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En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.

Al ritmo del inconformismo

Amaral

Marta Buces

Cámara Cívica —

Leonard Cohen hablaba de unas canciones que habían hecho mucho por derrotar al nazismo en la Europa de los años 40. Acontecimientos como la II Guerra Mundial o la Guerra Civil Española tuvieron su reflejo y su contestación en himnos y canciones. En la década de los 60 y 70 tenía lugar el auge de la canción protesta sobre todo en países de América. Aquí en España, la dictadura estuvo acompañada por el inconformismo de la sociedad que los cantantes habían recogido a través de la música. Todas esas letras trataban temas políticos y sociales en unas canciones comprometidas y de aire reivindicativo.

En Latinoamérica, fueron protagonistas cantantes como Violeta Parra o Silvio Rodríguez; en Estados Unidos se desarrolló con compositores como Bob Marley o Malvina Reynolds. En su tema Get up, stand up, el primero invitaba a ponerse en pie para defender los derechos. En Francia, el mayor símbolo de la canción reivindicativa fue la conocida Édith Piaf.

La canción latinoamericana, proveniente de Chile, Argentina o Cuba, atravesó el Atlántico llegando a España para influir en la sociedad en el mejor (o peor) momento para protestar a través de la música. En contra de la dictadura se enarbolaron letras que denunciaban la situación de obreros, campesinos o emigrantes, que abogaban por la vuelta de artistas exiliados y que esgrimían un ideario antifranquista.

Los cantautores hablaban de libertad e invitaban a la esperanza, lo que provocó persecuciones, detenciones y censura por ello. La transición se adelantaba a través de la música, que surgió de los deseos de libertad que empezaba a albergar la población. El independentismo con el rescate de las lenguas olvidadas y las aspiraciones feministas también surgían entonces y se plasmaron en la música, cuando la sociedad pretendía luchar por sus propias libertades en una época donde reinaban las prohibiciones.

Joan Manuel Serrat, Carlos Cano, Paco Ibáñez o Lluís Llach cantaron a la libertad en una época donde ésta brillaba por su ausencia. ¿Quién no ha escuchado alguna vez el Canto a la libertad de Labordeta o Libertad sin ira de Jarcha? “Habrá un día en que todos, al levantar la vista, veremos una tierra que ponga libertad”, cantaba José Antonio Labordeta; el grupo Jarcha también alzaba la voz: “Dicen los viejos que este país necesita palo largo y mano dura para evitar lo peor, pero yo sólo he visto gente que sufre y calla dolor y miedo”.

En 1971, Mari Trini, una de las cantantes más famosas de la transición española y defensora del feminismo, cantaba Yo no soy ésa: “Yo no soy esa que tú te imaginas, una señorita tranquila y sencilla que un día abandonas y siempre perdona (…). Yo no soy ésa que tú te creías, la paloma blanca que te baila el agua, que ríe por nada diciendo sí a todo”.

Sin embargo, con la vuelta a la democracia, en la mayoría de los casos, lo más social que tratan las canciones son las relaciones amorosas. No tienen un objetivo reivindicativo o de protesta, o al menos es difícil de encontrarlo en la música comercial. Aunque si hay un estilo reivindicativo por excelencia ése ha sido el rap, que siempre ha contado historias sociales de barrio y se ha dirigido a políticos.

Aun así, en la actualidad hay quienes se plantean una vuelta de la canción protesta. Y es que incluso cantantes o grupos musicales más comerciales que reivindicativos han compuesto canciones de índole social para mostrar su inconformismo ante la situación por la que atravesamos. Crisis, corrupción, pérdida de valores, pobreza… Todo eso puede plasmarse en menos de cuatro minutos. Pongamos ejemplos.

“Sí se puede dar aún menos de lo que es insuficiente. Y vender que no habrá patria sin miseria ni hambre. Sí se puede, claro que se puede, como ya blindado sabe el aforado que nunca pasa nada”. Así canta Miguel Bosé en su tema Sí se puede, donde acusa a los políticos de mentir en cada promesa y de denunciar al pobre por serlo.

Fito y su banda hablan en su último disco de un tiempo de ladrones donde nadie es culpable de nada y donde “un juez está empezando a ladrar”. En Nada de nada cuentan que “nos vendieron tanto bienestar que no hay manera de poder estar bien”.

“¿Dónde está nuestro pan, patrón? ¿Dónde quedó todo ese dinero?”. Así comienza Polvorado, donde Nacho Vegas habla de la situación de trabajadores despedidos por grandes empresas; en el videoclip ofrece datos. En este tema se refiere menos a la resignación y más a la acción: “Mire que tengo educación, pero, no señor, esta no es infinita. Y el día en que se me agote, usted tal vez reciba alguna visita. Y ese día, lo lamento, será colorado, colorín, se ha terminado el cuento”.

El grupo madrileño Vetusta Morla también se sumerge en el mundo más real a través de Golpe maestro, donde cantan letras como “cambiaron paz por deudas” o el estribillo “fue un atraco perfecto, un golpe maestro, dejarnos sin ganas de vencer”.

Pero hay otros grupos que han cambiado todo su repertorio comercial por temas reivindicativos. Es el caso del dúo Amaral, que dejó atrás el romanticismo del “Sin ti no soy nada” para cambiarlo por el momento de despertar en “Revolución” o las denuncias políticas de “Ratonera”. O de los puertorriqueños de Calle 13, que pasaron nada más y nada menos que del reguetón a la crítica social de Latinoamérica y el mundo. “Quieren detener el incendio que se propaga, pero hay fuegos que con agua no se apagan”, cantan en Multiviral.

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