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Trabajo garantizado, renta básica y patriarcado
Hace ya algunas semanas venimos oyendo repetidamente dos términos: renta básica y trabajo garantizado. Por un lado, se ha hablado mucho de la Renta Básica a raíz del borrador de programa económico presentado por Podemos, mientras que Alberto Grazón, que a todas luces será el candidato de Izquierda Unida para las próximas elecciones generales, ha incidido en que su formación apuesta por el trabajo garantizado. En cualquier caso, cabe resaltar que la renta básica en cuanto tal no figura en el borrador de Podemos, que ahora habla de algo más parecido a rentas de inserción social.
El propio Pablo Iglesias ha declarado en varias entrevistas que esta renta variaría en función de las necesidades de sus perceptores. No sería igual para alguien de mediana edad con personas a su cargo, por ejemplo, que para un joven sin cargas que se inicia en el mercado laboral. Teniendo en cuenta la renuncia explícita a una renta básica en cuanto tal, la propuesta de Podemos no sólo resulta mucho más realista y factible que la de Alberto Garzón, sino que por añadidura supone un revulsivo político de mayor calado.
Vender el pleno empleo a estas alturas de la partida no pasa de una medida puramente electoralista, en el mejor de los casos, y en el peor equivale a una falta de entendimiento demoledora sobre el ciclo actual del capitalismo que nos lleva, además, a una nostalgia muy poco productiva en términos políticos.
Los más de cinco millones de parados que hoy contabiliza nuestro país no son solo resultado de las desastrosas políticas de empleo y económicas de los últimos gobiernos. También atienden a un nuevo paradigma en la acumulación de riqueza: la financiarización. Sólo si admitimos esto, si entendemos que el capital se genera hoy día, y en buena medida, mediante mecanismos financieros, podremos concluir que el acceso a la renta no puede limitarse únicamente al chantaje del trabajo asalariado.
En la actualidad, esos cinco millones de parados son la excusa perfecta para precarizar el empleo, para utilizar el miedo de los trabajadores a perder su puesto. Y repetimos: en este nuevo ciclo capitalista, el empleo ya no es un factor indispensable para producir riqueza, luego las política de inclusión social deben buscar otras vías, más encaminadas al reparto y la distribución. La propuesta de Alberto Garzón, a falta de que IU la materialice en su próximo programa, no lo entiende así.
Esa miopía encierra un lastre que históricamente la izquierda tradicional no ha sabido soltar: la minusvaloración del trabajo doméstico, de cuidados y reproductivo, casi siempre en manos de las mujeres. Esto es, la sujeción social de las mujeres, de las amas de casa, toda vez que su falta de renta personal repercute en su autonomía. Apostar como hace Podemos por esa renta de inserción, aun manteniendo posturas en su borrador de programa típicamente keynesianas, es un primer paso hacia el reconocimiento de esa labor invisibilizada. Es un paso tan incipiente, tan tímido todavía, tan poco explicitado, tan poco mencionado en las declaraciones de sus líderes, que vuelve más dolorosa su flagrante ausencia en el discurso de Alberto Garzón.
La diferencia, por supuesto, entraña visiones divergentes de lo que es hacer política: o bien el arte de gobernar, o bien el arte de transformar nuestra sociedad. Si Podemos se ha convertido en un ciclón que puede barrer a Izquierda Unida, si aún se quieren buscar diferencias entre ambos partidos, esa es una que nadie debería despreciar.
Se ha discutido en estas semanas sobre qué da más votos: si nombrar la renta básica o el trabajo garantizado. En otras palabras: se ha hablado mucho sobre si la política se debe limitar al recuento de votos. Votos de trabajadores, claro: varones, asalariados. Privilegiados.
Hace ya algunas semanas venimos oyendo repetidamente dos términos: renta básica y trabajo garantizado. Por un lado, se ha hablado mucho de la Renta Básica a raíz del borrador de programa económico presentado por Podemos, mientras que Alberto Grazón, que a todas luces será el candidato de Izquierda Unida para las próximas elecciones generales, ha incidido en que su formación apuesta por el trabajo garantizado. En cualquier caso, cabe resaltar que la renta básica en cuanto tal no figura en el borrador de Podemos, que ahora habla de algo más parecido a rentas de inserción social.
El propio Pablo Iglesias ha declarado en varias entrevistas que esta renta variaría en función de las necesidades de sus perceptores. No sería igual para alguien de mediana edad con personas a su cargo, por ejemplo, que para un joven sin cargas que se inicia en el mercado laboral. Teniendo en cuenta la renuncia explícita a una renta básica en cuanto tal, la propuesta de Podemos no sólo resulta mucho más realista y factible que la de Alberto Garzón, sino que por añadidura supone un revulsivo político de mayor calado.