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La guerra contra la bici
La ordenanza que el Ayuntamiento de Málaga acaba de aprobar para regular la circulación por la vía pública de patinetes eléctricos y bicicleta es indecente, una oportunidad perdida para resolver una cuestión tan necesaria como urgente. A todos los niños les enseñan en las escuelas que la exigencia de un deber tiene que acompañarse de un derecho correspondiente, una lección de ética sencilla y comprensible. No obstante, el Gobierno municipal de Málaga ha optado por obligar a todos los ciclistas a circular, so pena de fuertes multas, por los carriles bicis, una medida sensata, si no fuera porque el Ayuntamiento se ha olvidado de construir esos carriles. No solo eso, sino que la ordenanza recoge también la obligatoriedad de aparcar las bicis en espacios habilitados, pero al mismo tiempo los portavoces municipales reconocen que se les ha pasado habilitar algunos más, ahora tan escasos. Todo esto podría dar risa, si no fuera por lo que en realidad revela un paso más hacia un modelo de ciudad ajeno a cualquier política medioambiental, un modelo alejado de la sostenibilidad y las formas de transporte limpias.
La guerra del PP contra las bicicletas viene de lejos. En Málaga, la legislatura pasada el Gobierno local anunció que no iba a cumplir su propio plan de alquiler de bicicletas municipales, que lo iba a dejar a un tercio de la previsión original. De esta manera, la segunda ciudad andaluza cuenta únicamente con unas pocas estaciones de alquileres, desperdigada en puntos demasiado lejanos como para resultar funcionales, al estilo de Sevilla, por ejemplo. Posteriormente, supimos que el carril bici proyectado para una de las principales arterias de la ciudad, Héroe de Sostoa, que además se trata de una vía muy ancha y de varios carriles, quedaba cancelado sin demasiadas explicaciones. Con el fin de la legislatura, comenzaron las obras para peatonalizar buena parte de la Alameda Principal, en pleno centro. Se trataba en principio de un amplísimo espacio peatonal, con un carril bici establecido en ambos sentidos. Las obras terminaron con el inicio de esta legislatura, pero se habían olvidado de construir el carril bici. El concejal del ramo aseguró que en breve veríamos ese carril. Años después no existe.
El Gobierno municipal de Málaga ha optado por obligar a todos los ciclistas a circular, so pena de fuertes multas, por los carriles bicis, una medida sensata, si no fuera porque el Ayuntamiento se ha olvidado de construir esos carriles
Entre tanto, en Málaga por fin sí se han habilitado los carriles de calmado de tráfico, en los que ningún vehículo puede circular a más de 30 km/h, y las bicicletas tienen prioridad. No obstante, son pocos y, puesto que no se trata de vías segregadas, los ciclistas corren peligro real. La ordenanza, por si fuera poco, no solo prohíbe que las bicis usen los espaciosos paseos marítimos, sino incluso que compartan los carriles bus. Nudos muy concurridos, como la calle Hilera, no ofrecen, por tanto, un espacio mínimamente seguro a ningún ciclista. Todo ello explica el éxito fulminante de esta recogida virtual de firmas por la seguridad de los ciclistas.
Ciclistas desprotegidos
Los pocos kilómetros de carril bici que la ciudad tiene se remontan, en buena medida, a aproximadamente una década atrás, pues se trataba de una exigencia europea para que Málaga pudiera concurrir a Capital Cultural, como en efecto hizo, sin ningún éxito. Poco más hemos visto desde entonces. Es cierto que la Junta de Andalucía tenía un ambicioso plan, pero los sucesivos gobiernos del PSOE nunca lo ejecutaron. Una de las primeras medidas que anunció el nuevo Gobierno de Juan Manuel Moreno fue renunciar a ejecutar alguna vez ese Plan andaluz de la bicicleta.
El Ayuntamiento de Málaga ha comenzado la casa por el tejado, como desde las asociaciones ciclistas le han insistido. En primer lugar porque mete en la misma ordenanza a patinetes eléctricos, que son vehículos motorizados, y bicicletas, y en segundo porque pone toda la responsabilidad en los ciclistas, pero sin brindarles ni una sola facilidad.
Cualquiera que se mueva en bici en una gran ciudad teme por su seguridad, y en Málaga no son infrecuentes los atropellos a ciclistas. Subirse a una acera, circular por un paseo peatonal o usar el carril bus no es un acto gratuito, sino inevitable cuando no se ofrece alternativa alguna. Aquí es inconcebible ver a un mandatario de primer orden moverse en bicicleta, como por ejemplo ocurre con el primer ministro neerlandés, o en la anterior legislatura con el alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve. Eso explica en buen grado este tipo de ordenanzas chapuceras. Si uno viaja a ciudades como Berlín o Ámsterdam, y se le ocurre pedalear por una acera o una calle peatonal, recibe un rapapolvo inmisericorde, pero merecido. Sus gobiernos se han preocupado de que en cada vía haya un carril bici, en muchas ocasiones segregado, de manera que es exigible el cumplimiento de esas ordenanzas. ¿Cuesta tanto entenderlo?
Lo que el Ayuntamiento de Málaga ha hecho, por tanto, es una vez más fomentar el uso del transporte en coche, justo cuando, en plena pandemia, tantas ciudades europeas están promoviendo el de la bicicleta. Por eso, aun teñidas de supuestas buenas intenciones, y de medidas que todos deseamos, esta ordenanza no tiene nada que ver con regular la circulación pacífica por aceras y espacios peatonales. Es, como siempre, un ataque más por parte del PP a la bicicleta, algo que ya roza lo patológico.
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