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Podredumbre en la Universidad española

María Iglesias

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Aunque preocupada por el empeño de Pablo Iglesias y Yolanda Díaz por seguir haciendo de Pimpinela y acercarnos así al abismo de un gobierno con Feijóo y Abascal de presidente y vicepresidente, pese al dolor frente a la imagen de las ministras de UP Ione Belarra e Irene Montero solas y desoladas mientras el PP aplaudía en pie la reforma del solo sí es sí aprobada por su acuerdo con el PSOE, esta vez pongo el foco sobre una vergüenza nacional gravísima que hay que revertir ya a toda prisa. Me refiero a la podredumbre dentro de nuestra institución universitaria.

Esta semana han saltado a la esfera pública, por investigaciones de EL PAÍS y elDiario.es, dos casos vergonzosos y sintomáticos del grado de corrupción e impunidad que mancha y lastra el funcionamiento del que debería ser uno de los pilares confiables del país: la Universidad.

Se supone que el sistema universitario es vivero de sólido conocimiento científico, semillero de mentes inteligentes, críticas y libres al servicio del avance colectivo. Pero de pronto nos topamos con que España lidera, solo superada por China, la lista de investigadores tramposos que han aceptado mentir diciendo que trabajan para la Universidad saudí a cambio de cobrar 70.000 euros anuales porque eso mejora la posición de Arabia en el ranking de Shanghái. Y también leemos que el hasta ahora respetado catedrático de Ciencias Políticas y Sociales de la Pompeu Fabra Vicenç Navarro lleva décadas maltratando a secretarias y docentes, último caso de momento del rosario de abusos y acosos universitarios.

Científicos mentirosos por dinero

Resulta que las universidades del mundo luchan cada año para subir puestos en el ranking de Shanghái porque eso les da prestigio, influencia, más alumnado interesado en matricularse y por tanto dinero. Para subir peldaños suma puntos tener profesores ganadores del Nobel y docentes también incluidos en la lista de los 7.000 científicos cuyas investigaciones son más referidas por otros colegas.

Pues bien, 11 de los científicos españoles de esa lista hecha por la empresa inglesa Clarivate han aceptado decir que su lugar principal de trabajo es la universidad Rey Saúd de Riad (Arabia) aunque eso le haya costado bajar hasta 150 puestos a su verdadera universidad española, como le pasó a la de Córdoba por la falsa adscripción a la Universidad árabe del químico Rafael Luque, ahora suspendido de empleo y sueldo durante 13 años.

Que España lidere el fraude mundial de científicos falsamente adscritos a la Universidad de Arabia solo superada, en un único caso, por China que tiene 30 veces más población deja fatal el control de calidad de nuestra Universidad.

Quizá 11 corruptos parezcan pocos. Pero es que el país con más científicos comprados por Arabia es China con solo uno más que nosotros, 12, cuando China tiene 30 veces más población que España. Existen seis casos en Reino Unido al igual que en Italia y cinco en Alemania, pero en países como Francia no hay ninguno. Hacemos honor de nuevo a nuestra tradición picaresca, de pueblo súbdito de bribón emérito.

No está de más completar la orla de estos 11 que, según EL PAÍS, son, además del ya citado Rafael Luque, el también químico Damià Barceló del Instituto Catalán de Investigación del Agua (CSIC), Luis Martínez, catedrático de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la Universidad de Jaén, el físico Andrés Castellanos (CSIC), los psiquiatras del Sant Joan de Déu Ai Kiyanagi y Josep Maria Haro, el catedrático de la Universidad Miguel Hernández de Elche y experto en Tecnología de alimentos José Ángel Pérez, el doctor en Biología de la Autónoma de Barcelona Jordi Sandans, el ecólogo marino Ángel Borja del centro tecnológico vasco AZTI; la experta en alimentos Francesca Giampieri de la privada y santanderina Universidad Europea del Atlántico y Rubén Domínguez y Miriam Pateiro del Centro Tecnolóxico da Carne de la Xunta de Galicia.

El éxito de sacar investigaciones cada 37h

Se trata de un grupo de científicos al que descalifica su desprecio por la verdad, pero también la exagerada rapidez sobre la que labran su éxito pues, como prueban varias de sus trayectorias, se han convertido en parte de los 7.000 científicos más citados del mundo a base de publicar un estudio cada 37 horas en el caso del químico Rafael Luque de la Universidad de Córdoba y un artículo cada tres días en el de la psiquiatra Ai Kiyanagi del Sant Joan de Déu.

Eso les deja fatal a ellos, pero es además demoledor para toda la institución académica, internacional y española. No basta que Joan Subirats, ministro de Universidades y uno de los dos afectados junto a la de Ciencia, Diana Morant, diga que publicar investigaciones cada tres días “es algo complicado de entender”.

No basta que el ministro Subirats diga que es “complicado entender” que investigadores publiquen estudios cada tres días. Hay que cambiar ya el sistema que mide el valor de una investigación por las veces que se cita sin la menor verificación de su calidad

Que pueda ocurrir, que no existan controles que lo impidan, peor aún, que el sistema determine que el mejor científico es el que publica más cantidad sin la menor verificación de la calidad es una burla insostenible ni un segundo más. Y si la Universidad no se da cuenta de ello, si no tiene voluntad o capacidad de atajarlo, entonces es que se ha vuelto un zombie, un muerto por más que camine. Yo, que tanto la respeto al igual que a sus docentes rigurosos y entregados, me resisto a asumirlo.

Impunidad en la Universidad de abusadores y maltratadores

Pero por más que duela hay que afrontar que esta trampa de fingir trabajar en Arabia saudí la conocían más que los 11 tramposos. Sin ir más lejos quienes, como la química Mira Petrovic, recibieron tal oferta que rechazaron, en su caso, antes de la pandemia. ¿Por qué todo ha tardado tres años en aflorar? ¿Nadie lo denunció? ¿Se les ignoró?

La sospecha de impunidad en la Universidad española se cimenta sobre las cada vez más numerosas denuncias de casos de maltrato, violencia y abusos que, según las víctimas la institución conoce y tapa sin protegerlas, abandonándolas.

Los fraudes individuales ahora conocidos y la cadena de abusos y maltrato que está emergiendo en diversas universidades evidencian un sistema de sumisión jerárquica acrítica y sin control que permite vergüenzas intolerables.

Esta semana elDiario.es ha desvelado que Vicenç Navarro, prestigioso catedrático de la Pompeu Fabra y referente económico de Podemos y En Comú, explotaba y humillaba a sucesivas secretarias y docentes bajo de su autoridad jerárquica con gritos, insultos y hasta el lanzamiento de objetos en presencia de otros. Hechos intolerables sucedidos durante años ante los que apenas una investigadora estadounidense se ha atrevido a plantear denuncia escrita.

Lejos de ser un caso aislado, se trata del eslabón de la cadena que sigue a:

  •  La revelación también por elDiario.es de que en la misma Pompeu Fabra el catedrático de Farmacología Rafael Maldonado “aterrorizó” a las investigadoras y desde 2017 la Universidad lo sabía y no hizo nada;
  • Al caso de la premiada arqueóloga Margarita Díaz-Andreu que “trataba como esclavas” a las  investigadoras mientras la Universitat de Barcelona, conocedora, no hacía nada; 
  • O el del ex decano de Educación de la Universidad de Sevilla que salió bien parado pese a la condena judicial por abuso sexual a tres profesoras porque tras el encubrimiento y justificación de 35 miembros del departamento frente a solo 6 que apoyaron a las víctimas, la Audiencia de Sevilla rebajó la condena al abusador de 7 años de cárcel a 2 años y 8 meses por dilación indebida del procedimiento. Y eso que, según recoge la sentencia, las denunciantes sufrieron que Santiago Romero les dijera “Tienes que follar más, que estás muy flaca”; o también que abrazara a una de ella “de manera efusiva para, a continuación, bajar las manos hasta tocarle los glúteos mirándola de manera lasciva”; “En una ocasión una profesora se agachó a coger algo, momento en que él la empujó con el pie diciendo ‘esta es una puta, qué se va a esperar’”; “le cogió la mano y venciendo la resistencia que ella le ofrecía, la colocó sobre sus genitales”; “la besó en varias ocasiones en la boca venciendo la resistencia de la víctima”.

Conmociona especialmente la denuncia en marzo de este 2023 de Noelia Pérez Cámara, doctoranda de la Universidad de Granada que, con cierto temblor en la voz, tuvo que aprovechar, como se ve en este vídeo, el acto en que recogía un premio a su expediente para hacer público ante la propia rectora, Pilar Aranda, que llevaba diez meses sufriendo el trabajar con su agresor pese a haberlo denunciado a la institución y saber esta que él tiene ya “cuatro denuncias por acoso sexual”. La respuesta de la rectora diciendo “Podéis estar todos tranquilos porque en esta universidad se cumple perfectamente con la ley (minuto 05.00 de este otro vídeo) impresiona por la falta de empatía y transmite cinismo.

Porque lo cierto es que no, que la sociedad española ni puede ni debe quedarse tranquila e inactiva frente a la podredumbre que urge limpiar de nuestra universidad. Las víctimas pese al miedo a represalias hablan, los medios de comunicación alumbran los casos. Hay que exigir a la Universidad y a los responsables políticos educativos, Gobierno y autonomías, que sin perderse en palabrerías establezcan ya, con urgencia, sistemas de control y garantía tanto de la calidad investigadora como de que en nuestra Universidad se va a trabajar con condiciones de respeto, dignidad y seguridad.

Aunque preocupada por el empeño de Pablo Iglesias y Yolanda Díaz por seguir haciendo de Pimpinela y acercarnos así al abismo de un gobierno con Feijóo y Abascal de presidente y vicepresidente, pese al dolor frente a la imagen de las ministras de UP Ione Belarra e Irene Montero solas y desoladas mientras el PP aplaudía en pie la reforma del solo sí es sí aprobada por su acuerdo con el PSOE, esta vez pongo el foco sobre una vergüenza nacional gravísima que hay que revertir ya a toda prisa. Me refiero a la podredumbre dentro de nuestra institución universitaria.

Esta semana han saltado a la esfera pública, por investigaciones de EL PAÍS y elDiario.es, dos casos vergonzosos y sintomáticos del grado de corrupción e impunidad que mancha y lastra el funcionamiento del que debería ser uno de los pilares confiables del país: la Universidad.