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La derecha y el doblepensar

Decía Orwell en su novela 1984 que “Decir mentiras descaradas creyendo sinceramente en ellas, olvidar cualquier hecho que se haya vuelto incómodo, y luego, cuando vuelva a hacerse necesario, sacarlo del olvido el tiempo que haga falta, negar la existencia de la realidad objetiva y al mismo tiempo reparar en la realidad que uno niega resulta imprescindible”. Se refería el autor a lo que denominó doblepiensa, el tipo de pensamiento doblemente falso que caracteriza al poder dictatorial que retrata en su utopía. Al margen del rubor que siento al recordar la ridícula atribución que hizo Feijóo sobre la fecha de la publicación de 1984, son muchas las situaciones y comentarios de la derecha que nos amenaza con gobernarnos que me llevan a releerla.

Una de esas situaciones más recientes ha sido la reunión clandestina del dirigente conservador con unas decenas de miembros de la Asociación de Fiscales; clandestina, porque no figuraba en la agenda pública del dirigente político, porque el silencio informativo sobra la misma indica claramente que el PP tenía conciencia cierta de que le convenía ocultarla, tanto como le interesaba a la mencionada Asociación conservadora para no empañar su supuesta independencia, así como por las reacciones airadas y ofendidas de unos y otros – con la habitual complicidad de la armada mediática – empeñados en destacar la normalidad institucional de dicho encuentro. ¿Normalidad institucional en una reunión para reafirmar la sintonía – cuando no el control “desde atrás”, que diría Cosidó – entre un partido y representantes de uno de los tres poderes del Estado con la finalidad inconfesa de asegurar parabienes y prebendas de tipo ideológico entre los conservadores políticos y los conservadores judiciales?

¿Qué independencia puede esperar la ciudadanía de unos fiscales – algunos de los cuales, por cierto, intervienen en procedimientos contra actos del Gobierno – que expresan de forma tan vehemente su oposición política contra ese mismo Gobierno?

Es profundamente hipócrita que quien acusa reiteradamente al Gobierno de Pedro Sánchez de ocupación de las instituciones y de su deterioro mantenga una reunión con miembros de la fiscalía, que están obligados por ley al mantenimiento de la imparcialidad o, al menos, de la apariencia de la misma, para atacar al Gobierno legítimo, deslizar alguna que otra falsedad, y escuchar de forma complaciente opiniones de algunos de los presentes que rompen sin duda con la lealtad institucional exigible según su propio código ético, y menosprecian el respeto a las normas que rigen el funcionamiento de nuestro poder legislativo. ¿Qué independencia e imparcialidad puede esperar la ciudadanía de unos fiscales – algunos de los cuales, por cierto, intervienen en procedimientos contra actos del Gobierno – que expresan de forma tan vehemente su oposición política contra ese mismo Gobierno? ¿Qué sentido institucional cabe esperar de un dirigente político que mantiene secuestrada la mayoría del órgano de gobierno del poder judicial y ofrece a miembros de ese poder cobertura para mostrar sus auténticas intenciones en caso de gobernar tras las elecciones generales próximas?

El otro motivo que me lleva a la invocación del doblepiensa de 1984 es la utilización de una expresión que es todo un ejemplo de la orwelliana neolengua, y que revela la estrategia electoral por la que el PP propone, como la gran panacea de todos los males de España, la derogación del sanchismo. Para empezar, una cuestión formal pero no menor: derogar significa, según el Diccionario de la RAE, “dejar sin efecto una norma”, lo que viene a concluir, si el ilustrado señor Feijóo me lo permite, que no se pueden derogar personas, y que pretenderlo es tanto como despersonalizarlas, deshumanizarlas. Esta, por cierto, es una obsesión de la derecha iliberal europea desde hace un siglo, porque al deshumanizar al adversario político es más fácil que la gente esté dispuesta a sobrepasar los límites del respeto personal y humano imprescindibles en democracia. Pero es casi más grave que esa propuesta electoral no contemple ni qué es lo que se derogaría concretamente – normas, leyes, medidas, acuerdos, políticas – ni qué es lo que se ofrece a la ciudadanía una vez derogado el sanchismo: derogados la reforma laboral, los ERTE, el SMI, la Ley del sí es sí, la Ley de eutanasia y la Ley de memoria democrática, por citar algunas normas sanchistas, ¿qué nos quedaría en vigor, qué leyes, qué modelo, qué políticas propone esta derecha tan de borrón y cuenta nueva? ¿Las que aplica Ayuso en Madrid con la sanidad y la enseñanza públicas, las que aplica en Andalucía Moreno con Doñana y la desregulación del territorio en manos de la especulación privada? ¿Las de Mañueco en Castilla y León de la manita de Vox? Se trata de proponer una meta para conseguir apoyos fáciles y simples, y a la vez ocultar las auténticas políticas que se pretende llevar a cabo en la hipótesis de poder gobernar: no importa ni el cómo, ni el para hacer qué ni, ojo con esto, con los apoyos de quién. Doblepiensa en estado puro.

Derogados la reforma laboral, los ERTE, el SMI, la Ley del sí es sí, la Ley de eutanasia y la Ley de memoria, por citar alguna norma sanchista ¿qué nos quedaría en vigor, qué leyes, qué modelo, qué políticas propone esta derecha?

El otro día, el señor Feijóo acaba de soltar otra feijoada  a propósito del inminente acuerdo de sindicatos y patronal sobre la negociación colectiva, afirmando que el Gobierno debería de aprender de los agentes sociales, dada su “desidia” para no intentar un pacto de rentas. Que el líder del primer partido de la oposición confunda pacto de rentas con la negociación colectiva, aparentando ignorar que un pacto de rentas no solo debe referirse a los salarios de los trabajadores sino también a los beneficios empresariales, y que el Gobierno lo propuso e impulsó ante la incomprensión del PP y la derecha económica y mediática, pone de manifiesto, una vez más, la absoluta inconsistencia y penuria intelectual de alguien que aspira a gobernarnos, pero también evidencia su doble rasero, criticando ahora una supuesta desidia que en otro momento denunció como injerencia en la libre negociación entre las partes.

Pero se trata, justamente, de eso, como dice literalmente Orwell, de “mentir descaradamente como si se creyera firmemente en las propias mentiras, de negar la realidad sin dejar de saber que existe esa realidad que se niega” si es lo que conviene, de criticar hoy lo defendido ayer, de doblepensar, en fin. Que la derecha que nos amenaza con gobernar esté tan próxima al universo orwelliano, practicando el populismo trumpista para intentar arrancar votos de su extremo derecho a la vez que se intenta presentar como la reserva institucional y constitucional de España para apaciguar al votante moderado, no es sino una señal evidente de la necesidad de que la gente, esa inmensa mayoría social que se juega su futuro en estas próximas elecciones, tome posiciones, mire al horizonte inmediato, y continúe apostando por las políticas que le proporcionan empleo, servicios públicos de calidad y respuestas a sus demandas para mejorar su vida cada día.

Decía Orwell en su novela 1984 que “Decir mentiras descaradas creyendo sinceramente en ellas, olvidar cualquier hecho que se haya vuelto incómodo, y luego, cuando vuelva a hacerse necesario, sacarlo del olvido el tiempo que haga falta, negar la existencia de la realidad objetiva y al mismo tiempo reparar en la realidad que uno niega resulta imprescindible”. Se refería el autor a lo que denominó doblepiensa, el tipo de pensamiento doblemente falso que caracteriza al poder dictatorial que retrata en su utopía. Al margen del rubor que siento al recordar la ridícula atribución que hizo Feijóo sobre la fecha de la publicación de 1984, son muchas las situaciones y comentarios de la derecha que nos amenaza con gobernarnos que me llevan a releerla.

Una de esas situaciones más recientes ha sido la reunión clandestina del dirigente conservador con unas decenas de miembros de la Asociación de Fiscales; clandestina, porque no figuraba en la agenda pública del dirigente político, porque el silencio informativo sobra la misma indica claramente que el PP tenía conciencia cierta de que le convenía ocultarla, tanto como le interesaba a la mencionada Asociación conservadora para no empañar su supuesta independencia, así como por las reacciones airadas y ofendidas de unos y otros – con la habitual complicidad de la armada mediática – empeñados en destacar la normalidad institucional de dicho encuentro. ¿Normalidad institucional en una reunión para reafirmar la sintonía – cuando no el control “desde atrás”, que diría Cosidó – entre un partido y representantes de uno de los tres poderes del Estado con la finalidad inconfesa de asegurar parabienes y prebendas de tipo ideológico entre los conservadores políticos y los conservadores judiciales?