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El sueño cumplido de Ibrahima: abre su primera panadería artesanal tras 18 años viviendo en España

La panadería de Ibrahima Gakoy en Otura (Granada) se ha convertido en el fenómeno social del municipio en las últimas semanas

Álvaro López

Otura (Granada) —

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Ibrahima Gakoy llegó a España hace ahora 18 años. 2004 llegaba a su fin cuando este hombre de origen senegalés decidió cambiar su país natal por una tierra “de oportunidades”. Lo hizo de forma legal, viajando en primer lugar en avión hasta nuestro país para después intentar ganarse la vida. Ahora, una mayoría de edad en tierras españolas después, ha abierto la primera panadería artesanal de Otura (Granada).

El relato de superación de Ibrahima Gakoy es análogo al de miles de compatriotas suyos que desde Senegal intentan la hazaña de buscarse una vida en España o en algún país de Europa. “Yo siempre tuve claro que mi sitio era Granada porque aquí vivía mi cuñado”, confiesa a elDiario.es Andalucía. Habla con nosotros mientras despacha a la cascada de clientes que entran en su panadería, llamada Touba –que en senegalés significa “felicidad”– y reparte su tiempo ordenando el género y fabricando nuevas barras de todo tipo de panes.

A sus 43 años, su apariencia física no se corresponde con su edad. Parece más joven. “Trato de cuidarme”, reconoce entre sonrisas. Pero su esfuerzo va más allá de lo puramente estético. No solo emprendió el camino de ida sin vuelta desde su Senegal natal en 2004, sino que tuvo que penar trabajando sin papeles cuando el visado le caducó a los tres meses. “Trabajé de todo y me moví sobre todo por el norte de España”.

Antes de viajar a nuestro país, cuando era un veinteañero, se había formado en estudios de electrónica que le permitían ser un experto en climatización. Una destreza a la que trató de amarrarse en su llegada a España. “Mi obsesión era intentar trabajar de lo que me había formado y no soñaba con otra cosa que no fuese montar mi propio negocio”. Con su madre enferma desde entonces en Senegal, Ibrahima fue retrasando sus aspiraciones para hacerse primero con el dinero necesario para cuidar de su progenitora.

Así encadenó todo tipo de empleos y se instaló definitivamente en Atarfe (Granada) junto a su esposa, pero muy lejos de su hija. La primogénita de Ibrahima vive en Senegal y con 16 años está a las puertas de poder hacer el mismo camino que hizo su padre hace ahora 18. “Estamos tratando de organizarlo todo para que tenga los papeles y se pueda venir por fin”. Pero mientras ese momento llega, el panadero artesanal más conocido de Otura no ceja en sus funciones.

Una panadería en boca de todos

Solo en su negocio, pero con una sonrisa de oreja a oreja, abrió Touba hace ahora un año, pero reconoce que el impulso definitivo lo ha recibido gracias al Ayuntamiento de Otura que se ha hecho eco de su historia. “Ellos sabían que estaba aquí, pero veían que necesitaba que más gente me conociera”. Fabrica su propio género, lo vende y aún tiene tiempo para preguntarle a sus clientes cómo les va la vida o para hacerles partícipes del proceso de elaboración de cualquiera de sus productos.

“Yo antes era encargado en una gran empresa, pero con la pandemia de la Covid–19 me fui al paro y después de muchos meses me dije que ya había llegado el momento de cumplir mi sueño y abrir mi propio negocio”. Así, encontró un local en Otura que encajaba con sus aspiraciones y abrió un negocio que ahora le da de comer a su familia. “De momento, no puedo contratar a nadie más, pero espero que algún día sí”. Con el esmero y el cariño que les pone en su creación Ibrahima Gakoy, los productos que se venden en Touba llaman la atención de todos los que llegan a la panadería.

No se limita a hacer pan normal o integral, sino que ha trufado su catálogo de todo tipo de bollos y dulces también artesanales que conquistan a sus clientes, algunos tan habituales que le llaman cariñosamente “Juan”. Incluso se está animando a adaptar algunas de las recetas más tradicionales con el fin de darles el toque que él quiere. “Todo lo que hago aquí lo hago desde el respeto al medio ambiente, sin utilizar nada que no sea natural. Incluso el propio calor al que fermentan mis productos es el que tiene el negocio”. Porque Ibrahima Gakoy está atravesando un momento tan dulce como el de los postres que vende y no es para menos: “Estoy muy contento con el trato de todo el mundo”.

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