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Formación del Espíritu Nacional
“¿Y qué es España?”. “Es una bendición de Dios”. “Y Dios puso a España en el mejor lugar del mundo, donde no hace ni mucho frío, ni mucho calor”. Fragmentos como estos, recogidos en el “Florido Pensil” podían leerse en los libros de textos escolares de los años cuarenta y cincuenta, dentro del furor aleccionador de un Régimen que pretendió, desde su inicio, modelar el pensamiento de generaciones y generaciones de españoles para evitar otra cosa que no fuera el pensamiento único, por supuesto en la más pura ortodoxia del Franquismo.
En la magistral obra de Andrés Sopeña, se resume según Gregorio Cámara, “la narración vital y quintaesenciada de lo que fue la (des)educación de varias generaciones de españoles de la posguerra en clave nacionalcatólica, un espejo fiel del fascismo postizo del régimen y de la básica estulticia de los constructores y divulgadores de su ideología”
Pués bien, al paso que vamos, y “tacita a tacita”, el PP intenta emular a sus antepasados de los años cincuenta y sesenta utilizando los contenidos docentes como brazo armado para que los españolitos futuros mamen desde el jardín de infancia las esencias del nacionalcatolicismo y del ultraliberalismo económico.
Entretenidos como nos tiene Mariano Rajoy con su recuperación económica, sus Gürtel, sus no candidatos, sus “Púnicos” y sus sueldos B, la Conferencia Episcopal y la CEOE -con las bendiciones del inefable Wert- están asaltando los temarios docentes, quien sabe si con consecuencias irreparables.
Algunas de las cosas que estamos leyendo en los últimos días en los textos de nuestros hijos nada tienen que envidiar a aquella asignatura del bachillerato de los sesenta, llamada Formación del Espíritu Nacional, con la que los pensadores del Franquismo pretendían convertirnos en los perfectos y dóciles españoles de bien que los principios inspiradores del Movimiento Nacional dibujaban en esa “Unidad de Destino en lo Universal” que era la España de don Francisco.
Tanto en una asignatura tan laica, como la Economía, como en la confesional Religión, la toma de la Bastilla escolar por parte de obispos y populares está siendo un hecho auténticamente escandaloso.
El pasado domingo y de la mano de Jordi Évole tuvimos la oportunidad de participar en una de las clases de Educación Financiera en un instituto de Sevilla. Los alumnos clsifiicaban, con la ayuda de la profesora, los diferentes tipos de gastos que existen y explicaban qué pagos priorizarían en caso de que se encontraran en una situación límite, como la que han vivido muchas familias españolas durante la crisis. En la categoría de “Gastos Imprescindibles”, nos relatan el pago de la hipoteca y los créditos y sólo después, bajo el epígrafe de “Gastos Necesarios”, la alimentación y calefacción. ¡La banca y la patronal por fin respiran satisfechos! Los españoles del futuro se morirán de hambre y frío, pero no dejarán de pagar sus deudas a los bancos.
Dice en uno de sus habitualmente acerados tweets @gerardotc que “Hay mucho revuelo con que en la asignatura de religión se enseñen burradas a los niños ¿Esperábais un temario escrito por científicos o qué?”. Pues eso, que el temario de la asignatura de religión vuelve a llevar la Edad Media a las aulas y a los libros de textos. Perlas que enseñan a nuestros niños que “El ser humano pretende apropiarse del don de Dios prescindiendo de Él. En esto consiste el pecado. Este rechazo de Dios tiene como consecuencia en el ser humano la imposibilidad de ser feliz” o a como “comprender el origen divino del cosmos” y que éste “no proviene del caos o el azar”.
Visto lo visto, habremos de concluir con el profesor Victor Arrogante que hoy “el Estado español ni es aconfesional ni laico, como pretendía ser. El nacional catolicismo ha resucitado en el tercer año ”triunfal“ de Rajoy con ánimo de ser eterno. La conferencia episcopal española, encarnada en el Gobierno, ha dado un nuevo golpe, no de pecho, sino contra la inteligencia y la razón”.
“¿Y qué es España?”. “Es una bendición de Dios”. “Y Dios puso a España en el mejor lugar del mundo, donde no hace ni mucho frío, ni mucho calor”. Fragmentos como estos, recogidos en el “Florido Pensil” podían leerse en los libros de textos escolares de los años cuarenta y cincuenta, dentro del furor aleccionador de un Régimen que pretendió, desde su inicio, modelar el pensamiento de generaciones y generaciones de españoles para evitar otra cosa que no fuera el pensamiento único, por supuesto en la más pura ortodoxia del Franquismo.
En la magistral obra de Andrés Sopeña, se resume según Gregorio Cámara, “la narración vital y quintaesenciada de lo que fue la (des)educación de varias generaciones de españoles de la posguerra en clave nacionalcatólica, un espejo fiel del fascismo postizo del régimen y de la básica estulticia de los constructores y divulgadores de su ideología”