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Sobre este blog

Te acercas a mí con los ojos muy abiertos, con una sonrisa tan grande como desconocida, vas a hablar y espero a que así me des una pista para poner en marcha el disco duro y situarte, para saber quién eres. Pero no, no tengo ni idea, es la primera vez que veo tu cara, que sigue sonriendo, no sé tu nombre, no hemos trabajado juntos, no hemos estudiado en el mismo sitio, no eres del barrio y no me suena tener amigos comunes. Y sin embargo, la situación me gusta.

Tú vas en el autobús, has conseguido asiento y haces como todos, sacas el móvil para entretenerte. Mientras, yo estoy en la sala de espera de mi oncólogo y hago exactamente lo mismo, saco el teléfono para echar el rato. Tú borras alguna foto y algún vídeo. También yo hago limpieza de archivos inútiles, y me río con un meme. Tú vas a descansar tu mente en un jueguecillo pero antes de empezar a poner diamantes de tres en tres, te pasas por Twitter. Como siempre, mucho cabreado, mucho ofendido, mucha hiel, mucho gatito haciendo monerías. Y en medio, la foto de ese hombre que tiene cáncer y que lo está contando en las redes con mucho optimismo. Te preguntas si tú harías algo así si tuvieras cáncer. Te acuerdas de la mujer de tu primo, le han quitado una mama y no levanta cabeza. Ella tiene cuenta en Twitter, y se te ocurre que quizá deberías enseñarle el #yomecuro de este hombre. Tu autobús avanza, a cientos de kilómetros yo sigo anclado a la silla, pendiente la pantalla de los turnos para pasar a la consulta. He sacado el móvil y voy a intentar subir de nivel en el juego con el que estoy enredado pero antes, me paso por Twitter. Tengo muchísimos mensajes y eso me gusta. Me gusta mucho. No paran de entrar nuevos, la inmensa mayoría de gente que no conozco, personas que pueden estar a cientos de kilómetros.

Tú has picado algo para cenar, has encendido la tele sin que te importe un bledo lo que ponen y te has llevado el portátil al sofá. Tienes que mandar un mail confirmando que tu hija va a una excursión. Miras el saldo de tu cuenta, suspiras, pero un aviso de cumpleaños en pequeño icono te lleva a Facebook. A ver qué se cuenta el personal. Cenas de amigos, fotos de una boda, graduación de la hija de un compañero, trucos de cocina y anda, otra foto del chaval con cáncer, pegado a la máquina con la que se hace el tratamiento. Está más gordo pero se le ve bien. Y le das al me gusta. Yo, tumbado en el sofá, le he quitado el sonido a la tele y he cogido la tablet. Hoy no he cenado porque los corticoides me han puesto como un sollo y puedo perderme una toma… A pesar de que tengo cáncer no paro de engordar. Y para alejar mi cabeza de la puerta de la nevera me meto en Facebook. A ver si al personal le ha gustado lo último que subí, la enésima foto enchufado a una máquina azul procurando lucir la mejor de mis sonrisas. A la gente le ha gustado, y muchos además me han escrito comentarios animándome a seguir así. Alucino con que haya personas que dedican unos minutos de su tiempo en escribirme un mensaje de apoyo, no me conocen de nada pero se dirigen a mí como si formara parte de sus vidas. Es maravilloso.

Hoy ha sido un día duro en el trabajo. Has tenido que multiplicarte porque dos compañeros estaban malos. Mas lo que faltan desde hace casi dos años, como Valentín, que tiene cáncer. Hace ya dos semanas que no le mandas un mensaje, así que ya toca, y se lo mandas. Sabes que le encanta y te responde de inmediato.

Mi día ha sido duro porque estaba especialmente débil y casi no me he levantado de la cama. Me pasa con mucha frecuencia, y me desanima porque no hago apenas nada y no salgo de casa. Suena el aviso de llegada de mensaje al móvil.

Eres tú, que no has dejado de preguntarme cómo estoy desde que en la Redacción de la radio supisteis que tenía cáncer. Eres tú, que sin conocerme me sigues en Twitter, te preocupas por mí y me mandas un tweet de apoyo en el que incluyes la cuenta de la mujer de tu primo para que vea el #yomecuro. Eres tú, que en Facebook dedicas unos minutos a mandarme toda tu fuerza y dices que mi actitud sirve tanto a los pacientes de cáncer como a quienes están como una pera. Eres tú, que me pides un par de pulseras que yo te mandaré mañana por la mañana. Eres tú, que me has parado en la calle porque me has reconocido y me has dado un abrazo como si fuéramos viejos amigos.

Eres tú quien me pone en pie cada mañana. No te olvides de mí.

Te acercas a mí con los ojos muy abiertos, con una sonrisa tan grande como desconocida, vas a hablar y espero a que así me des una pista para poner en marcha el disco duro y situarte, para saber quién eres. Pero no, no tengo ni idea, es la primera vez que veo tu cara, que sigue sonriendo, no sé tu nombre, no hemos trabajado juntos, no hemos estudiado en el mismo sitio, no eres del barrio y no me suena tener amigos comunes. Y sin embargo, la situación me gusta.

Tú vas en el autobús, has conseguido asiento y haces como todos, sacas el móvil para entretenerte. Mientras, yo estoy en la sala de espera de mi oncólogo y hago exactamente lo mismo, saco el teléfono para echar el rato. Tú borras alguna foto y algún vídeo. También yo hago limpieza de archivos inútiles, y me río con un meme. Tú vas a descansar tu mente en un jueguecillo pero antes de empezar a poner diamantes de tres en tres, te pasas por Twitter. Como siempre, mucho cabreado, mucho ofendido, mucha hiel, mucho gatito haciendo monerías. Y en medio, la foto de ese hombre que tiene cáncer y que lo está contando en las redes con mucho optimismo. Te preguntas si tú harías algo así si tuvieras cáncer. Te acuerdas de la mujer de tu primo, le han quitado una mama y no levanta cabeza. Ella tiene cuenta en Twitter, y se te ocurre que quizá deberías enseñarle el #yomecuro de este hombre. Tu autobús avanza, a cientos de kilómetros yo sigo anclado a la silla, pendiente la pantalla de los turnos para pasar a la consulta. He sacado el móvil y voy a intentar subir de nivel en el juego con el que estoy enredado pero antes, me paso por Twitter. Tengo muchísimos mensajes y eso me gusta. Me gusta mucho. No paran de entrar nuevos, la inmensa mayoría de gente que no conozco, personas que pueden estar a cientos de kilómetros.