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ANDALUCES EMIGRAOS

Volver...

28 de febrero de 2024 19:56 h

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Con la frente marchita

Las nieves del tiempo platearon

mi sien

El estribillo del tango de Carlos Gardel, siempre en la voz de Estrella Morente, quien interpretó el clásico para la película de Almodóvar del mismo título, resuena en mi cabeza cuando pienso en eso, en Volver. 

Volver a mi primer amor, que es y fue Andalucía, y no en ese viaje anual o bianual que se va tan rápido, esas fugaces visitas de encuentros robados y abrazos fugaces. Volver de verdad. 

Es una conversación que de vez en cuando tengo con mi marido, que es estadounidense pero amante de la tierra que me vio nacer, y andaluz de adopción, como lo han nombrado mis amigos en más de un encuentro regado de Cruzcampo. 

¿Podremos algún día volver de verdad?

Este año marca el undécimo aniversario de que fui por última vez, con solo una maleta y una esterilla de yoga, en el autobús nocturno de Málaga hasta Madrid, a coger un vuelo de solo ida, en este caso a San Diego (el de California, y no el barrio sevillano), donde hasta hoy he plantado mi residencia. 

Me imagino que, como yo, aún haya muchos de esos dos millones que tengan la ilusión de un día regresar. A nuestro pueblo, nuestra ciudad, provincia o playa

Según la Junta de Andalucía, somos dos millones de andaluces los que estamos viviendo fuera de los límites de la Comunidad Autónoma, de ellos 200.000 en el extranjero. 

Me imagino que, como yo, aún haya muchos de esos dos millones que tengan la ilusión de un día regresar. A nuestro pueblo, nuestra ciudad, provincia o playa. Al lugar donde nos entienden todas las expresiones y no tenemos que explicarlas, o corregir un poco (que lo de cambiar el acento estos días está mal visto, aunque sea que se te haya pegao) nuestra manera de hablar. 

Pero volver, ¿a trabajar dónde? Es la pregunta que nos hacemos siempre mi contraparte y yo, cada vez que surge la conversación. Y es que a pesar de los avances en las cifras del paro en los últimos meses, el casi 18% de las personas en la comunidad no tienen trabajo–y de las mujeres, el 20% están desempleadas. 

Y aun si consiguiéramos trabajo–que yo, siendo periodista, y él, profesor de universidad, lo vemos complicado–siempre nos preguntamos, ¿cuál sería nuestro nivel de precariedad?

Los bajos salarios y la temporalidad están entre los problemas que los jóvenes–aunque hace un mes cumplí 36, y ya no entro en esta categoría ni por los pelos, aunque como millenial me considere yo joven de por vida. “La proporción del salario que debe destinar un joven andaluz de media entre las edades de 26 y 35 años al alquiler de una vivienda de 2 dormitorios alcanzó el 72’5% en 2020”, según este informe de Comisiones Obreras. 

Esto, a pesar de ser Andalucía la comunidad con más alquileres vacacionales de toda Europa, un turismo que la Junta de Juanma Moreno no para de fomentar, como si lo que hiciese falta fuese más turismo. 

Y entonces, ¿y si nos buscamos la vida en Madrid? Estaríamos a solo un AVE de Sevilla, aunque incómodo, pues es mejor que las 24 horas de viaje de media que echamos ahora para recorrer los 10.000 kilómetros que nos separan de mi tierra. Pero, en seguida lo descartamos, porque para vivir en Madrid, mejor me quedo como estoy. 

No es que donde estemos no haya precariedad, pero es una precariedad diferente. De alguna manera más llevadera, aunque tengamos que pagar millonadas por seguros de salud privados, ahorrar para nuestras pensiones y vivir con el miedo a que un loco americano te saque una pistola en cualquier momento. 

Pero no, tal y como está el patio, mejor me quedo donde estoy. Lo de volver, ya lo dejamos para la jubilación. 

Esperar, entonces, como en el tango de Gardel, a que mi frente esté marchita, y las nieves del tiempo ya me han dejado sus copos en la sien para volver. 

Sin más me despido.

Con la frente marchita

Las nieves del tiempo platearon