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¿Es Juan Espadas el revulsivo progresista andaluz que España necesita?
Tras las mociones frustradas del PSOE en Murcia y Castilla y León, cuando el efecto Illa parece un suflé desinflado, con el vértigo de Madrid donde frente a la derecha más reaccionaria Gabilondo insiste en ser gris, anti impuestos y contrario a Unidas Podemos, Ferraz lanza al alcalde de Sevilla para desbancar en primarias a la secretaria general en Andalucía, Susana Díaz, e intentar recuperar la Junta a la coalición de PP-Cs apuntalados por Vox.
Ojalá acertaran. Porque las izquierdas andaluzas están en crisis y la ciudadanía sufre el deterioro acelerado de sus derechos a la salud, educación, información, conservación medioambiental, protección frente al machismo, la homofobia y el racismo… Pero elegir a Juan Espadas es no entender qué pasó en 2018. ¿Por qué, tras 37 años del PSOE gobernando Andalucía, muchos con mayoría absoluta, el 41,3% del censo, dos millones seiscientos mil andaluces decidieron abstenerse aun sabiendo qué propiciaban con ello?
Espadas, ungido por el secretario de organización del PSOE, José Luis Ábalos, al decir que “es mucho alcalde y está en su decisión presentarse”, tiene como supuesto valor su “transversalidad”. Una indefinición ideológica que se podría calificar “de centro” y parece más certero llamar “equis de quiniela” porque no está movido por la pasión, ni la convicción, sino por el cálculo. Lo que remite no a un revulsivo en el PSOE andaluz, sino a la deriva que nos trajo aquí. La razón por la que mucho electorado lo abandonó.
La trayectoria que “avala” a Espadas
Espadas es el PSOE de Susana Díaz. Si acaban compitiendo serán dos briks de la misma leche envasados con distinta marca. Llegó a alcalde aupado por ella para cerrar el paso a quien veía competidor, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, hoy vicepresidente primero del Congreso y entonces mano derecha del alcalde socialista previo. En sus seis años de mandato, Juan Espadas no puede hacer gala de medidas sociales, de avance para los sevillanos. Su apuesta ha sido el turismo, la gentrificación del centro con la expulsión de sus vecinos y comercios desalojados por apartamentos turísticos y franquicias. Hasta que llegó la Covid ¿y? Pues nada. Ya de vuelta a las andadas.
Los sevillanos sensatos estamos con los dedos cruzados ante la Semana Santa y Feria que su gobierno nos ha preparado, sin procesiones ni casetas, pero arengando a la gente a llenar las iglesias y luego los bares vestidos de gitano y flamenca “que la alegría no falte”. Espadas ejerce la “sevillanía”, un hacer alarde de ranciedad que eclipsa las infinitas maneras que los sevillanos tenemos de vivir nuestra identidad, tradiciones, compromisos y cultura en el siglo XXI. Y que al resto de Andalucía le da alergia.
Lleva todo marzo evitando pronunciarse, como le piden familias y colegios sevillanos, contra el brutal recorte de 400 aulas públicas en la ciudad que en nueve años serían 3.600 decretado por el consejero de Educación Javier Imbroda (Cs) y a lo más que ha llegado es a una nota de sus delegados pidiendo que al menos dejen las clases en los “barrios con necesidades de transformación social”. Una visión tan progresista como la del PP en Madrid estas décadas, reduciendo la escuela pública a gueto mientras aboca a las clases medias a adoctrinadoras escuelas concertadas.
Su compromiso con la memoria democrática se ve en la decisión de transformar el centro de tortura franquista que fue la Comisaría de la Gavidia en, ¡oh sorpresa, otro hotel de 5 estrellas! Un proyecto que solo gracias a la presión de grupos memorialistas ha pasado de incluir un gimnasio a un coworking y un impreciso memorial.
Su sensibilidad medioambiental, mientras el arbolado mengua sin freno, quedó clara en el pleno de noviembre cuando la portavoz de los ecologistas Ni un árbol menos, Isabel Camargo se vio interrumpida al oír, como todos los presentes, a Espadas –gracias a un micro abierto– llamarla “peligro público” y sentenciar: “Había que haberlos matado”.
Susana Díaz está menos acabada de lo que Ferraz querría
Mientras a Espadas le regalan los oídos Ferraz o la corriente crítica Hacer Más PSOE, que acaba de apostar por él, Susana Díaz sale poco a escena. La oposición al trifachito la deja a su guardia pretoriana –Jiménez Barrios, Ramírez de Arellano, Cornejo, Fiscal– para ella, fuera de foco, dedicarse a aplicar el Manual de resistencia con que Pedro Sánchez le venció en la batalla por la secretaría general. Ganar las primarias andaluzas es su única salida. Díaz sabe que cualquier cementerio de elefantes que le ofrezcan será pan para hoy y hambre para mañana porque de Despeñaperros para arriba no tiene simpatías. Su terreno es la Andalucía de los 45.848 afiliados, un cuarto de la militancia del PSOE. Y ahora es ella la que está yendo de agrupación en agrupación, para ganarse uno a uno a los militantes, usando, eso sí, no su coche y recursos sino los del partido, según denuncia Carmen Tovar de los disidentes Hacer Más PSOE.
¿De verdad el PSOE-A no tiene una figura con crédito y tirón progresista? Se necesita una izquierda que movilice, que gane y, sobre todo, que luego en su gobernar pruebe que sí hay alternativa, pragmática, ilusionante, creativa a ese evangelio ultraliberal que excluye cada vez a más capas sociales y nos aboca al abismo neofascista.
Alguien debe ver la luz. En el PSOE y en la izquierda a su izquierda en Andalucía, hoy dividida hasta el ridículo pese a que la desunión aquí se penaliza mucho más que en Madrid porque nuestra comunidad no es uniprovincial y los diputados se van perdiendo en las ocho circunscripciones durante el recuento. Están separados Unidas Podemos y Más País-A, y peleados a muerte con los primeros el grupo de la exdirigente de Adelante Andalucía Teresa Rodríguez.
Si es imposible que los líderes recapaciten, sus equipos, los militantes o simpatizantes deben reconducir este rumbo al desastre. Porque el panorama para las próximas autonómicas que dibuja GAD3, y que aquí no extraña a nadie, es de casi mayoría absoluta del PP, PSOE estancado, Vox en alza, Cs en extinción y las izquierdas descalabradas. ¡Venga ya, que la vida no es un simulacro: a reaccionar!
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