierno del PP expresa que el 4D de 1977, “más de dos millones de andaluces y andaluzas dejaron al margen cuestiones ideológicas y partidistas y llenaron las calles de las ocho provincias andaluzas reivindicando la consecución de una autonomía plena para la Comunidad Autónoma”. Y aquí introduce un desliz ¿inocente?: aquel 4 de diciembre los partidos y manifestantes no señalaban lo de “autonomía plena” porque ese concepto aún no había entrado en discusión, sino “la más rápida institucionalización de unos órganos de representación y gobiernos autónomos” para sacar a Andalucía de la pobreza, el paro y la emigración. Lo de “plena” vino después. Primero, el Gobierno de la UCD presidido por Adolfo Suárez enfrió la consecución rápida de la autonomía andaluza en 1978. Fue por ello que dos días antes de aprobarse la Constitución, el presidente de la Junta Preautonómica Plácido Fernández Viagas convenció a los partidos andaluces de firmar un pacto en Antequera para unir fuerzas “encaminados a conseguir para Andalucía, dentro del plazo más breve posible, la autonomía más eficaz en el marco de la Constitución”.

Si inexcusable es la ausencia en el decreto de la bandera de una mención al malagueño Manuel José García Caparrós, muerto por un disparo (al parecer del arma de un policía) en la manifestación de Málaga del 4D, también lo es la elusión del Pacto de Antequera firmado un año después. Porque este acuerdo, que sí aboga por la autonomía plena, explora que lo que vino meses después fue la espantada del Gobierno de la UCD y AP para que Andalucía tuviera competencias iguales a las de Cataluña, País Vasco y Galicia, solicitando ambos partidos la abstención en el referéndum del 28 de febrero de 1980. Esto dio pie a que el PSOE, triunfador en aquella consulta y ganador de las primeras elecciones, encumbrara el 28F, hoy día de Andalucía, y dejara en un plano gris al 4D.

Juanma Moreno justificó la declaración del 4D como día de la bandera de Andalucía por una promesa a Alejandro Rojas Marcos, histórico fundador del Partido Andalucísta (primero Asamblea Socialista de Andalucía y luego Partido Socialista de Andalucía). La historia nunca es una foto fija y la del histórico andalucista tampoco lo es. Rojas Marcos fue protagonista indiscutible del movimiento político por la autonomía andaluza, y puede decirse que su liderazgo y auge de su partido (llegó a contar con diputados en el Congreso y Cataluña) empujó a Felipe González y Alfonso Guerra a abrazar con recelos un autonomismo lejos de las convicciones centralistas del PSOE. Los recelos del PSOE con el andalucismo nacionalista los llegó a manifestar Fernández Viagas citando al “Juan de Mairena” de Antonio Machado: “Los andaluces andalucistas son españoles de segunda y andaluces de tercera”. El poeta deploraba en plena guerra de aquellos regionalistas que decían ser más gallegos, vascos o catalanes que españoles. Qué curioso que en todas las encuestas de la etapa socialista de la Junta se preguntase y hubiera una inmensa mayoría de andaluces que decían sentirse tan andaluces como españoles. ¿Era un termómetro para ver cómo respiraba el nacionalismo andalucista o el centralismo nacionalista?

Insisto en que la historia no es una foto fija: Rojas Marcos llegó a ser alcalde de Sevilla en vísperas de la Expo 92 con los votos del PP y luego apoyó a este partido para que fuera alcaldesa Soledad Becerril, lo que no quitó que también pactara con el PSOE para que Manuel Chaves gobernara en la Junta ocho años en coalición con los andalucistas desde 1996 a 2004. Pero en el proceso autonómico, el PSOE de Rafael Escuredo ganó la batalla. Rojas Marcos intentó negociar con la UCD una vía autonómica distinta a la socialista. Le unía al partido de Suárez la aspiración común de apartar a los socialistas del poder autonómico en Andalucía, como se veía venir y vino. La UCD además ayudó al andalucismo andaluz a que obtuviera fiabilidad en la banca para que no tuviera que volver a viajar a Libia para pedir ayuda financiera a Muamar el Gadafi, el sátrapa muerto en la revolución árabe de 2011. (Curioso, años después fue José María Aznar quien trabó relaciones con el dictador libio y le acompañaría a una comida en un hotel cortijo de Sevilla). En fin, esto da para otra historia.

Antes Clavero, luego Rafael Escuredo, al que dio el primer premio con el nombre del exministro de la UCD el 28F de 2020, ahora a Rojas Marcos… Moreno va por delante de todos ellos no con devoción andalucista, sino simple y llanamente electoralista

La que nos ocupa, la del día de la bandera andaluza, quizás sí entronque con el afán de aquellos años de la transición de pugna entre la derecha y la izquierda por el control andaluz ante las próximas municipales y generales. Moreno picotea en todos los platos, y uno de ellos es el andalucismo, en realidad muerto desde que en 2007 sus últimos líderes votasen en contra del nuevo Estatuto de Autonomía, el que se llevó a cabo gracias al consenso de Manuel Chaves, Javier Arenas y Diego Valderas. En su primera investidura, Moreno citó como su referente a Manuel Clavero Arévalo, el ministro de la UCD que aprobó la Junta preautonómica en 1978 y luego dimitió para posicionarse a favor del sí en el referéndum de 1980 como un verso suelto de la UCD. Clavero, por cierto, defendió en la negociación del nuevo Estatuto que Andalucía se denominara una realidad nacional en el preámbulo, como defendía el PSOE, y en contra del PP de Javier Arenas. El ahora consejero de Presidencia, Antonio Sanz, que firma el decreto de la bandera, era el negociador del PP en aquella reforma estatuaria.

Antes Clavero, luego Rafael Escuredo, al que dio el primer premio con el nombre del exministro de la UCD el 28F de 2020; ahora a Rojas Marcos… Moreno, insisto, va por delante de todos ellos no con devoción andalucista, sino simple y llanamente electoralista. Y de paso trata de hacer olvidar que fue elegido presidente en 2019 por el voto de Vox, un partido furibundo contra los símbolos del Gobierno autonómico, incluida la bandera de Blas Infante, que fue colgada por primera vez en los ayuntamientos andaluces en 1933, en plena II República. 

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