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La primavera del ladrillo tras el largo invierno de la recesión
Ya están aquí. Han vuelto.
La reactivación económica, que por el momento solo está ocurriendo a escala macroeconómica y no tiene previsto alcanzar aún a las economías familiares tras la devastadora crisis de los últimos años, vuelve a basarse en el sector inmobiliario.
En España, con permiso de la hostelería, solo sabemos hacer dinero a golpe de hormigonera.
Es la primavera del ladrillo tras el largo invierno de la recesión.
Los inversores vuelven a apostar por la construcción y aflojan las carteras reactivando promociones, proyectos y licencias que ya vuelven a llenar nuestro paisaje de grúas.
Claro que es buena noticia para el sector y para los miles de empleos que van a recuperarse en torno a la Construcción, pero con un matiz: en muchos casos, los derechos y logros a los que hemos renunciado en este periodo de shock, no van a volver a regresar y los de siempre se van a aprovechar de ello. La crisis ha actuado a favor de “los mercados” y ha ajustado salarios y reducido derechos laborales que ahora casi nadie se va a atrever a levantar la voz para recordar que hay que recuperarlos.
Es el momento de los especuladores.
Es el neoladrillismo, término que acuñó Lopéz de Uralde, a principios de esta década cuando Aguirre, Gallardón y luego Botella mareaban la perdiz con sus fallidos Eurovegas y la candidatura Olímpica de Madrid. Consiguieron engañar a algunos algún tiempo. Pero no se puede engañar a todos todo el tiempo. Y así les ha ido.
Y también es el momento de los alcaldes, que a pocos meses de las elecciones municipales están excitados con la cantidad de licencias de obras y planes urbanísticos que vuelven a aparecer sobre sus mesas, apresurándose además, a licitar y adjudicar todas las obras públicas posibles para poder inaugurarlas y sumarlas a su particular álbum de fotos de logros ajenos y promesas sin contrato, que llaman programa electoral. No es difícil imaginarse a mas de uno, junto a su arquitecto y su concejal de Urbanismo, frotándose las manos, con esa mirada de excitación que coloquialmente llamamos “estar cachondo”.
No es que no sea positivo que este sector de la economía funcione. Se trata de cómo va a funcionar, de qué modelo va a adoptar y de si hemos aprendido algo o volveremos a cometer los mismos errores.
Las perspectivas no son muy halagüeñas. La urgente necesidad de reactivar la economía parece que pone en segundo plano los riesgos que el crecimiento incontrolado y la explotación de los recursos arroja sobre nuestro entorno. Y no son solo riesgos a escala planetaria, que también. Tienen su reflejo en nuestro entorno mas cercano.
El caso de Alhaurín
Málaga y la Costa del Sol, siempre han sido el prefecto escenario para la burbuja. Y vuelven a serlo.
Tenemos el caso mas reciente de la construcción de la ciudad deportiva del Málaga CF en la playa del Arraijanal, zona de interés ecológico y arqueológico y la ultima playa sin construir de la capital. Ya están allí las máquinas excavadoras del Jeque al que el Ayuntamiento de Málaga dedicó una rotonda por su “desinteresada” inversión en el club de futbol que ahora va a descender a segunda división. Muchos creemos que será el primer paso para urbanizar toda la zona.
Pero para ejemplo Alhaurín de la Torre.
Uno de los pueblos que históricamente más ha crecido en todo el territorio nacional en base a la construcción de viviendas y la recalificación urbanística del suelo, fruto de una actuación política que ha mantenido a los mismos gobernantes durante las últimas décadas.
Aqui, los primeros acordes de esta nueva sinfonía del ladrillo ya empiezan a sonar. Llegan las obras, luego los vecinos, y las necesidades. La previsión municipal por el momento se ha traducido en el encargo de un nuevo salón de plenos, para dar cabida a más concejales, ante la posibilidad de pasar de 40 a 50 mil habitantes en unos meses.
Y con las licencias de obra vuelven a aparecer los sueños megalómanos, los proyectos faraónicos, los intereses y los fantasmas.
Atentos a cómo resucita el conflicto de las Canteras ahora que vuelven a ser negocio y no basta con explotarlas de tapadillo con la excusa de una falsa restauración o con nocturnidad y descaro del que no teme que le sancionen. Atentos a cómo se van a precipitar las cosas para que la Junta y el Ayuntamiento acuerden con los Canteros un nuevo plan que permita seguir extrayendo áridos en unas canteras clandestinas cerradas por el TSJA.
Atentos a cómo se van a intentar recuperar macroproyectos como la “Ciudad Aeroportuaria”, la operación de especulación inmobiliaria que hará millonarios a unos pocos y acabará con una de las zonas agrícolas e inundables mas fértiles del Bajo Guadalhorce, poniendo en peligro un tramo del rio donde anidan especies protegidas y en peligro de extinción, tal y como ha considerado el informe de la Delegación de medioambiente y un estudio de la Sociedad Española de Ornitologia (SEO Birdlife).
Atentos a viejos y nuevos proyectos, como el nuevo Campo de Golf con cientos de apartamentos en la zona de Comendador, al pie de la Sierra de Mijas, que consumiría el 30% del agua que actualmente consumimos en todo el municipio o a la inminente modificación del PGOU para permitir explotaciones turísticas en suelo rural y natural.
Y no, los ecologistas no están en contra del progreso ni de la economía. Simplemente sabemos que hay otras formas de gestionar los recursos y de crear riqueza.
Sabemos que si se vuelve al modelo de crecimiento que nos llevó a la crisis, el futuro es insostenible. Y no solo desde el punto de vista ambiental, sino también desde la perspectiva económica y social, y del empleo. Solo hay que recordar lo que ha pasado.
Pero es que, además tenemos una alternativa: cambiar crecimiento por desarrollo. Emprender una etapa de transición que apueste por modelos productivos y yacimientos de empleo sostenibles, y en algunos casos plantear parar las máquinas e incluso retroceder hasta donde sea necesario. Y eso no excluye en absoluto al sector de la construcción, que puede convertirse también en un yacimiento de empleo verde, solo hay que apuntar hacia una construcción más eficiente y respetuosa con el entorno. Hacia la rehabilitación, la optimización energética y de recursos, hacia el uso de materiales reciclables, hacia el urbanismo y la movilidad sostenibles.
Afortunadamente ni todos los alcaldes, ni todos los promotores-constructores son iguales. Con los segundos tenemos que conformarnos, y confiar en los que son éticos y legales, que los hay. Pero a los primeros, a los Alcaldes, podemos elegirlos con nuestro voto.
Se trata de apuntar bien, porque en ello nos va el futuro, y no dejarnos embriagar con la borrachera del ladrillo.
Juan Manuel Mancebo Fuertes es concejal en el Ayuntamiento de Alhaurín de la Torre y miembro de Electores-EQUO.
Sobre este blog
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