En ocasiones un error de juventud puede condenar una vida entera. Alejandro Fernández, un joven de 24 años natural de Granada, siente que esa frase cobra sentido para definir su caso después de saber que deberá ingresar en prisión por un delito que cometió hace seis años al pagar 79,20 euros en una tienda con una tarjeta de crédito falsa. Y por esa misma cantidad es por la que se enfrenta a la posibilidad de tener que pasar seis años en la cárcel.
La historia de lo que ocurrió se relata fácil. Cuenta que cuanto tenía 16 años, a través de su expareja conoció a un hombre 20 años mayor que él que se convirtió en su amigo. Pese a la diferencia de edad, como cualquier pareja de amigos, salían a divertirse juntos y mantenían una amistad totalmente normal. Hasta que en enero de 2010 tuvo lugar el suceso que marcaría su vida.
Alejandro Fernández, que acababa de cumplir los 18 años, viajó junto a su amigo hasta Málaga para ir de compras. En el mismo vehículo en el que viajaron había una tercera persona que el joven no conocía según explica. Pese a lo cual no le dio más importancia y fue con ambos a la capital de la Costa del Sol, lugar en el que se precipitaron los acontecimientos. El joven recuerda que su amigo le pidió que entrase a un establecimiento a comprar bebidas y que pagase con una tarjeta que Alejandro Fernández asegura no haber visto nunca hasta entonces y que su amigo le facilitó. Lo curioso es que a pesar de eso, la tarjeta llevaba su nombre. Sin embargo no desconfió porque él creía que era una especie de “tarjeta monedero” pues su amigo le había dicho que “había metido su dinero para no llevarlo encima y que por eso lo había ingresado”. Confiando en su palabra, pagó los 79,20 euros que costaba la compra con ella y se marchó del establecimiento.
Es a partir de ese momento cuando todo empieza a acelerarse. La situación se vuelve tensa y comienza a no saber en qué historia se ha metido porque de pronto, en el parking de un centro comercial de Málaga, ve como su amigo es acorralado por la policía. El joven, que se encontraba junto al otro hombre que había viajado con ellos esperando a que volviera su amigo del servicio, vio la escena desde el coche. Viendo lo que estaba pasando, decidieron arrancar el vehículo y marcharse del lugar para aparcarlo un poco más lejos y volver a pie. Después de hacerlo y volver al parking, su amigo ya no estaba. Había sido detenido por la policía.
Tras ver aquello, el miedo se apoderó de Alejandro Fernández cuando al querer volver al coche vio que había una patrulla de policía junto a éste. Fue en ese momento cuando decidieron coger un taxi de regreso a Granada donde la historia continuó. Una vez en Granada, se enteró que la policía había tratado de ponerse en contacto con él a través de su madre y de su expareja para explicarle que debía presentarse en los juzgados de Málaga al lunes siguiente o se le pondría en busca y captura.
El joven sostiene que él “tenía la conciencia muy tranquila y que por eso no tenía ningún problema en presentarme en los juzgados”. Cuando lo hizo, descubrió que allí estaba también el otro hombre que viajaba con ellos junto a otra cuarta persona que él no conocía. Los tres acabaron en el calabozo y se celebró un juicio rápido en el que serían puestos en libertad provisional durante la cual debían ir a firmar al juzgado los días 1 y 15 de cada mes. Mientras estaba en los calabozos, la policía le explicóque habían encontrado otra tarjeta de crédito más a su nombre.
Tras aquel juicio rápido, los juzgados de Málaga rechazaron el caso y lo enviaron a la Audiencia Nacional que en un principio hizo lo propio hasta que uno de los imputados delató a otra persona involucrada en la cascada de acontecimientos. Este nuevo implicado fue detenido en su domicilio por la policía junto a ordenadores y maquinaria que permitían hacer el duplicado de tarjetas. Este hallazgo hizo que la Audiencia Nacional reabriese el caso y se celebrara un juicio en el que se sentenció a Alejandro Fernández a 12 años de prisión. En los que ocho de ellos eran por pertenecer a una banda organizada y los otros cuatro por estafa. Tras recurrir ante el Tribunal Supremo la sentencia que consideran Alejandro y su abogado injusta, logran en 2015 que se reduzca la pena a la mitad.
Sin embargo desde el primer juicio ha defendido su inocencia y por eso desde el momento en que el Tribunal Supremo se pronunció, solicitaron el indulto de su pena. Entre otras cuestiones, el granadino defiende que él no pertenecía a ninguna banda organizada, que simplemente era amigo de la persona equivocada y que él ha rehecho su vida seis años después del fatal acontecimiento. “No es justo juzgar a una persona por lo que hizo siendo un niño”, por haber confiado, siendo adolescente, en la persona que se había convertido en su amigo y que le había dado aquella tarjeta falsa.
Hoy en día vive en una vida totalmente normal. Tiene una nueva pareja, es fijo en la empresa en la que trabaja desde hace cuatro años (una conocida cafetería de Granada) y tiene una vivienda en la que quiere formar una familia. De hecho afirma que él es “el sustento dentro la relación” porque su pareja está en paro y es “el único que puede llevar dinero a casa”. Precisamente por todo eso, el inspector que tramita el indulto de Alejandro Fernández le ha explicado que cumple todas las condiciones para que se lleve a cabo.
De momento lo único que está claro es que deberá presentarse en la cárcel de Albolote, la más cercana a su domicilio, este domingo. No existe otra opción salvo que logre retrasar el ingreso en prisión mientras se tramita el deseado indulto. Para intentar lograrlo, Alejandro Fernández y su familia pretenden dar voz a su historia e incluso han abierto una petición en Change.org para recoger firmas. Ya llevan más de 200.000.
También se ha puesto en contacto con el Defensor del Pueblo Andaluz, Jesús Maeztu, que está estudiando el caso. Pero no sólo eso, sino que Alejandro Fernández no elude su responsabilidad y se presta a cumplir su condena pero conmutando la pena. Para ello plantea que en lugar de ingresar en prisión pueda cumplir con la sentencia a través de trabajos para la comunidad alegando que es una persona que lleva una vida normal, que no tiene ningún otro delito ni anterior ni posterior a aquel y que desde luego se encuentra rehabilitado.
Lamenta toda la situación: “Ver que tus padres no duerman, que tu mujer tampoco lo haga, que tengas pesadillas y que sin embargo veas a gente que roba millones y que están en la calle (…) y que te juzguen por algo que hiciste siendo un niño”, relata. Se siente injustamente tratado y asegura haber perdido todo contacto con aquel viejo amigo que le involucró en este delito por haber estafado 79,20 euros tras pagar esa cantidad con una tarjeta falsa y duplicada. Un acto que para Alejandro Fernández fue inocente y que no en vano puede hacer que tenga que pasar los próximos seis años de su vida entre rejas.