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Pedro Sánchez habla inglés demasiado bien
Al cantaor flamenco decimonónico Silverio Franconetti le afearon en una ocasión: “Sí, canta muy bien, pero tiene los pies muy grandes”. Al presidente del Gobierno español le ocurre otro tanto. Una legión de influencers mediáticos y políticos llevan, en esta legislatura tan rara, criticándole hasta los andares: “Sí, es guapo, pero es que es demasiado guapo; es tan resultón que resulta arrogante; ¿qué hace en el G8 ese podemita en traje impecable?”.
Lo peor de todo es que, además, habla inglés. Y lo chamulla tan bien que resulta antipatriótico. Dícese del buen español quien estudia inglés toda la vida pero no lo habla jamás. O lo habla como los siux de las películas o como los filipinos conservan el chabacano.
También resulta inadecuado que, probablemente por sus resabios republicanos, se atreva a mantener un nivel de inglés superior al del Rey, que ya es decir. Es como hacerle esperar varios minutos a Felipe VI en un desfile oficial o anticiparse a Su Majestad en un acto protocolario.
A España toda, le resulta más simpático que Alberto Núñez Feijóo confiese que el anticipo electoral de julio le viene mal porque tenía previsto un cursillo intensivo de inglés
De tan buen inglés que habla, a la vista de los últimos resultados electorales, pareciera como si sus compatriotas no le hubieran entendido y pensaran que unas municipales y autonómicas constituían un plebiscito sobre su figura. Y, en ese caso, no se han enterado de la misa la media, ni de la reforma laboral, ni de las cifras del paro, ni de la subida de las pensiones o del Salario Mínimo, ni de la baja inflación, ni del Ingreso Mínimo Vital. Claro que si, para los españolitos, algo hay más inescrutable que la lengua de Shakespeare es la del Boletín Oficial del Estado.
A España toda, le resulta más simpático que Alberto Núñez Feijóo confiese que el anticipo electoral de julio le viene mal porque tenía previsto un cursillo intensivo de inglés. Una nueva prueba de deslealtad institucional: lo que Sánchez quiere es que el líder del PP no pase del “how do you do?” en los corrillos de la próxima cumbre comunitaria, lo que demuestra su desprecio antipatriótico por la Marca España. A su favor, el hasta ahora líder de la oposición debería esgrimir la especie de que, a senso contrario, Pedro Sánchez no sabe gallego, por mucho que tenga a Yolanda Díaz en su Consejo.
De tan buen inglés que habla, a la vista de los últimos resultados electorales, pareciera como si sus compatriotas no le hubieran entendido y pensaran que unas municipales y autonómicas constituían un prebiscito sobre su figura
¿Qué se hizo de aquella Ana Botella y su relaxing cup of café con leche? La primera dama del PP demostró ser una adelantada del espanglish y tampoco supimos apreciarlo en su momento. José María Aznar sabía menos inglés que Antonio Banderas en Philadelphia, cuando impartía clases magistrales en Georgestown. Pero ni siquiera debe entenderlo aún hoy demasiado bien, porque no parece haberse enterado de que Georges Bush y Tony Blair ya pidieron perdón por el embuste de las armas de destrucción masiva en el Irak de Sadam Hussein, y él no lo ha hecho todavía.
Así, no extraña que Pedro Sánchez, seguramente tirando de sus conocimientos de inglés como lingua franca, sea capaz de entenderse con catalanes, valencianos o vascos, para sus gobiernos llamados por la derecha “Frankestein”. El Partido Popular, visto lo visto, sólo sabe entenderse con Vox, pero nadie estaría dispuesto por ello a sostener que puede formar un Gobierno Drácula. Lo que está claro es que la izquierda y la derecha siguen sin hablar el mismo idioma en sus respectivos programas, pero a ver qué lenguaje comprenderán mejor sus votantes el próximo 23 de julio.
Al cantaor flamenco decimonónico Silverio Franconetti le afearon en una ocasión: “Sí, canta muy bien, pero tiene los pies muy grandes”. Al presidente del Gobierno español le ocurre otro tanto. Una legión de influencers mediáticos y políticos llevan, en esta legislatura tan rara, criticándole hasta los andares: “Sí, es guapo, pero es que es demasiado guapo; es tan resultón que resulta arrogante; ¿qué hace en el G8 ese podemita en traje impecable?”.
Lo peor de todo es que, además, habla inglés. Y lo chamulla tan bien que resulta antipatriótico. Dícese del buen español quien estudia inglés toda la vida pero no lo habla jamás. O lo habla como los siux de las películas o como los filipinos conservan el chabacano.