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“El océano funciona porque sus elementos están conectados y relacionados entre sí manteniendo el equilibrio”

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Inés Martínez Pita es zoóloga marina y trabaja en la Universidad Pablo de Olavide desde el año 2011. Comenzó su carrera estudiando la reproducción de invertebrados marinos, fundamentalmente de moluscos y equinodermos y, posteriormente, aplicó esos conocimientos a la investigación práctica, donde ha trabajado durante muchos años en el ámbito de la acuicultura; concretamente en la optimización de las fases de cultivo larvario de varias especies de bivalvos como el mejillón. Actualmente, sus líneas específicas de investigación se centran en el estudio de la fauna de las playas, tanto de macrofauna como de meiofauna.

Uno de los principales problemas para la fauna marina, según señalan los expertos, es el de la contaminación por el uso de los plásticos ¿Qué se ha avanzado y qué queda por hacer en este campo?

En la actualidad se están haciendo pruebas con plásticos biodegradables pero realmente los resultados no son demasiado alentadores, ya que al degradarse, los nanoplásticos que se forman son tóxicos para los organismos. Por tanto, el plástico en sí no es tóxico, pero sí las sustancias en las que se degrada. Es un verdadero problema con difícil solución ya que muchos de estos plásticos se convierten en partículas muy pequeñas, los conocidos microplásticos que llegan a animales muy pequeños que están en la base de la cadena trófica. De hecho, se han podido ver fibras en el sistema digestivo de nematodos, un grupo de gusanos muy común en el sustrato marino. Muchos de ellos tienen menos de un milímetro de longitud y de ellos se alimentan otros animales.

El problema del plástico se soluciona consumiendo menos plástico, aunque por supuesto las investigaciones en plásticos biodegradables deben seguir. Un comienzo podría ser la Ley de Residuos de la que se está hablando estos días y que, por lo menos, minimizaría la utilización de plástico.

La pérdida de biodiversidad es también otra de las cuestiones que afectan al mundo marino ¿cómo describiría la situación? ¿Qué posibles soluciones se plantean?

La pérdida de biodiversidad es un problema que viene desde hace muchos años, son muchos factores los que han influido en que, desde un punto de vista global, podamos hablar de que existe una disminución de la biodiversidad. Un ejemplo que estamos viviendo en nuestras costas es la aparición del alga Rugulopteryx okamurae, que está invadiendo los sustratos duros de las costas del estrecho y está desplazando a las algas autóctonas de la zona y por tanto podría afectar a las especies faunísticas. La solución es difícil porque la pérdida de diversidad está relacionada con actividades humanas y en muchos casos no hay vuelta atrás.

Preocupa también el blanqueo de corales por el cambio de temperatura. ¿Qué destacaría sobre este problema?

El blanqueo del coral se produce porque las zooxanteles, un grupo de microorganismos fotosintéticos que viven en simbiosis con los corales, se desprenden del coral cuando la temperatura sube por encima de los 30-35ºC. Si la temperatura del agua de los océanos sigue aumentando como consecuencia del cambio climático, el blanqueo y la muerte de los corales continuará. Me gustaría ser optimista y pensar que se podría revertir la situación o al menos pensar que no va a ir a más, pero como escuché hace unos meses en una conferencia: “el cambio climático ha llegado para quedarse”. Así que el blanqueamiento continuará.

Gran parte de su trabajo se centra en la acuicultura ¿Qué ideas le gustaría subrayar sobre esta práctica y su relación con la protección del medio ambiente?

La acuicultura es una actividad necesaria, ya que es una forma de obtener alimento de una forma controlada como lo es la ganadería. Lo que ocurre es que queda mucho camino por andar. Con la acuicultura se protege el medio ambiente porque protegemos la sobreexplotación de los recursos naturales marinos y continentales. Por ejemplo, una de las especies que se están estudiando con más interés es el pulpo o el atún, ya que tienen un valor comercial muy alto pero sus poblaciones se están viendo mermadas. En los últimos años se está desarrollando un nuevo tipo de acuicultura denominada ‘acuicultura multitrófica integrada’, que consiste en criar varios tipos de especies diferentes de forma que unas aprovechen los desechos de otras. De esa forma, se disminuye la carga de materia orgánica y de desechos en el medio acuático. Por ejemplo, cultivar doradas junto con algas y mejillones, las primeras fijarían sustancias como el amonio producto del metabolismo de las doradas y los segundos filtrarían partículas en suspensión, como lo serían restos del pienso con el que se alimenta a los peces.

Su último estudio ha versado sobre las consecuencias de la salinidad en las coquinas. ¿Qué podría destacar del mismo?

Es un estudio que hemos llevado a cabo tres profesores del área de Zoología, Francisco García García, Mª José Reyes-Martínez y yo, junto con Diego Soler, que fue un excelente alumno nuestro. Acaba de ser publicado en la revista Estuarine, Coastal and Shelf Science. Como conclusiones generales podemos destacar que la coquina es una especie de bivalvo que tolera un rango amplio de salinidad, de hecho, por encima de una salinidad de 14 algunos individuos de la población sobreviven (la del mar es de 35 de media). Además, hay diferencias entre los adultos y los juveniles; éstos son más resistentes, ya que toleran mejor las bajas salinidades y durante más tiempo. Por tanto, ante una repentina bajada de salinidad en un ambiente estuarino por la llegada de agua dulce debido a lluvias torrenciales causadas por el cambio climático, la coquina tendría cierta capacidad de resistencia siempre que no fuera una circunstancia permanente.

Recientemente hemos visto imágenes de cómo se desinfectaban playas (el caso de Zahara de los Atunes en Cádiz) con lejía para evitar la propagación de la COVID-19. ¿Qué repercusiones tienen medidas como ésta para el medio ambiente?

Hubiera sido interesante haber cogido muestras de la zona cuando ocurrió la limpieza. Probablemente algunas especies del sustrato más superficial de la playa hayan desaparecido por lo que se habrá producido una pérdida de diversidad. Pero también es cierto que si el daño es puntual, la capacidad de resiliencia de estas comunidades es alta, por lo que al igual que ha ocurrido cuando se han producido episodios cortos y puntuales de contaminación, la comunidad debe recuperarse.

Usted imparte la asignatura de Zoología Marina en la UPO y durante la misma realiza prácticas en la playa con su alumnado para valorar el estado ambiental de las mismas. ¿En qué consisten?

Es una práctica que consideramos muy constructiva para los alumnos y constituye el 50 % de la asignatura. Consiste en coger muestras de arena de la playa de Punta Umbría aprovechando la bajamar; dependiendo del número de alumnos varía el número de zonas que muestreamos. Empezamos en una zona cercana al espigón y desde ahí definimos entre dos y seis zonas. A cada zona va un grupo de alumnos con un profesor. Allí medimos la playa y la dividimos en diez niveles desde la bajamar a la zona más alta de la marea. En cada nivel cogemos seis muestras de arena que tamizamos en la orilla del mar y el contenido lo embolsamos para llevarlo al laboratorio, además tomamos muestras de la arena para saber sus características: contenido de humedad, tipo de grano que lo forma, contenido en materia orgánica y la selección, que es la disposición de los granos de arena, si están ordenados o desordenados.

Una vez en el laboratorio y durante varias sesiones, hallamos, por un lado, todas las características del sedimento y, por otro, examinamos las muestras tamizadas para identificar los animales que había en cada uno de los diez niveles de la playa. Generalmente, encontramos diversas especies de poliquetos, crustáceos y moluscos bivalvos y gasterópodos. Con todos los datos hacemos una serie de análisis estadísticos con los que obtenemos una serie de índices como la diversidad o la abundancia. Además, nos permite establecer las diferencias entre la zona más baja y más alta de la playa y las que pueda haber entre una zona influida por la presencia del espigón y una que no lo está. Por otra parte, aplicamos el índice AMBI, un índice creado por la empresa AZTI y que utiliza la presencia de especies previamente clasificadas por su tolerancia o no a la perturbación ambiental. De esta forma, establecemos el grado de perturbación de las distintas zonas muestreadas en la playa de Punta Umbría. Los alumnos hacen un informe científico que luego exponen en grupo y sobre el que posteriormente debatimos.

Por último, ¿qué mensaje le gustaría subrayar sobre la importancia de la protección al medio ambiente y en concreto a la fauna marina?

El océano, al igual que el ecosistema terrestre, funciona porque sus elementos están conectados y relacionados entre sí manteniendo un equilibrio. Proteger el medio ambiente significa mantener ese equilibrio; la fauna marina forma parte de ese sistema, si se ve afectada, todos los demás elementos del ecosistema sufrirán también. Hay que tener en cuenta que nosotros formamos parte del ecosistema por lo que no proteger el medio ambiente será perjudicial para nosotros, de hecho ya lo estamos sufriendo con el cambio climático.

Inés Martínez Pita es zoóloga marina y trabaja en la Universidad Pablo de Olavide desde el año 2011. Comenzó su carrera estudiando la reproducción de invertebrados marinos, fundamentalmente de moluscos y equinodermos y, posteriormente, aplicó esos conocimientos a la investigación práctica, donde ha trabajado durante muchos años en el ámbito de la acuicultura; concretamente en la optimización de las fases de cultivo larvario de varias especies de bivalvos como el mejillón. Actualmente, sus líneas específicas de investigación se centran en el estudio de la fauna de las playas, tanto de macrofauna como de meiofauna.

Uno de los principales problemas para la fauna marina, según señalan los expertos, es el de la contaminación por el uso de los plásticos ¿Qué se ha avanzado y qué queda por hacer en este campo?