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Los psicólogos ante los efectos en la población del segundo cierre total: “Está provocando ansiedad y estrés”

Las calles de Granada tienen todos los comercios cerrados y se ven menos personas que de costumbre

Álvaro López

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La segunda ola de la Covid-19 está haciendo mella en Granada. La provincia vive sus semanas más duras desde que empezó la pandemia, porque los números no dan tregua y los contagios y las muertes ya superan cifras récord. El escenario es tan malo en la tierra de la Alhambra, que las autoridades se han visto obligadas a volver a confinar Granada, aunque de un modo más suave que en primavera. Desde esta semana, ningún ciudadano puede entrar ni salir de su ciudad, pero tampoco puede ir a tomarse una tapa, ni ir a un museo o a un centro comercial. Los granadinos sí pueden salir a pasear, pero la falta de certezas de cara al futuro esta circunstancia está haciendo mella en su estado psicológico. Así lo advierten los expertos.

Este medio ha contactado con dos clínicas para tratar de hacer un boceto de cómo se encuentra la moral de Granada. A través del conocimiento de los profesionales que velan por la salud mental de las personas, en eldiario.es Andalucía trazamos el recorrido que está haciendo la pandemia a nivel sentimental, anímico o social. Así, Isa Gutiérrez, psicóloga y terapeuta de la Gestalt en el Centro de psicología y coaching SERdeagua aporta una serie de claves que sirven para entender en qué punto está la sociedad granadina.

Miedo al contagio y estrés sostenido

Desde que se decretase el primer estado de alarma en España, allá por el mes de marzo, el estado mental de las personas se ha subido a una montaña rusa de sensaciones. Desde la ansiedad y el miedo hasta incluso la resiliencia. Isa Gutiérrez explica que “el miedo a contagiarnos o a contagiar es comprensible, especialmente en colectivos que están en contacto con personas enfermas, y la intensidad con la que lo estamos experimentando nos dificulta en ocasiones mantener la calma, de manera que no nos afecte en nuestro día a día”. Esa angustia se eleva cuando choca de frente con “el miedo a la muerte o a sufrir en el proceso de fallecer y también aumenta ante la idea de morir solo o no poder despedirnos de nuestros seres queridos”.

La psicóloga cree que la Covid-19, según lo que ha podido ver en sus pacientes, “ha aumentado la inseguridad en la economía de muchas personas. La dificultad para manejar esa incertidumbre a nivel psicológico está provocando ansiedad y estrés”. En ese sentido, si bien los factores del estrés deberían durar en condiciones normales solo algunas semanas, “se están alargando en el tiempo convirtiéndose en un estrés sostenido que nos causa fatiga e incluso agotamiento de nuestros recursos y energías”.

Peores relaciones sociales

Isa Gutiérrez, psicóloga en el Centro de psicología y coaching SERdeagua, también sostiene que las relaciones humanas están cambiando en estos meses: “La confusión y falta de consenso social en relación a las normas a seguir para afrontar esta pandemia están generando conflictos intrapersonales y entre personas. No hay un sentido común que nos diga cómo tenemos que comportarnos de manera general y nos vemos en la necesidad de decidir sobre nuestra forma de relacionarnos en cada contexto”. Situaciones que antes parecían cotidianas, ahora se vuelven un mundo.

“Nos hacemos preguntas como: ¿Me quito la mascarilla o me la dejo puesta cuando llego a casa de un familiar mayor? ¿Le va a sentar mal a mis compañeros de trabajo que no vaya a desayunar con ellos para no ponerme en riesgo? ¿Si invito a una amiga a casa la voy a poner en un compromiso? Aparece el miedo al juicio de los demás por el riesgo a que no estén de acuerdo con nuestra decisión. Internamente también nos encontramos con el dilema de decidir de acuerdo a las normas de seguridad o de acuerdo a nuestra necesidad de relacionarnos”, explica la experta.

Por desgracia, la pandemia está afectando de una forma negativa a cómo vemos a nuestro entorno, volviendo la vista contra grupos concretos de personas. Según la psicóloga, “hemos observado que están apareciendo prejuicios hacia los jóvenes, las personas que han pasado la enfermedad, los sanitarios... Algunos son positivos y otros no tanto pero todos aparecen en nuestra manera de ver a las personas marcando nuestra forma de tratarlas”.

Las secuelas de la incertidumbre

David Pulido es psicólogo en el Centro de Psicología Álava Reyes y está tratando diariamente a pacientes que acuden a su consulta en estados mentales provocados por la pandemia. Uno de ellos tiene que ver con la obsesión. Explica que “en general, todos los trastornos obsesivos-compulsivos aumentan porque, al estar confinados, no tenemos otras distracciones”, ya que “las obsesiones aumentan en época de incertidumbre”. Por culpa del confinamiento, “el estado anímico cae cuando dejamos de tener a nuestro alcance refuerzos o actividades, todos aquellos placeres cotidianos que hacen nuestra vida feliz”.

El experto también ve a menudo episodios los daños psicológicos que están afectando a personas que están luchando contra la Covid-19 o expuestas a contagiarse por su profesión. Quienes están en el frente de batalla deben enfrentarse a problemas de “estrés postraumático, como si vinieran de la guerra”. Y en esa clasificación no incluye solo a los sanitarios, sino también a cajeras de supermercado o personas que tengan que estar trabajando cuando todo lo demás está parado. “Un estrés prolongado que empieza a hacer mella y a somatizar, porque hay gente que dice que desde marzo están bien, pero no duermen ocho horas, llevo tiempo sin hacer lo que es mi pasión, sin ver a mis familiares o notan que han perdido cosas”.

En esta segunda ola, “nos enfrentamos a situaciones que ya no nos pillan por sorpresa y por tanto nuestra intensidad de nuestra respuesta es, en general, menor”. Pulido dice que, como sociedad, “arrastramos un tiempo mayor de que esto se mantenga y esto hace que ya no se estén dando tantos episodios de angustia por no saber qué va a ocurrir”. A diferencia de los primeros meses de la pandemia, “ahora no tenemos tantos problemas de ansiedad, pero el estado anímico pasa por mucha decepción y frustración al privarnos de nuestros placeres diarios. Además, porque ni siquiera en la nueva normalidad podemos hacer lo que hacíamos antes”.

El psicólogo es claro al respecto de las secuelas que está dejando en la población esta segunda ola: “Por un lado estamos más preparados, pero cunden el desánimo y la frustración”. Según Pulido, “hay un estrés porque la situación se ha prolongado mucho y el estrés, a veces, es más problemático que la ansiedad porque no lo notamos, pero mantenido mucho tiempo (no dormir bien, tener una activación por encima de lo normal que se convive con ella…) no es sano psicológicamente”. Además, añade que “hay cierto hastío, para bien y para mal, por lo que ocurrió antes”

Una luz de esperanza

Pero no todo es malo, la psicóloga Isa Gutiérrez también ve comportamientos positivos en los ciudadanos. “A pesar de estar viviendo una situación de dificultad como sociedad, no todas las reacciones nos hacen sufrir como individuo. En muchos casos estamos utilizando nuestra resiliencia para afrontar la dificultad, buscar soluciones y adaptarnos a los cambios. Estamos potenciando nuestros recursos personales para mantenernos hasta que la tormenta pase, sin saber cuánto queda para ese momento. Para algunas personas, incluso, esta crisis está siendo una oportunidad de desarrollo. Entre las reacciones positivas además está la solidaridad que se ha hecho más patente e ineludible ante la necesidad de muchos”.

Mirándolo con perspectiva, David Pulido recuerda que “la primera vez decíamos que éramos capaces de sacar pensamientos positivos de una situación novedosa que nunca habíamos vivido y ahora nos encontramos con que ya nadie sale a aplaudir o nadie se anima a hacer, por ejemplo, un curso de cocina”. Sin embargo, “hemos sido capaces de adaptarnos a esta situación. De hacer de una situación excepcional nuevas rutinas o de ser capaces en los momentos malos de sacar cosas positivas. Si alguien nos hubiese dicho hace un año que esto iba a suceder, mucha gente habría dicho que no iba a ser capaz de estar encerrada en casa un mes. El ser humano es mucho más fuerte y es capaz de adaptarse a todas las situaciones”.

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