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¿Quién descansa?
Ha terminado agosto, el mes por excelencia de las vacaciones, en el que supone que descansamos. Si nos ponemos románticas, nos podemos imaginar una playa paradisíaca con una palmera que nos da sombra mientras estamos en una tumbona.
Pero no es así. Al menos no del todo el mundo. En mi caso, desde que entré en la universidad, no he tenido un mes de agosto de vacaciones y que suponga descanso.
Obviando el hecho de que en agosto no todo el mundo tiene sus vacaciones, bien sea porque han sido en otro mes o porque directamente no tiene vacaciones porque está trabajando, especialmente si es del sector hostelero o el campo, o está utilizando sus vacaciones para trabajar, las famosas trabacaciones.
Y es que, aunque existan las vacaciones, no implica que exista el descanso. Si consultamos el diccionario, aparecen once definiciones, pero nos vamos a quedar con las dos primeras.
La primera definición, que es la que solemos tener en mente, define el descanso como “cesar en el trabajo, reparar las fuerzas con la quietud”, es decir detenerse y relajarse para recuperarse.
¿Realmente estoy descansando si lo considero una acción que me va a hacer mejor trabajadora? ¿El descanso no puede ser sólo eso, descanso?
En este caso, se puede retorcer ese concepto de recuperar las fuerzas, pues me encontré hace tiempo horrorizada un mensaje en Instagram que decía “recuerda que tu descanso es productivo”. Se puede entender que el objetivo del mensaje es que no evitemos el descanso por seguir trabajando, tal y como recoge el Estatuto de los Trabajadores, ¿pero realmente estoy descansando si lo considero una acción que me va a hacer mejor trabajadora? Si yo en mis vacaciones en vez de leer un libro de ficción, me leo los últimos informes sobre trabajo social y salud mental, ¿realmente estoy descansando o trabajando? ¿El descanso no puede ser sólo eso, descanso?
La segunda definición alude más al espacio mental, ya que la define como “tener algún alivio en las preocupaciones”, y es que, aun teniendo vacaciones laborales, si ese periodo se utiliza, por ejemplo, para encontrar vivienda en el mercado actual, no existirá el descanso. Además del estrés que supone para la juventud ahora mismo encontrar vivienda digna, si esa persona es (o parece) migrante, el estrés se dispara por la discriminación existente por parte de las inmobiliarias.
La alta y constante productividad nos somete a un estado de agotamiento del que requerimos un descanso, para continuar en un estado permanente de cansancio
Y ante esto, siempre me viene a la mente las palabras de una sabia amiga, Alma. Ella siempre dice que el concepto del descanso no tiene sentido, porque si nos remitimos a cómo se compone la estructura de la palabra, descubriremos que en 'des-cansar', es cansar el verbo principal. Entonces hablaríamos de revertir el cansancio, y ella dice que es más sensato no cansarse. Y pienso que tiene razón, pero en estos momentos nos encontramos en la sociedad capitalista de lo hiper: la hiperproductividad y, sobre todo, el hiperconsumismo, ¿cómo podemos evitar el cansancio, si por ejemplo pasamos tanto tiempo conectadas a las redes sociales? Pues, por ejemplo, las redes sociales, por su propio funcionamiento y estructura, están interesadas en que pasemos la mayor cantidad de tiempo posible a base de constantes y continuos estímulos.
La alta y constante productividad, es decir, llegar a presentar el descanso como productividad para ser más eficientes en nuestro trabajo y como recompensa en ocasiones podemos caer en estímulos rápido, genera este binomio constante producir-consumir, y nos somete a un estado de agotamiento del que requerimos un descanso, para continuar en un estado permanente de cansancio.
Necesitamos parar y aprender cómo evitar cansarnos hasta la extenuación para que, cuando estemos cansadas, realmente el descanso suponga recuperar fuerzas completamente y no aliviar el agotamiento.
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