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Seis cervezas y dos bollos de pan: elementos para una nueva interacción a distancia
Como consecuencia del confinamiento producto del estado de alarma por la COVID-19, nuestro entorno cotidiano se ha transformado radicalmente. Es cierto que la distancia social provocada por un enemigo invisible e indetectable va a suponer un cambio social radical, un cambio de época (Ruiz, 2020). Es igualmente cierto que el mismo enemigo invisible e indetectable ha empujado a nuevas relaciones conformando una serie de elementos “para una sociología de la amistad” (Requena, 1994). Y aunque los condicionantes sociales de la amistad son mucho más complejos, mi propuesta es simplista, al considerar que estamos proyectando nuevas formas de relaciones sociales que pueden dar lugar a una amistad nueva, con independencia de la influencia de otras cuestiones, de otros elementos, de otras variables.
Aunque simplista, la propuesta de nuevas relaciones a distancia parece cobrar sentido si la acompañamos con algunos datos de encuesta. La última elaborada por 40 dB. para El País, el pasado 19 de abril, señala que las personas preguntadas conceden una valoración más positiva que antes de la crisis del coronavirus tanto hacia sus vecinos como a la ciudadanía en general. Casi la mitad de encuestados los valoran mejor que antes de esta crisis, por encima del 46 y del 48% en cada caso.
Si a esos datos les otorgamos un poco de realidad, las nuevas relaciones a distancia tienen su momento de gloria, su Big Bang, su Gran Explosión. Así, puede suceder con el vecino de enfrente cuando coincidimos en los aplausos de las ocho de la tarde, tras lo cual hay tiempo para entablar una conversación -a distancia- a la que se une el vecino de arriba. Es en ese momento cuando la conversación da lugar a que Jairo, el vecino de arriba, regale seis cervezas a Luis, el vecino de abajo, y él haga lo propio al día siguiente con dos bollos de pan. Puede también ocurrir ese proceso con algunas personas mayores cuando les brindamos nuestro apoyo para hacer las compras y las siempre tediosas tareas administrativas, ahora aún más tediosas al tener que realizarlas obligatoriamente por Internet. He aquí, quizás, una nueva relación a través de una dimensión de apoyo social.
Y es entonces cuando se manifiesta el agradecimiento de aquellas personas que la reciben, pues saben que en tiempos adversos dar no siempre resulta fácil. Si en algo nos está cambiando como sociedad desde el estallido de la pandemia de COVID-19 es precisamente a través del altruismo y en los ámbitos más diversos. Los tiempos de coronavirus serán recordados como tiempos de generosidad, al margen de cómo evolucione el futuro (Barreiro, 2020).
Héroes de la interacción a distancia
Hoy, como estamos viviendo muchos de nosotros diariamente o a través de los medios de comunicación, en la interacción a distancia también hay muchas dosis de creatividad. Algunas personas están demostrando poseer una creatividad infinita para mantener a flote relaciones familiares y de amistad -a distancia- que aquel enemigo invisible e indetectable trata de hundir. A veces ocultos, son héroes de la interacción a distancia: a través de videoconferencias o con el teléfono fijo con quien no tiene (porque no puede o no quiere tener) otros medios para comunicarse.
Descubrimos a esas personas, y a veces nos sorprendemos, de su enorme creatividad y habilidad para utilizar las mejores palabras para empatizar y animar a quienes están tras un dispositivo -un teléfono, una tableta-, y en la distancia. Las palabras de los hijos a sus padres junto con las visitas a distancia de María Esther, las canciones de los nietos al abuelo Jesús, las sonrisas de la abuela Esther, son sólo algunos ejemplos de los millones de ejemplos que podemos encontrar.
Para algunos expertos, el mundo de la interacción a distancia es tan exigente que va a resultar imposible que perdure. Frente a un evento único en la historia, la interacción a distancia como elemento perdurable en el tiempo estará influenciada por las percepciones del riesgo asociado a los contactos personales. En realidad, nadie sabe lo que va a pasar con el futuro de la sociedad. Nadie lo sabe a ciencia cierta.
Es verdad que, desde diferentes frentes, muchos investigadores de todo el mundo estamos aprovechando para estudiar los efectos en el comportamiento humano de un evento único en la historia. De lo mucho leído hasta el momento, me quedo con la reflexión del colega Pep Lobera, de la Universidad Autónoma de Madrid. No le falta razón al amigo Pep cuando dice: “Es muy complicado analizar algo en lo que tú mismo estás metido, pero es difícil concentrarse en otras cosas. Creo que muchos investigamos aspectos de la pandemia como una pulsión defensiva ante lo que nos está pasando... Es mucho más fácil ponerse a currar en esto que lo está tiñendo todo” (Lobera, 2020; citado en Salas, 2020).
El oportunismo asusta si además viene acompañado de premura
Termino con una reflexión sincera a modo de crítica con el uso indiscriminado de la encuesta, descuidando aspectos tan básicos de formulación de las preguntas y de diseño del cuestionario. Todo lo que está pasando no puede analizarse con cuestionarios online. Cada dos o tres días aparecen trabajos infumables, barbaridades de estudios online sin ningún control sobre la selección de la muestra, con preguntas mal formuladas y con categorías de respuesta que no son ni exhaustivas ni excluyentes (dos reglas de oro en investigación mediante cuestionarios). Además, muchas engañan en cuanto a su duración media: son más largas de lo que dicen y esto no es un problema menor.
Hace unos días, y con el ánimo de colaborar con toda mi buena intención, me llegó un cuestionario online. Hasta ahí todo bien. El problema fue que aquello se convirtió en un tormento desde la primera línea: preguntas enrevesadas, mal formuladas y difíciles de entender, y todo ello aderezado con un diseño tan malo que no pude visualizar el texto correctamente en la pantalla del teléfono móvil. Mal asunto si algunos colegas se instalan en el “todo vale” por la necesidad acuciante de obtener datos. Flaco favor.
Aunque es de agradecer el esfuerzo de la comunidad científica para contribuir en el análisis de un fenómeno inédito en su magnitud e impacto, y desde un escrupuloso respeto, hay que advertir de que si se continúa con los usos inadecuados de medición, se va a producir una auténtica masacre de muchas personas que nos dedicamos a la investigación mediante encuesta.
Como consecuencia del confinamiento producto del estado de alarma por la COVID-19, nuestro entorno cotidiano se ha transformado radicalmente. Es cierto que la distancia social provocada por un enemigo invisible e indetectable va a suponer un cambio social radical, un cambio de época (Ruiz, 2020). Es igualmente cierto que el mismo enemigo invisible e indetectable ha empujado a nuevas relaciones conformando una serie de elementos “para una sociología de la amistad” (Requena, 1994). Y aunque los condicionantes sociales de la amistad son mucho más complejos, mi propuesta es simplista, al considerar que estamos proyectando nuevas formas de relaciones sociales que pueden dar lugar a una amistad nueva, con independencia de la influencia de otras cuestiones, de otros elementos, de otras variables.
Aunque simplista, la propuesta de nuevas relaciones a distancia parece cobrar sentido si la acompañamos con algunos datos de encuesta. La última elaborada por 40 dB. para El País, el pasado 19 de abril, señala que las personas preguntadas conceden una valoración más positiva que antes de la crisis del coronavirus tanto hacia sus vecinos como a la ciudadanía en general. Casi la mitad de encuestados los valoran mejor que antes de esta crisis, por encima del 46 y del 48% en cada caso.