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Encarni Gómez, ganadera por un giro de guion: “Lo más duro está siendo sobrevivir al tsunami de costes”

Encarni Gómez se hizo cargo de la ganadería de su padre con 25 años.

Álvaro López

26 de junio de 2023 21:01 h

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La vida tiene giros de guion que provocan cambios insospechados. Eso le pasó a Encarni Gómez en 2017. Ella iba a ser veterinaria, para eso estaba estudiando. Pero acabó haciéndose cargo de la ganadería de cabras de su familia con solo 25 años.

Su vida está en Molvízar, una pequeña población de la Costa Tropical de Granada, en la que se levanta cada día a las siete de la mañana. Desayuna y se va a ocupar de sus más de 300 animales de raza granadina: “Vivo todo el día pendiente de las cabras”, explica esta joven ganadera asociada a Caprigran. Comparte casa sencilla con su madre, con la que se trasladó hace tiempo a la granja para vivir allí. “Si algún animal tiene cualquier problema yo puedo enterarme al momento porque los puedo ver todo el rato”. Y aunque admite que su trabajo le permite organizarse con cierta facilidad, siente que es una vida sacrificada en la que conciliar no es fácil. “Yo puedo acabar mi jornada teórica a las 12 de la mañana, pero pasa cualquier cosa y tienes que estar pendiente”.

A la nave principal de la granja se entra por un espacio donde se prepara el heno y donde están los animales agrupados. Allí Encarni habla por primera vez de su padre, que era el anterior dueño de la explotación. Cuando enfermó de cáncer, estuvieron a punto de vender. Pero no podían alejarlo de sus animales, así que la familia se empeñó en mantenerlo en la granja: “Él vivía por y para sus cabras y se sentía más a gusto aquí”, dice su hija con orgullo.

“Los dos primeros años en los que estuvo con la quimio se sentía muy fuerte y seguía trabajando cada día”, cuenta ella. Pero desde el principio supieron que el pronóstico de la enfermedad era tan grave que las posibilidades de superarla eran muy bajas. Así que, tras años viendo a su abuelo y a su padre encargarse de la explotación, Encarni decidió involucrarse más y fue tomando poco a poco las riendas del negocio. Por entonces, cursaba estudios de veterinaria en Córdoba, pero admite que todo cuanto había aprendido sobre los animales siempre fue más profundo trabajando con ellos que leyéndolo en los libros de la universidad.

Cuando su padre falleció, Encarni Gómez decidió continuar su legado. A sus 25 años dejó “la carrera porque sentía que no estaba aprendiendo lo que yo buscaba y porque mi cabeza pasaba más tiempo pensando en la granja que en estar tan lejos de mi familia. El cuerpo me pedía estar aquí”. Y así fue cómo un negocio que estaba abocado a la venta acabó en sus manos. Y de él ha conseguido vivir en el último lustro sorteando incluso la pandemia de la Covid-19.

A las once, cuando deja entrar a elDiario.es a ver a los animales –“si no, se ponen muy nerviosos”–, ya ha ordeñado mecánicamente. “Nuestro trabajo se dedica principalmente a la producción de leche. Hay que tener animales muy productivos, con una mejora continua genética para abrir la puerta a vender animales a otras explotaciones. En las granjas tampoco se puede hacer mucho más. Esto es más un estilo de vida”.

El control que tiene sobre cada una de las cabras es llamativo. En cuanto se arremolinan o se ponen nerviosas, Encarni solo necesita hacer un gesto para que todas se calmen. “En este sector se dice mucho que hay gente que no ha llegado a ver el nacimiento de sus hijos, pero no se ha perdido el nacimiento de ninguna de las cabras”.

Esa es una de las partes más complicadas de su oficio. Cuidar de las cabras preñadas para que puedan a dar a luz animales sanos. Después, alimentarlos para que puedan ser aptos para la venta o la producción de leche. “Una granja como la nuestra requiere de mucho cuidado porque puede suceder que baje la producción o que no te des cuenta que haya un animal que esté en disposición de reproducirse”. Asume que fuera del sector haya animalistas que no compartan esta forma de trabajar, pero les pide comprensión: “¿De dónde se creen que sale la comida que hay en los supermercados o cómo se mantiene cuidado el campo? Hay que tener en cuenta esas cosas”.

¿La política? “Es un campo de minas”

Encarni mira la política como si fuera “un campo de minas”. Se siente poco representada en las actuales administraciones y la prueba la encuentra en el “tsunami” de costes que están teniendo que soportar en el sector primario. “En nuestra explotación, desde la pandemia tenemos un desajuste mensual de 5.000 euros. Antes podíamos vivir de esto, pero ahora en el sector hay que sortear las deudas refinanciando créditos”. Por eso no comprende cómo desde los Gobiernos no se mandan mensajes contundentes para proteger la ganadería. Y en esto apela tanto al de la Junta de Andalucía (PP) como al Gobierno central: “Cada día están teniendo que cerrar muchas explotaciones. Y si nosotros caemos, cae toda la cadena”, advierte.

Gómez es consciente de que la cadena de distribución sube los precios, y señala que los mayores perjudicados son los productores. Admite que el precio actual de la leche es caro, pero lo que les pagan a explotaciones como la suya no alcanza ni siquiera para cubrir costes. “Este es el precio que teníamos que haber tenido el año pasado”, resume. A pesar de los intentos por controlar esa dinámica al alza de la cadena distributiva, se siente decepcionada. Cree que la política actual no está queriendo hacer un esfuerzo “para mantener a los que mantienen”.

En su sector, en concreto, asegura que la mayoría de granjas son familiares, lo que supone un peso económico difícil de llevar. Por eso no descarta vender su explotación, aunque esa posibilidad tiene más que ver con sus ganas de cambiar de sector y seguir avanzando profesionalmente, con que ahora mismo la ganadería esté en una situación delicada económicamente hablando. “Podemos estar mal un día o dos quizás, ¿pero dos o tres años? No es sostenible”, señala esta ganadera.

Ese desencanto tiene consecuencias también de cara a las próximas elecciones generales. Ella no está segura de qué hará (o mejor, qué no hará) el 23 de julio. “No sé si voy a votar. Creo que las personas que están al frente de los partidos no son competentes para impulsar el país”, dice contundente. Pero no cierra del todo la puerta: “En caso de hacerlo, sería pensando en cuál podría jodernos menos, hablando rápido”.

Para ella, mujer y joven, el camino recorrido estos años no ha sido sencillo. Hay “muchos prejuicios” en el sector, explica. “He aprendido mucho y no siento que sea menos que nadie, pero es verdad que a veces sientes que algunos hombres te miran por encima del hombro”, se queja. Otros, por el contrario, muestran una actitud de la que Gómez huye. “Hay muchos ganaderos que están solteros y que en cuanto ven a una mujer sienten la necesidad de intentar que les hagas caso”.

Cuenta episodios en los que algunos hombres han llegado a ir a la puerta de su explotación con excusas peregrinas simplemente por acercarse a ella o que en ventas telefónicas de cabras algunos compradores hayan aprovechado para escribirle mensajes personales, ofreciéndole citas. “No me siento marginada ni excluida en este sector, pero es verdad que a veces suceden cosas que una no se espera y que tienen que ver con ser mujer”, comenta Encarni mientras se encarga del papeleo, la segunda etapa de su jornada laboral, que la aleja momentáneamente de los animales para encargarse de distintas gestiones.

En cualquier caso, siempre hay un hito diario hacia las 16.30. A esa hora tiene que estar sí o sí, porque llegan a recoger la leche.

Afuera, hay zonas en las que el paisaje parece haberse agostado. Las noticias sobre la sequía ocupan los titulares de los periódicos. Y aunque Gómez reconoce que estamos en un fuerte periodo de falta de agua, no pone en ello el foco principal de sus problemas. Para ella es más bien un problema de poder: “Gente con mucho capital está resguardando su dinero en las materias primas y nos han jodido porque han disparado los precios. No creo que nuestros problemas tengan que ver solo con la sequía, sino que es más bien una excusa para seguir sacándonos los ojos a los últimos de la cadena”, lamenta.

Como muchas personas de su generación, está preocupada por la salud mental y el autoconocimiento. “Estamos obsesionados con producir y sacar nuestro trabajo adelante, pero solemos olvidarnos de cuidar nuestra mente y en eso también hay que invertir”, asegura. Algo que a día de hoy se complica en la medida en que lo hace también la situación económica.

Granjas como la suya tienen unos costes anuales de alimentación –que son el 70% del coste total– que rondan los 90.000 euros. Por ello, esas cuentas no siempre se compensan en el sector ganadero puesto que a veces los animales no se pueden vender o no son productivos. Aunque en su caso su explotación es solvente económicamente, considera que conciliar una vida personal es difícil porque quiere abrirse a otros ámbitos laborales. “Yo no me veo viviendo aquí en el futuro con una pareja”. Por eso está pensando en otras opciones.

Encarni cree que puede ser útil ayudando a otras personas. Por eso, ha superado un curso en inteligencia emocional para trabajar en terapia de parejas. “Me enfoco sobre todo en las relaciones afectivas porque cada uno de nosotros nos abrimos más con ellas que con nuestros familiares más cercanos, por lo que es más sencillo encontrar nuestras propias heridas y sanarlas”. Sabe que es un campo de trabajo grande pero apasionante, y no descarta dedicar su tiempo a jornada completa en el futuro. “Al final se trata de aprender a escuchar a las personas y creo que en nuestro mundo es algo muy importante”.

Puede que este sea un nuevo giro de guion en la vida de Encarni Gómez. Pero no tiene fecha concreta. De momento, el despertador sigue sonando temprano junto al alboroto de tres centenares de cabras.

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