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El chantaje de las corbetas a la “planicie de subdesarrollo”
El Gobierno de España entrega ahora las 400 “bombas de precisión” a Arabia Saudí para masacrar yemeníes. El ejecutivo, hoy socialista, rectifica y cumple un trato criminal sellado en 2015 por la derecha de Rajoy. El modo infame con que el ministro de Exteriores, Josep Borrell, ha enmendado la plana a la ministra de Defensa, Margarita Robles con mentiras como que “no hay que preocuparse porque armas tan precisas no causan desgracias”, o “no se ha encontrado razón para incumplir” el acuerdo que contraviene normas españolas y europeas de venta de armas en guerras contra civiles han causado múltiples análisis críticos. Desde el sur andaluz donde escribo miro de frente al callejón sin salida en que vapuleados trabajadores gaditanos han logrado inclinar el peso de la balanza.
Parece salvado el encargo de cinco corbetas para Arabia a los astilleros de Navantia en San Fernando. Salvados los 1.800 millones de euros y los 6.000 empleos directos e indirectos con que subsistirán 6.000 familias cinco años. Se escribe rápido, pero cinco años se habrían hecho eternos a quienes cayeran en el paro en el Cádiz tercera provincia con más desempleo de España, que en julio celebró como éxito el 26,86% (porque el trimestre previo tenía 31,25%). Los gaditanos conocen el abismo porque viven con él bajo los pies hace décadas y están escarmentados de incumplidas promesas. Pero temo que, en la celebración, estos trabajadores, sus representantes sindicales y familiares hayan pasado por alto que se les ha vuelto a robar y algo de valor incalculable: les han negado la libertad de poder hacer realidad la compasión y solidaridad que estoy segura sienten por tanta familia, tanto crío inocente que va a morir cuando estas 400 bombas estallen, cuando estas corbetas les acorralen.
Demasiado pobres para permitirse el lujo de los principios. Si quieren tenerlos, que los sientan ahí aprisionados en las cajas cerradas con llave de sus corazones y cabezas. Pero que no salgan masivamente a la calle a manifestarse, ni corten carreteras para reclamar un mundo en que esos principios se hagan realidad, asustados, paralizados de pánico de convertirse ellos en los hombres y mujeres sin recursos que ven llegar en pateras.
La misma semana, el mismo ministro Borrell ha tenido la desvergüenza de referirse a Gibraltar como “el tercer territorio con más renta del mundo rodeado de una planicie de subdesarrollo donde empieza a haber serios problemas de tráfico de drogas, contrabando e inestabilidad social”. ¿Cómo ha llegado la provincia de Cádiz a tal “subdesarrollo”? ¿Por una catástrofe natural? ¿Nada ha podido desarrollar estos 40 años su partido que ha gobernado la mitad del tiempo en España y siempre en Andalucía?
He echado de menos en las declaraciones de los representantes sindicales la expresión de frustración y dolor por ponerles entre la espada y la pared. Me ha dolido escuchar a trabajadoras gritar: “Si Robles no lo arregla: ¡guerra, guerra, guerra!”, con lo que, suavemente, voy a calificar de ligereza. Porque en efecto hay guerra, pero no de palabra hueca, sino la que lanza por los aires vísceras sanguinolentas. Y echo de menos en el Podemos anticapitalista andaluz, que se reclama el más de izquierdas frente al PSOE más de derechas de Susana Díaz, más compromiso con los derechos humanos, extranjeros y gaditanos.
El alcalde de Cádiz, José María González, Kichi, ha vuelto a defender ahora como en aquella entrevista a Évole –contra la opinión de su destacado compañero Miguel Urbán- la venta de material militar a la dictatorial Arabia. No sólo de pan vive el hombre, también siente sed de justicia y libertad. Los trabajadores de astilleros no son menos. Tras el chantaje de estas cinco corbetas, ¿a qué subsuelo de degradación se tendrán que arrastrar para poder ganarse el sustento?
González reclama a PSOE y PP “que se pongan a trabajar para garantizar la carga de trabajo, los Derechos Humanos y que nadie nos obligue a decidir entre defender el pan o la paz”. Pero ni se duele del pisoteo al derecho inalienable a la conciencia, ni concreta él alternativas económicas para permitírsela. Como la renta básica universal con que construyeran barcos para un mundo mejor en vez de para cargárnoslo: de rescate de migrantes, de recogida de plásticos.
Admito que puedo estar equivocada. Que puedo, porque soy económicamente una privilegiada, no calibrar cómo crear empleo está por encima de todo ideal. Entonces, confesemos el error de juventud de las marchas por el cierre de la base militar de Rota (Cádiz) –en fotos analógicas de los 90 me veo veinteañera y reconozco, cerca, a la líder andaluza de Podemos, también anticapitalista, Teresa Rodríguez. Reclamemos que amplíen Rota y Morón y abran más bases, creadoras de empleo. Y centrales nucleares. Y complejos de casinos con prostíbulos como el Eurovegas que Esperanza Aguirre y Sheldon Adelson soñaban para Madrid. Y ojo que está en marcha, con el entusiasmo de la Junta de Andalucía, el modelo de desarrollo que trae China.
Si no es demasiado tarde, todavía, para que en política alguien encaje la crítica y hasta se atreva a la autocrítica –siquiera en la soledad del despacho, su casa e intimidad-, releamos juntos a Alberti –otro patrimonio gaditano robado, de tan tapado-:
Metámonos todos: ¿Qué cantamos, miramos, sentimos la gente de ahora, que permitimos el sacrificio, con la vida ajena, de nuestras almas y principios?
El Gobierno de España entrega ahora las 400 “bombas de precisión” a Arabia Saudí para masacrar yemeníes. El ejecutivo, hoy socialista, rectifica y cumple un trato criminal sellado en 2015 por la derecha de Rajoy. El modo infame con que el ministro de Exteriores, Josep Borrell, ha enmendado la plana a la ministra de Defensa, Margarita Robles con mentiras como que “no hay que preocuparse porque armas tan precisas no causan desgracias”, o “no se ha encontrado razón para incumplir” el acuerdo que contraviene normas españolas y europeas de venta de armas en guerras contra civiles han causado múltiples análisis críticos. Desde el sur andaluz donde escribo miro de frente al callejón sin salida en que vapuleados trabajadores gaditanos han logrado inclinar el peso de la balanza.
Parece salvado el encargo de cinco corbetas para Arabia a los astilleros de Navantia en San Fernando. Salvados los 1.800 millones de euros y los 6.000 empleos directos e indirectos con que subsistirán 6.000 familias cinco años. Se escribe rápido, pero cinco años se habrían hecho eternos a quienes cayeran en el paro en el Cádiz tercera provincia con más desempleo de España, que en julio celebró como éxito el 26,86% (porque el trimestre previo tenía 31,25%). Los gaditanos conocen el abismo porque viven con él bajo los pies hace décadas y están escarmentados de incumplidas promesas. Pero temo que, en la celebración, estos trabajadores, sus representantes sindicales y familiares hayan pasado por alto que se les ha vuelto a robar y algo de valor incalculable: les han negado la libertad de poder hacer realidad la compasión y solidaridad que estoy segura sienten por tanta familia, tanto crío inocente que va a morir cuando estas 400 bombas estallen, cuando estas corbetas les acorralen.