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La verdad sobre Abengoa
Las nuevas sobre Abengoa ni son buenas ni pintan bien. La semana pasada anunció la presentación de un ERE para echar a unos 400 trabajadores de Inabensa, es decir, a la mitad de la plantilla de la filial que es en realidad el cogollo de la empresa.
Inmediatamente después, saltó la noticia de que un grupo de bonistas sevillanos, es decir inversores que le prestaron su dinero a la empresa, han acudido al juez para impugnar el plan de salvación diseñado por los bancos. Lo que podría suponer, de hecho, la inevitable declaración de un concurso de acreedores.
Desde algunos medios de comunicación se ha señalado de inmediato a dichos bonistas como unos egoístas, incapaces de solidarizarse con el resto de acreedores y trabajadores, que están dispuestos a llevar a Abengoa a la quiebra con tal de salvar algunos de sus muebles. Por mucho que pretendan intoxicarnos, la verdad es otra. Son los propios bancos que dirigen el plan de rescate los que han dado el pistoletazo de salida al sálvese quien pueda.
El plan que contaron al resto de acreedores para rescatar Abengoa implica una quita del 70%. Es decir, inversores y proveedores aceptarían cobrar sólo un 30% de lo que se les debe, bajo la promesa de que se garantizaría ese pago porque una vez saneada y reducida de tamaño, Abengoa generaría suficiente negocio para pagarles. Incluso muchos de sus proveedores podrían compensar en algo su pérdida participando en los nuevos contratos de Abengoa una vez saneada.
Ahora bien, Abengoa no tiene prácticamente activos tangibles (y los pocos que hay están ya más que pignorados por los bancos). En realidad su activo es su capacidad para generar ingeniería. Y eso es Inabensa, un montón de ingenieros y especialistas diseñando y montando instalaciones eléctricas. Sin ese personal, su activo, su capacidad para generar negocio, y por tanto ingresos con los que pagar sus deudas, desaparece.
Así pues, el mensaje que han recibido todos sus bonistas, accionistas y proveedores, al conocer la noticia del ERE de Inabensa, es que los bancos ya estarían dando Abengoa por pérdida. Muchos de esos proveedores son pymes que, obviamente, no pueden afrontar los costes de acudir al juez, por lo que no les queda otro remedio que resignarse a esperar acontecimientos.
Pero los bonistas sí que pueden. Y su intención no es otra que obligar a los bancos acreedores a ponerse en la misma cola que todos los demás para cobrar la parte de su deuda que les toque. En función de lo que decida un juez, y no los bancos, que estarían primando sus intereses sobre los del resto de acreedores. Incluso habría que plantearse si Abengoa y sus acreedores estarían en la actual situación si la gestión de la crisis la hubiera pilotado un juez desde el principio, y no los bancos acreedores.
Así pues, por mucho que pretendan hacernos creer que la muerte de Abengoa se deberá a la insolidaridad y avaricia de unos cuantos bonistas sevillanos, la realidad es que los culpables de lo que ha pasado con la que era única multinacional andaluza son sus propios gestores, que dilapidaron su herencia y encima cobraron exageradamente por ello.
Y los culpables de lo que pasará serán los bancos, que han optado por hacer caja liquidando cuánto antes lo poco que de vendible hay en Abengoa, sin comprometerse a financiar la continuidad del negocio. Si Inabensa no obtiene contratos nuevos y ha de recurrir a un ERE, es, fundamentalmente, porque ninguno de sus bancos acreedores está dispuesto a avalarla ante sus posibles contratistas.
Sin avales no hay contratos, sin contratos no hay ingresos, sin ingresos no hay dinero para hacer frente a deudas, sean estas con sus trabajadores, sus proveedores, o sus inversores. En definitiva, sin Inabensa no hay Abengoa. Y la decisión del ERE de Inabensa es de los actuales gestores, es decir de los bancos, no de los bonistas sevillanos.
Las nuevas sobre Abengoa ni son buenas ni pintan bien. La semana pasada anunció la presentación de un ERE para echar a unos 400 trabajadores de Inabensa, es decir, a la mitad de la plantilla de la filial que es en realidad el cogollo de la empresa.
Inmediatamente después, saltó la noticia de que un grupo de bonistas sevillanos, es decir inversores que le prestaron su dinero a la empresa, han acudido al juez para impugnar el plan de salvación diseñado por los bancos. Lo que podría suponer, de hecho, la inevitable declaración de un concurso de acreedores.