El próximo 18 de mayo se celebra la final de uno de los certámenes musicales internacionales de mayor impacto mediático en occidente. El concurso televisivo ha resistido el paso del tiempo y se renueva continuamente para no perder su cuota de relevancia.
La competición pretende ser una representacióndel talento y mejores atributos de cada país participante a través de sus artistas. Este escenario es un escaparate privilegiado para la promoción de los Estados que, a través del concurso, se muestran al mundo conforme a una imagen de apertura y modernidad. La publicidad es tanta, que los Gobiernos se implican intensamente en la promoción de la candidatura, así como en albergar el festival cuando ha resultado ganador en la edición anterior.
Por todo esto, Eurovisión no puede considerarse un evento exento de pretensiones políticas. Al contrario, el certamen propone una instrumentalización de la expresión artística como método para la comunicación política. Y es, desde este aspecto, donde los movimientos de defensa de los Derechos Humanos tenemos y queremos hablar de Eurovisión.
Israel es el anfitrión de la edición de este año; el componente político de este hecho es escandaloso, dado que el Estado de Israel es un país tremendamente anómalo en lo que se refiere a su relación con la legalidad internacional y el cumplimiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. No hay canción que pueda silenciar este escándalo.
Así, tenemos que hablar de Eurovisión y proponer la utilización de estrategias no violentas de presión política para rechazar las prácticas criminales de este Estado, a través del boicot que propone el movimiento BDS (bdsmovement.net). La persecución al activismo que trata de reproducir estrategias exitosas que en el pasado lograron acabar con el apartheid sudafricano, trasciende la territorialidad palestina. En los últimos años, proliferan las demandas del lobby sionista contra quienes defienden el boicot como medida de presión válida también en España. Estas estrategias son valiosas y eficaces, sin embargo, quienes apoyan el modelo sionista israelí, ven una amenaza en las organizaciones y personas que promueven estas acciones, tachándolas de antisemitas y discriminatorias.
Tenemos que hablar de Eurovisión y explicar por qué apoyamos el boicot a un evento musical que promociona a un Gobierno que está vulnerando continua y sistemáticamente los derechos del pueblo palestino desde hace más de 70 años. Israel es una potencia ocupante que tiene bajo su control el territorio palestino, rechaza el derecho al retorno que legítimamente le corresponde a las personas refugiadas palestinas, y ejerce un modelo de apartheid que discrimina a la población palestina con respecto a la población israelí que reside en el mismo territorio.
Tenemos que hablar de Eurovisión porque Israel es responsable del bloqueo sobre Gaza desde hace más de doce años, restringiendo hasta la asfixia -por tierra, mar y aire- la movilidad y acceso de elementos básicos para la vida. La situación de Gaza rebasa cualquier calificación de emergencia humanitaria, ya que, a la insostenibilidad del bloqueo, hay que añadir los periódicos bombardeos sobre objetivos civiles que acaban con la vida de menores, personal sanitario, periodistas, y una extensa lista que se desangra ante la impasible mirada de la comunidad internacional.
Tenemos que insistir y seguir hablando de Eurovisión porque la proliferación de asentamientos en el territorio de Cisjordania ha sido repetidamente condenada por resoluciones de la ONU, que siempre han sido ignoradas. De hecho, la usurpación de territorios es una constante que provoca la proliferación de agresiones de colonos sobre personas palestinas que viven, además, bajo la permanente hostilidad del ejército y la impunidad de sobre los crímenes que estos cometen.
No podemos dejar de hablar de Eurovisión porque, si consideramos vigente la Declaración Universal de los Derechos Humanos y a la ONU su garante, Israel no ha cumplido ninguna de las resoluciones que condenan, critican o reprueban sus acciones. Es el Estado que más resoluciones condenatorias acumula y el que jamás acató ninguna. Esta disfunción pone en serio peligro las bases sobre las que se sustentan las garantías de un modelo de naciones basadas en el derecho, la libertad y la justicia.
Tenemos un mes para seguir hablando de Eurovisión hasta que celebre la gala final, así podremos expresar que el pueblo palestino no está solo. Proliferan en España (pero no solo) numerosas iniciativas desde la sociedad civil que proponen eventos y festivales alternativos que sean libres de discriminación. La propuesta es que haya voz, sonido y expresión sobre lo que le está sucediendo pueblo palestino mientras la fiesta llena las televisiones de medio mundo. Y demostrar que hay otra forma de expresarse, sin renunciar a principios básicos ni a la solidaridad entre los pueblos, para confluir desde la alegría de la resistencia y la persistencia en la búsqueda de justicia.
Así que hablemos de Eurovisión, de boicot, de derechos humanos y de Palestina. Que se desangren las palabras empañando el blanqueamiento que busca el sionismo con su propaganda.
Cristina Serván Melero, área de Solidaridad Internacional de APDHA