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Los candidatos, de la manita en ‘Euscádiz’
De las ocho provincias andaluzas, Cádiz es, sin duda, la más singular y con mayor personalidad. Aquí existen tres comarcas diferenciadas, cada una con una cultura propia, un modelo económico distinto, hechos diferenciales autóctonos y un denominador común: el paro que alcanza al 27,6% de la población activa, uno de los más altos de España.
El Campo de Gibraltar, la Bahía de Cádiz y Jerez son tres territorios nítidos y, para algunos, tan históricos como las tres provincias vascas. El periodista gaditano Antonio Hernández-Rodicio lo ha descrito en alguna ocasión con fortuna como Euscádiz.
En Euscádiz desembarcaron este domingo los tres líderes nacionales del PSOE, PP y Ciudadanos cogidos de la manita de sus respectivos candidatos a la presidencia de la Junta de Andalucía. Pedro Sánchez y Susana Díaz, en Chiclana de la Frontera (83.000 habitantes); Pablo Casado y Juanma Moreno, en Algeciras (alrededor de 120.000) y Jerez (213.000); y Albert Rivera y Juan Marín, en Cádiz capital (118.000).
Cádiz es la tercera provincia, tras Sevilla y Málaga, que aporta más diputados al Parlamento andaluz: 15 escaños, que ahora se reparten seis para el PSOE, cuatro para el PP, otros cuatro para Adelante (Podemos e IU) y uno para Ciudadanos. Las diferentes encuestas dan una fuerte subida para C’s que, obviamente, restará a las otras formaciones.
Sánchez, recién llegado de Guatemala, vino con los deberes hechos, después de que el Consejo de Ministros hubiera aprobado el pasado viernes, el mismo día en el que arrancó la campaña electoral, un plan de cerca de mil millones para el Campo de Gibraltar, azotado por el paro, la droga, la delincuencia y la inmigración.
En una bodega de Chiclana, Sánchez y Díaz compartieron atril en un mitin con más gente de la prevista (hubo tirón de orejas al secretario de Organización, Juan Cornejo, por no haber elegido un recinto mayor), en el que sacaron a rastras a una señora que exhibió un cartel con la leyenda “Susana corrupta. Yo voto nulo. Por mis hijos y nietos”. El mensaje descompuso el semblante y el discurso de la presidenta de la Junta que aún tuvo que interrumpir su intervención por el desmayo de un asistente, que fue atendido en un primer momento por la ministra de Hacienda y médica, María Jesús Montero.
Ya han dejado de llamar la atención las diferencias personales y políticas de Sánchez y Díaz, tras su pelea atroz en las primarias por dirigir el PSOE y desde que el socialista es presidente del Ejecutivo, los “dos gobiernos socialistas van de la manita”, como dijo el alcalde de Chiclana, José María Román.
Es una cuestión de pura necesidad y sentido común, pese a que Díaz ha confeccionado unas listas sin rastro de sanchistas por lo que pudiera ocurrir tras el recuento de votos, si es que ocurre algo. A Sánchez le interesa un buen resultado el 2 de diciembre en Andalucía, como preludio de las próximas convocatorias electorales. No llegó a decir como Pablo Casado que las andaluzas son “la primera vuelta de las municipales y generales”, que para Díaz es un insulto, pero casi: “El tren de las victorias socialistas tiene su primera parada en Andalucía y el año que viene en las municipales, autonómicas y europeas”.
No puso Sánchez fecha a las que le competen a él, las generales, pero sí dijo que su pretensión es “ganar una década”. La palabra década está proscrita del vocabulario electoral de los socialistas andaluces, porque el resto de los partidos consideran como una necesidad impedir que el PSOE cumpla cuatro décadas seguidas al frente de la Junta. Díaz prefiere siempre hablar de los cinco años de su presidencia y no mirar atrás, ni para lo bueno ni para lo malo, sobre todo, para lo malo.
El drama de la inmigración: ausente o “efecto llamada”
En la campaña de sonrisas y alegría diseñada por el PSOE, ni una sola palabra por parte de Sánchez y Díaz para la inmigración irregular. Ni de esos 21 cadáveres del naufragio de una patera, hace una semana, en las inmediaciones de la playa de Caños de Meca en Barbate.
A 28 kilómetros de Chiclana, en la ciudad de Cádiz, tampoco el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, mencionó el drama de la inmigración en su mitin con Inés Arrimadas y Juan Marín. Rivera ya está en el día después de las elecciones. Cree que su partido superará al PP y exige reciprocidad a los de Pablo Casado. “Van a tener que apoyar a Juan Marín como nosotros cuando éramos menos, por sentido de Estado, apoyamos que no hubiera terceras elecciones. ¿Es que ya no se acuerdan cuando apoyamos a Rajoy? Pues ahora que apoyen a Marín y que lo hagan presidente de la Junta si tienen lo que tienen que tener, sentido de Estado”, aseguró.
A 91 kilómetros de Sánchez y Díaz, en Algeciras, Casado sí aludió a la inmigración, pero para cargar contras las políticas del Gobierno socialista que, según él, provocan un “efecto llamada” que ha hecho que se multiplique la llegada de “esa pobre gente” a las costas españolas. Por la tarde, se trasladó a otra zona de Euscádiz, Jerez, donde defendió el flamenco como “marca España”. En la tierra de la saga de los Terremoto, de Moraíto Chico, de La Paquera, de Antonio Chacón, de Antonio el Pipa, de Chocolate, de Agujetas, de Manuel Torre, de El Torta, de Juan Jambre, de Jesús Méndez, a Casado se le ocurrió citar a Rosalía. Qué malamente.
De las ocho provincias andaluzas, Cádiz es, sin duda, la más singular y con mayor personalidad. Aquí existen tres comarcas diferenciadas, cada una con una cultura propia, un modelo económico distinto, hechos diferenciales autóctonos y un denominador común: el paro que alcanza al 27,6% de la población activa, uno de los más altos de España.
El Campo de Gibraltar, la Bahía de Cádiz y Jerez son tres territorios nítidos y, para algunos, tan históricos como las tres provincias vascas. El periodista gaditano Antonio Hernández-Rodicio lo ha descrito en alguna ocasión con fortuna como Euscádiz.