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Lo que el voto les quitó
No pasaba por sus cabezas, pero la irrupción de las nuevas formaciones políticas tras las consultas electorales de mayo y junio, ha provocado que muchos de nuestros tradicionales y longevos actores políticos anden llorando por las esquinas ante el “paraíso perdido” que el voto les quitó.
Muchos de los próceres que no hace ni tres meses transmitían una confianza y seguridad a prueba de urna, se encuentran desde hace dos semanas en un preocupante estado de shock político, que les tiene demudados, afásicos y apáticos, cuando no hipercativos, incontinentes, contradictorios y al borde de un ataque de nervios.
Ni en sus peores pesadillas, muchos de los más reputados alcaldes andaluces podían imaginar el diabólico escenario en que les ha colocado la voluntad de los andaluces, expresada el pasado 24 de mayo. Se acabaron las “zonas de confort” de las mayorías absolutas, o como mal menor, de los pactos de Gobierno que les permitían vivir cuatro años de tranquilidad, a cambio de no inmiscuirse en las “cosas” del socio de turno.
La fragmentación del voto en pueblos y ciudades va a ser la prueba del algodón, que demostrará el temple de nuestros políticos y si están a la altura del reto ante el que les coloca el pueblo soberano. La ciudadanía quiere diálogo, pactos, negociación y los quiere durante todos y cada uno de los días de los próximos cuatro años. Los votantes quieren que sus alcaldes y concejales tengan que esforzarse por entenderse con sus adversarios, e incorporar en su acción de Gobierno lo mejor que cada partido ha comprometido con ellos.
Ya está bien de escuchar la letanía de lo buenas que son las grandes mayorías y lo peligroso de la atomización del voto. Llevada al extremo, esa teoría, tan querida por Rajoy y el PP, podría llevarnos a pensar que la mayor estabilidad -y por lo tanto el mejor régimen de gobierno- sería la de una dictadura ... Y no es el caso.
Se acabó el ordeno y mando y el “ahora no toca”. Y se nota, vaya si se nota. El Ayuntamiento de Granada es uno de los casos más evidentes de lo que “el voto les quitó”. Desde la misma noche del domingo 24, quienes durante los últimos 12 años han vivido instalados en la mayor de las arrogancias, están viviendo un auténtico calvario, sin tener a nadie que les escriba ni les diga bonitos ojos -políticos- tienes.
La prepotencia practicada por Torres Hurtado durante sus tres mandatos ha tenido como consecuencia la más absoluta soledad para el PP. Nadie quiere a Torres Hurtado en la alcaldía, ni siquiera Ciudadanos, su aliado natural, quien en un tremendo golpe de efecto ha condicionado su apoyo a que el hasta ahora alcalde no sea el candidato.
Me gustaría pensar que ha sido un gesto de dignidad política el que ha llevado a Torres Hurtado y a su partido a rechazar semejante condición -aunque ello suponga llevar a sus once concejales a la oposición- sin embargo, tanto el tono, como el lenguaje gestual del aún alcalde en funciones, inclina más a interpretarlo como un nuevo ataque de soberbia, a la que tan proclive es y ha sido José Torres y su “corte de los milagros”.
El previsible paso por la oposición del PP en Granada acabaría con una forma de gobernar en la que la confrontación, con toda aquella institución no gobernada por su partido, la bancarrota de sus cuentas públicas, la pérdida de peso cultural de una ciudad con una vitalidad extraordinaria, pero eclipsada por el clientelismo más brutal que se recuerda; la vulgaridad personificada en su alcalde, el descarado enchufismo en el empleo público; la opacidad en la gestión, el enfrentamiento con casi todos los colectivos vecinales, el “sostenella y no enmedalla” y los tics autoritarios, más propios de otros tiempos, han hecho de la actual Granada, una ciudad muy alejada de la que sus posibilidades permitirían imaginar.
Probablemente, sólo probablemente, esta forma de Gobierno será una de las cosas incluídas en “lo que el voto les quitó”, lo que ya merecería la pena por mera higiene democrática.
No pasaba por sus cabezas, pero la irrupción de las nuevas formaciones políticas tras las consultas electorales de mayo y junio, ha provocado que muchos de nuestros tradicionales y longevos actores políticos anden llorando por las esquinas ante el “paraíso perdido” que el voto les quitó.
Muchos de los próceres que no hace ni tres meses transmitían una confianza y seguridad a prueba de urna, se encuentran desde hace dos semanas en un preocupante estado de shock político, que les tiene demudados, afásicos y apáticos, cuando no hipercativos, incontinentes, contradictorios y al borde de un ataque de nervios.