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¿Y entonces todo esto para qué, señor Gallardón?
Tanto tiempo labrándote una imagen de derecha culta, refinada, sensible, electoral, europeísta, etcétera, etcétera, para que ahora puedas terminar hundido porque ni a tus compañeros del PP les gusta una reforma megaconservadora de la ley del aborto que, visto lo visto, en realidad nadie pidió ni estaba de verdad en el programa electoral.
No voy a entrar en consideraciones éticas sino políticas. Si, como parece, Rajoy ha seguido las prescripciones del doctor Arriola, el gurú sociológico de don Mariano, y ha dejado que la grúa se lleve el coche de la reforma del aborto, don Alberto Ruiz Gallardón no debería de durar en el Consejo de Ministros más tiempo del que precise en devolver su cartera ministerial y en preguntar si se puede quedar de recuerdo con el teléfono móvil.
El tortazo que ha recibido (por ahora, con el presunto por delante) se asemeja a las cornadas de tres trayectorias. Es incontestable. O no, si uno tiene los quinquenios en política necesarios para soltar lastre de la humillación a la voz de ya, diciendo sin que se te mueva ni un pelo de tus pobladísimas cejas que lo que de verdad está ahora en su agenda no es esta reforma sino el proceso soberanista de Cataluña.
En este punto, sólo cabe hacerse algunas preguntas sinceramente ingenuas como las siguientes: ¿me puede decir alguien para que se metió el PP en semejante jardín de dimensiones tropicales? ¿Acaso nadie pensó que hasta para la mayoría de los votantes del PP la reforma del aborto era un asunto más o menos superado? ¿El mismo Arriola no avisó antes a Rajoy de que aprobar esta reforma eran ganas de fracturar a tu propio electorado?
En el manual de cualquier político hay una lección que podrían entender hasta los seguidores de Epi y Blas: en tiempos de elecciones, cuanto menos se toque la moral y el bolsillo de los potenciales votantes, mejor. Todo lo que resta, se aparca. Y el primero que lo sabe es el propio Gallardón.
A nueve meses de las municipales y un año de las generales y con la crisis haciendo estragos pese a sus raíces vigorosas, lo que menos le interesa al PP es meterle más cizaña al malestar ciudadano con una reforma que incomoda y disgusta a una parte importante de la sociedad española. ¿Conclusión? La reforma tiene toda la pinta pintísimade dormir el sueño de los justos. Y puede que por muchísimo tiempo. Como mínimo, el que diga el señor Arriola.
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