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Marín, eres el más grande
Marcial Lalanda, madrileño para más señas, fue un torero famoso del siglo pasado, del que tomo prestadas las primeras palabras de su pasodoble para venir a referirme al actual Vicepresidente de la Junta de Andalucía, Juan Marín. Hemos conocido en estos días la grabación de una intervención en la reunión de su grupo parlamentario hace meses, en la que concluía que “presentar unos presupuestos el último año de la legislatura es algo estúpido”, que no lo hace ningún gobierno, que además sería poco útil para obtener réditos electorales por la imposibilidad de llevarlo a cabo y, por último, sería poco conveniente porque le brindaría al PSOE la oportunidad de demostrar su disposición a hacer una oposición útil para la ciudadanía. El mismo día que conocemos esa intervención escuchamos a Marín otras declaraciones ante la prensa exigiendo a la oposición – al PSOE, pues – sentido de la responsabilidad y altura de miras, para apoyar unos presupuestos necesarios para la reactivación económica, sin dejarse guiar por sus intereses partidistas.
Dejo para los hermeneutas de Marín – si es que los hubiere – la oportunidad de vincular esos hechos con sus aficiones gastronómicas por las torrijas en plena pandemia, o con su voraz apetito de consejerías haciéndole a Moreno Bonilla una crisis de Gobierno por su exclusivo interés personal, o con su sinceridad descuidada cuando le recomendó a Espadas que esperara sentado la negociación de los presupuestos. Me importa mucho más subrayar tres consideraciones al hilo de la evidente incoherencia entre lo afirmado ante sus diputados este verano y lo dicho a la prensa ahora.
En ningún caso la presentación de unos presupuestos puede ser considerado como algo de menor cuantía que se usa o se tira a conveniencia, ignorando que son la ley más importante de cada año
En primer lugar, por mucho que Marín pretenda enmarcar lo sucedido con las diferencias del calendario entre antes y ahora – profunda reflexión digna del concepto bergsoniano del tiempo - lo cierto es que lo auténticamente diferente es la forma de entender la política del señor Marín con los estándares exigibles en la cuarta economía de la UE: en ningún caso la presentación de unos presupuestos puede ser considerado como algo de menor cuantía que se usa o se tira a conveniencia, ignorando que son la ley más importante de cada año, y la expresión cifrada de las prioridades y políticas de un Gobierno. Nada más y nada menos.
En segundo lugar, todo lo sucedido pone de manifiesto que decir la verdad no parece ser una de las virtudes que adornan a Marín, dado que o faltaba a la verdad cuando hablaba con su grupo parlamentario, porque no se creía lo que allí decía, o miente ahora cuando exige responsabilidad a la oposición, porque defiende que mejor es no presentar los presupuestos. El problema de fondo es que, una vez más, Marín pone de manifiesto que el Gobierno del que forma parte como vicepresidente carece del sentido de la moral cívica imprescindible en una sociedad democrática, puesto que consciente o – dándoles el beneficio de la duda – inconscientemente han preferido jugar a la burla burlando con los partidos de la oposición y con los ciudadanos de cualquier condición al escenificar una supuesta negociación que nunca fue decididamente impulsada ni deseada.
Y, por último, pero no lo menos grave, todo este proceder implica que el Gobierno del que forma parte Marín utiliza no solo las instituciones, sino cualquier otra cosa que pase por sus manos, incluidos los presupuestos de la Comunidad, como herramienta de su estrategia de ocupación del poder a toda costa, una vez que la aritmética les brindó hace casi tres años la oportunidad de desbancar al PSOE del gobierno de Andalucía. Que el Gobierno surgido de un acuerdo entre PP, Ciudadanos y Vox pueda llevarnos a elecciones anticipadas, justamente como consecuencia de su incapacidad para concitar los apoyos que le hacen falta, solamente expresaría una de las paradojas de este tiempo nuevo que nos anuncia a golpe de Canal Sur un día sí y otro también con la buena nueva de su presunta moderación.
Claro que otra paradoja de este tiempo sería que Marín renunciase o fuera destituido por Moreno, cosa que a buen seguro no sucederá. Cosas de moderados.
Marcial Lalanda, madrileño para más señas, fue un torero famoso del siglo pasado, del que tomo prestadas las primeras palabras de su pasodoble para venir a referirme al actual Vicepresidente de la Junta de Andalucía, Juan Marín. Hemos conocido en estos días la grabación de una intervención en la reunión de su grupo parlamentario hace meses, en la que concluía que “presentar unos presupuestos el último año de la legislatura es algo estúpido”, que no lo hace ningún gobierno, que además sería poco útil para obtener réditos electorales por la imposibilidad de llevarlo a cabo y, por último, sería poco conveniente porque le brindaría al PSOE la oportunidad de demostrar su disposición a hacer una oposición útil para la ciudadanía. El mismo día que conocemos esa intervención escuchamos a Marín otras declaraciones ante la prensa exigiendo a la oposición – al PSOE, pues – sentido de la responsabilidad y altura de miras, para apoyar unos presupuestos necesarios para la reactivación económica, sin dejarse guiar por sus intereses partidistas.
Dejo para los hermeneutas de Marín – si es que los hubiere – la oportunidad de vincular esos hechos con sus aficiones gastronómicas por las torrijas en plena pandemia, o con su voraz apetito de consejerías haciéndole a Moreno Bonilla una crisis de Gobierno por su exclusivo interés personal, o con su sinceridad descuidada cuando le recomendó a Espadas que esperara sentado la negociación de los presupuestos. Me importa mucho más subrayar tres consideraciones al hilo de la evidente incoherencia entre lo afirmado ante sus diputados este verano y lo dicho a la prensa ahora.