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Arbonaida: la bandera de la memoria y la dignidad de Andalucía
Mi bandera republicana es verde, blanca y verde. Se llama “arbonaida”, bellísima palabra que trae su origen del árabe andalusí “albulaida”, diminutivo de “balad” que significa “patria o país”. Así pues, “arbonaida” contiene en un retal verde y blanco la milenaria historia del pueblo que ondeó su nombre mientras estuvo olvidada y prohibida.
Fue un 4 de diciembre de 1977 cuando millones de gargantas volvieron a izarla en el aire con la esperanza de volver a ser lo que siempre fueron. Libres y soberanas como esas manos a las que cantaba Menese: “Vacías de tanto dar sin tener, pero las manos son mías”. Y a fe que lo consiguieron. Pero las hazañas también se agostan a fuerza de no nombrarlas, y aunque una parte del pueblo andaluz clavó un pendón en su memoria con esa fecha del almanaque, pasaron los años y la mayoría la olvidó y nada supo que contar a sus hijos. Quizá porque muchos se sintieron traicionados. En política se pueden olvidar y perdonar las traiciones a la razón, pero jamás las traiciones al corazón. Y sepultar el espíritu de rebeldía que el pueblo andaluz irradió aquel día, desde Córdoba a Mataró, desde Cádiz a Bilbao, desde Málaga a Valencia, provocando una auténtica cuestión de Estado, todavía sigue siendo imperdonable para quienes lo vivieron.
Cuando el joven Juan Manuel Trinidad Berlanga se encaramó a la fachada de la Diputación de Málaga para colgar la arbonaida que vilmente habían prohibido; cuando el joven Manuel José García Caparrós fue vilmente asesinado a pocos metros de allí por disparos de la policía; cuando la memoria de millones de jóvenes andaluces fue vilmente traicionada durante 40 años al no enseñarse en colegios, institutos y universidades que salieron a la calle para reivindicar que Andalucía era una nacionalidad con los mismos derechos que la que más tuviera; jamás pudimos imaginar que fuera un gobierno de derechas quien instituyera institucionalmente el 4 de diciembre como Día de la Bandera.
Junto a mi hermano del alma José Luis Serrano propusimos un texto legal en este sentido, presentado en dos ocasiones por Teresa Rodríguez, que no admitieron a trámite ninguno de los partidos centralistas del parlamento andaluz, de izquierda y de derecha. Tampoco lo propuso el PA durante los ocho años que cogobernó con el PSOE. Esa es la verdad. Y tanta traición produce urticaria en la memoria hasta que uno se acostumbra a no rascarse y se olvida.
Una nueva generación de andaluzas y andaluces ha vuelto la mirada al 4 de diciembre porque tomaron conciencia de que en ese día habita la esperanza que la generación anterior les había arrebatado
Sin embargo, una nueva generación de andaluzas y andaluces ha crecido sin esta carga, sin estos prejuicios y, con todo el dolor de mi corazón, sin esperanza. Muchos de ellos tuvieron que emigrar al extranjero como hicieron sus padres y abuelas, pero esta vez con un máster bajo el brazo y hablando tres lenguas como mínimo, andaluz incluido. Y fue en Berlín, en Londres, en Ámsterdam o en Dublín donde tomaron conciencia de que la arbonaida, la bandera de Andalucía que pusieron en su cuarto nada más llegar, no servía para esconder las miserias de su tierra sino para revindicar que se acabara con ellas. Fue allí donde tomaron conciencia de que la arbonaida, la bandera de Andalucía, no servía para vendarse los ojos sino para limpiarse el cristalino que les impedía ver la realidad que les obligó a exiliarse. Fue allí donde se sintieron y se supieron andaluces. Y fue allí donde volvieron la mirada al 4 de diciembre porque tomaron conciencia de que en ese día habita la esperanza que la generación anterior les había arrebatado.
Por eso, para mí, siempre es 4 de diciembre. Y por eso, para mí, la arbonaida siempre será la bandera de la paz y de la esperanza, la bandera de los débiles frente a los poderosos, la que abraza a quien más lo necesita, la que calla en un coche oficial pero grita manchada de barro, la bandera de quienes se quieran sentir andaluces sin importar donde hayan nacido, la bandera de quienes amen no importa a quien amen y como amen, la bandera de la memoria y la dignidad, una bandera con nombre de mujer como tierra y libertad, mi bandera republicana y espero que también la tuya.
Mi bandera republicana es verde, blanca y verde. Se llama “arbonaida”, bellísima palabra que trae su origen del árabe andalusí “albulaida”, diminutivo de “balad” que significa “patria o país”. Así pues, “arbonaida” contiene en un retal verde y blanco la milenaria historia del pueblo que ondeó su nombre mientras estuvo olvidada y prohibida.
Fue un 4 de diciembre de 1977 cuando millones de gargantas volvieron a izarla en el aire con la esperanza de volver a ser lo que siempre fueron. Libres y soberanas como esas manos a las que cantaba Menese: “Vacías de tanto dar sin tener, pero las manos son mías”. Y a fe que lo consiguieron. Pero las hazañas también se agostan a fuerza de no nombrarlas, y aunque una parte del pueblo andaluz clavó un pendón en su memoria con esa fecha del almanaque, pasaron los años y la mayoría la olvidó y nada supo que contar a sus hijos. Quizá porque muchos se sintieron traicionados. En política se pueden olvidar y perdonar las traiciones a la razón, pero jamás las traiciones al corazón. Y sepultar el espíritu de rebeldía que el pueblo andaluz irradió aquel día, desde Córdoba a Mataró, desde Cádiz a Bilbao, desde Málaga a Valencia, provocando una auténtica cuestión de Estado, todavía sigue siendo imperdonable para quienes lo vivieron.