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VÍDEO | Gritos, acusaciones y desplantes: la moción de censura de la vergüenza en Alhaurín el Grande

Néstor Cenizo

La votación de la moción de censura prevista para este miércoles en Alhaurín el Grande (Málaga) no ha llegado a celebrarse y en su lugar el Pleno extraordinario ha servido de escaparate de gritos, acusaciones y desplantes. La sesión ha terminado cuando los diez concejales de Por Alhaurín que integran el equipo de gobierno y la secretaria del consistorio se han levantado de sus asientos. Los otros once concejales, firmantes de la moción de censura (cuatro del PSOE, cuatro de Alternativa Socialista Alhaurina, dos de IU y una del Partido Popular), compuestos y sin alcaldía, han esperado en el salón de plenos a que llegara un notario. El bastón de mando lo retiene Antonia Ledesma.

Los representantes de los habitantes de un municipio de casi 25.000 habitantes ofrecieron su peor repertorio de gritos y aspavientos. Algunos pueden verse y oírse en los vídeos que acompañan a esta información. Nadie escuchó a nadie y el diálogo de sordos contagió al público, convocado para jalear o abuchear según la grada y el presunto orador. Por eso esta no es tanto una crónica política, como antipolítica.

Desde el comienzo quedó claro que aquello, fuera lo que fuese, no sería un debate. La discusión se centraba en saber si María Fernández Conejo es o no tránsfuga de acuerdo con la ley, porque de ello depende que se pueda votar la moción de censura con la que la oposición pretendía investir alcaldesa a Teresa Sánchez, de IU. Conejo es la única concejala del PP y hasta ahora sostenía a Ledesma, pero se ha convertido en la pieza clave de su descabalgamiento.

A Fernández Conejo la quieren echar del PP por su cambio de criterio pero, según asegura ella, no ha recibido notificación alguna del expediente de expulsión o suspensión. Sí ha llegado notificación de que se le suspende de militancia a la sede del ayuntamiento. “Mi partido sigue siendo el PP”, proclama ella. Para apuntalar su posición, la oposición resalta que sigue formando parte del grupo municipal popular, y no del de no adscritos.

Sin embargo, sus tesis topaban con un informe (preceptivo, pero no vinculante) de la secretaria del ayuntamiento, que mantiene que la notificación de la suspensión cautelar de Fernández Conejo activa los mecanismos del pacto antitransfuguismo e impiden votar la moción.

“Yo soy la presidenta, yo tengo en todo momento la palabra”

La cuestión debía resolverla la mesa de edad constituida por dos personas: la más joven, Marina Maldonado (PSOE), y la de más edad, Francisco Guerrero (Por Alhaurín, equipo de gobierno). Y el Pleno se empantanó a cuenta de quién tenía el voto de calidad en caso de discrepancia entre ellos. Según la oposición, la presidencia de la mesa correspondía a Maldonado por ser la persona de más antigüedad (tomó posesión en junio de 2015) de los dos componentes, en aplicación subsidiaria de la Ley 40/2015, de Procedimiento Administrativo Común. Según el equipo de gobierno y la secretaria correspondía a Guerrero, en aplicación subsidiaria del Reglamento del Congreso.

“No queda constituida la mesa. No queda constituida la mesa. Me parece muy fuerte. Quiero que me deje que sea mi voto el que prevalezca. Yo soy la presidenta”, insistía Maldonado cuando la secretaria trataba de dar lectura a la ley. Más de una hora consumió el asunto. “Si no se ponen de acuerdo, ¡que vote el pueblo!”, se escuchó.

El voto dirimente de Maldonado hubiese amparado la votación. No ocurrió así. Finalmente la moción se leyó, como también el informe aportado por la oposición para justificar la validez del voto de Conejo y los argumentos de Por Alhaurín, aunque para entonces ya no se escuchaba nada. Guerrero y Maldonado hablaban a la vez, a centímetros (“no me toques”, llegó a decirle ella a él), sin mirarse, y el público se retaba a griterío. Una mujer sostenía un “nooooooo” que sólo interrumpía para tomar aire.

“Yo soy la presidenta, yo tengo en todo momento la palabra”, se esforzaba Marina Maldonado. Daba igual, porque al final todo dependía de la postura de la secretaria y esta ratificó su informe. Así que cuando llegó el momento de votar Francisco Guerrero dijo que no se daban las circunstancias, levantó la sesión y con él se alzaron los concejales y la secretaria, que abandonaron juntos la sala.

“Yo no aspiro a que en el sillón de la alcaldía me siente un juez”, explicó luego Ledesma, mientras Teresa Sánchez, la alcaldesa frustrada, hablaba de “fraude democrático”.

“¡Prevaricación, prevaricación!”, gritaban unos dirigiéndose a la secretaria, antes de abrazar a Marina Maldonado por cómo se había batido. Tras dar por concluida la sesión, los concejales de Por Alhaurín abandonaron el Pleno acompañados de sus fieles, así que el salón quedó a medio aforo y con una sensación de ¿y ahora qué? Maltratada la política la respuesta está, asumen todos, en los tribunales.

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