El capitán del Rainbow Warrior: “Para mí, quedarme sentado no es opción”

Puede pensarse que el romanticismo viaja en un barco a vela llamado el Luchador del Arcoiris, pero su capitán, Peter Willcox, un tipo bajito y achaparrado que se presenta descalzo sobre la cubierta, dice que no es eso, sino casi lo opuesto. La lucha de Greenpeace es pragmática: “Si ejecutas bien una acción puedes poner en alerta a un millón de personas sobre una cuestión que será el primer problema para mis hijos en unos años. Para mí, quedarme sentado no es una opción”. Willcox capitanea el Rainbow Warrior III, que hace escala en Málaga camino de Marruecos, donde se celebrará (en Marrakech) la próxima Cumbre del Clima a partir del 7 de noviembre. Greenpeace atracará en Casablanca para tratar de influir en los participantes y convencerles de que el momento para apostar por las energías renovables es ahora o no será.

Al Rainbow Warrior le acompaña un aura de resistencia ganada a pulso contra estados corruptos, mercachifles sin conciencia y multinacionales de basura. No es el que era, pero su espíritu sigue siendo el original. Eso, dice Willcox, es lo que le mantiene a bordo, después de navegar 400.000 millas náuticas para Greenpeace desde 1981, más de media vida. Tres meses a bordo, tres en casa, y así 35 años.   “Si lo ves así, no he hecho nada más en mi vida que denunciar desde el mar”, explica a eldiario.es/Andalucía sobre la cubierta de la tercera versión del Rainbow, uno de los tres buques con los que ahora cuenta Greenpeace para predicar palabra labrada en ciencia: el uso de energías fósiles provoca el calentamiento del planeta, y el calentamiento puede ser irreversible dentro de poco tiempo.

Willcox vio cómo Francia voló en el atolón de Mururoa al primero de los Rainbow Warrior y comprendió que si una superpotencia sufría tal pánico ante ellos, algo debían de estar haciendo bien. “Aquello fue dramático porque no estábamos preparados. Lo peor que podía pasar pasó”. El fotógrafo Fernando Pereira, de 36 años, murió en aquel buque y la implicación de dos espías franceses quedó acreditada poco después.

Lo que en 1985 eran los ensayos nucleares en el Pacífico son hoy los efectos del calentamiento global. Donde antes el Rainbow se enfrentaba a Francia, hoy el Arctic Sunrise se la juega ante Rusia. “¿Qué país les ha tratado peor?”, le preguntaron a Willcox en Málaga; “pregúntele a mi mujer, no creo que me deje volver a Rusia”, respondió él, arrestado durante cuatro meses en 2013 por las protestas por la extracción de petróleo en el Ártico.

“Las cosas se han puesto más difíciles con los Estados”. Willcox cita el ejemplo ruso, el de Australia en 2012 (“No nos dejaron ni entrar porque temían una campaña contra el carbón”) y Perú, “donde Chevron está  matando a miles”. Hoy hay, además, otros enemigos: “La industria petrolera es la más grande del mundo y se ha dado cuenta de que los ponemos fuera de juego y están luchando a muerte. Así que no creo que esto vaya a ir a mejor”.

Y pese a todo, insiste en que no tienen vocación de mártires. Willcox cree que no suelen ponerse en peligro, y aunque pasó miedo en la prisión rusa, cree que la causa mereció la pena: “El resultado fue que millones de personas tomaron conciencia de lo que estaba haciendo Rusia en el Ártico. Estas acciones son nuestra herramienta de trabajo”.

La leyenda dice que una indígena americana bailaba la danza del arco iris cuando llovía, porque creía que cuando la tierra estuviese próxima al colapso, los pájaros cayendo del cielo y el mar ennegrecido, personas de todos los pueblos y razas se unirían para evitarlo. Este es el origen del Rainbow Warrior. “No pretendo hacer esta danza, pero es una historia alentadora porque viene de un grupo que fue exterminado. Y nosotros estamos hablando de cómo vivir en la tierra”, remata el capitán.

1.290 metros cuadrados de vela para viajar sin motor

Con el Rainbow Warrior III, fletado en 2011, Greenpeace pretende predicar con el ejemplo: 1.290 metros cuadrados de velas permiten navegar sin motor durante el 80% del tiempo, a entre 7,5 y 10 nudos por hora. Sólo si no hay nada de viento se arranca el motor eléctrico. Y sólo se arranca el motor diésel para seguir a los “pesqueros malos” o en caso de que la seguridad obligue, según explica en el puente de mando el primer oficial, Emili Trasmonte. Todos los residuos se reciclan, pero el huerto, eso sí, decora más que otra cosa.

En sus 58 metros de eslora lleva las dos zódiac con las que realizan casi todas las acciones: tardan apenas un minuto en echarla al agua. Tiene capacidad para un máximo de 32 personas, aunque cuando no desarrollan alguna acción la tripulación la componen en torno a 15. El barco fue construido gracias a las aportaciones de un proceso de micromecenazgo. Cada uno puso lo que quiso: un tornillo, una cuerda, un trocito de una vela. A esas personas, reconocidas una a una, rinde homenaje una gran bandera colocada a babor: “Gracias por vuestro apoyo. Significa el mundo” [Thank you for your support. It means the world“].