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Guerra y paz en Andalucía: PP y Cs compaginan guiños y puñales dentro y fuera del territorio neutral de Moreno Bonilla

El presidente andaluz, Juanma Moreno (PP), junto al vicepresidente y líder regional de Cs, Juan Marín.

Daniel Cela

11 de marzo de 2021 20:17 h

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Andalucía ha entrado en un periodo extraño e inédito en el que se solapan la guerra y la paz entre los dos partidos del Gobierno: el líder del PP andaluz y presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno Bonilla, y la presidenta nacional de Ciudadanos, Inés Arrimadas, hablaron el miércoles de levantar un cordón sanitario en Despeñaperros para aislar Andalucía del terremoto político que desencadenado la ruptura del Gobierno PP y Cs en Murcia y en Madrid. 

Los populares y los naranjas andaluces tienen muchas razones para permanecer unidos en su territorio, y ninguna para poner en peligro la estabilidad de la legislatura y facilitar el regreso del PSOE de Susana Díaz al poder. Esta premisa se comparte desde la cabeza a los pies del partido, incluso aquellos diputados críticos de Cs abiertamente enfrentados con su líder, el vicepresidente Juan Marín, reconocen que hoy por hoy deben cerrar filas con el PP.

La estrategia de “encapsular Andalucía” del ruido externo está clara sobre el papel, pero horas después de que Moreno y Marín escenificasen su unidad a las puertas del Parlamento andaluz, la realidad política se impuso y se constató la enorme dificultad para los miembros de PP y Cs de estar en paz dentro de Andalucía y en guerra viva fuera de ella. “No hay cierres perimetrales para esta bronca, porque somos partidos distintos y nos disputamos el mismo espacio electoral”, admite un parlamentario naranja.

En efecto, los encontronazos públicos entre los populares y sus socios ya han empezado y la tensión empeorará cuando irrumpa una campaña electoral a cara de perro en Madrid. Miembros de la ejecutiva del PP andaluz, diputados y cargos medios han empezado a disparar por encima de Despeñaperros contra sus compañeros de Cs, y estos han hecho lo mismo contra los populares. Se lanzan reproches altisonantes en redes sociales, de alto voltaje en algunos casos, para regresar minutos después a la zona verde desmilitarizada de Andalucía. “Cada vez que alguien de Ciudadanos trata de justificar (como ahora Aguado) su suicidio de ayer con excusas de la corrupción en Murcia, se muere un gatito”, escribía en su cuenta de Twitter el diputado malagueño Juan José Carmona, muy próximo a Moreno Bonilla. “¿No decía hoy Inés Arrimadas que en sus gobiernos no habría imputados?”, escribía el parlamentario Ramón Herrera. “Ayer Arrimadas apostó por ser una líder de un partido satélite de la izquierda. Ahora más que nunca todo aquel que esté a la derecha de la izquierda tiene su casa en el PP”, apuntaba el diputado almeriense, Francisco Giménez.

Preocupación en Ciudadanos

La ofensiva de los populares andaluces contra Arrimadas no era contestada públicamente por sus socios naranjas, o muy levemente. “Anda que Arrimadas, en menudo jardín se ha metido ella solita”, le respondía un cargo intermedio de Cs. Pero la preocupación en el grupo de Marín es notoria: “Esto va a ser insostenible ¿Cuánto puede durar esta situación hasta que estalle? ¡Faltan dos años para las elecciones!”, se pregunta un miembro del Ejecutivo autonómico. Hubo bastantes más diputados y cargos del PP–A que replicaron el tuit del secretario general del PP, Teodoro García Egea, de asalto a la casa naranja: “Abrimos las puertas del Partido Popular, la casa común del centro derecha, a los militantes, simpatizantes y dirigentes de Ciudadanos defraudados por Arrimadas”.

Los cuchillos entre socios no sólo vuelan en las redes sociales, el Parlamento andaluz ha empezado a registrar en el diario de sesiones pullas entre diputados de PP y Cs hasta ahora inéditas. El terremoto político de Murcia y Madrid coincidió con un día de Pleno en la Cámara autonómica, en pleno debate de totalidad de la Ley contra la Corrupción y el Fraude, y las comparecencias se trufaron de reproches, dardos cínicos y estallidos de dignidad. “Usted a mí no me da lecciones de nada”, le decía el parlamentario de Cs, Fran Carrillo, al portavoz de Vox que previamente había retratado a su partido como “un fraude” y un grupo “políticamente muerto”. Carrillo disparó contra Vox, pero también contra el PP, al que recordó su cerco con la justicia por los casos de corrupción que se investigan, y la diputada popular Ángeles Espinosa subió a la tribuna a contraatacar: “¿Usted sabe lo que ha pasado en Murcia? Dese una vuelta por allí”.

En la sesión de control al Gobierno andaluz del jueves, el portavoz parlamentario de Cs, Sergio Romero, ignoró el terremoto político del día anterior, no hizo ni una sola mención. En cambio, su homólogo del PP, José Antonio Nieto, cambió la pregunta al presidente, alegando máxima actualidad, y cargó duramente contra el partido de Arrimadas, salvando difícilmente el papel de sus compañeros andaluces. Nieto habló de “mociones de censura trampa”, de “buscar el poder por el poder”, de “coalición Frankenstein” en Murcia. “Están dinamitando una alternativa de centro derecha en España”, sentenció, para girarse, acto seguido, hacia sus socios y reconocerles “la lealtad y el valor de su papel en el Gobierno andaluz”. “Probablemente son una víctima inmediata”, dijo.

Moreno Bonilla y Marín tienen una relación sólida, con unos Presupuestos aprobados y una hoja de ruta que afianza su coalición a largo plazo, más allá de este mandato: consolidar el cambio político en Andalucía tras 37 años de gobiernos socialistas. Pero esta pax romana que han pactado para protegerse de las batallas que, simultáneamente, están librando los suyos en el resto de España es de una complejidad extrema: a priori, PP y Cs dan prioridad a lo institucional sobre sus intereses de partido –“cueste lo que cueste en las elecciones de 2022”, avisó Marín–. 

Atajando rumores

Ambos han atajado los rumores de mociones de censura y adelanto electoral apelando a la pandemia, a la crisis sanitaria y económica: primero proteger nuestra salud, luego recuperar empleo y tejido productivo, subrayó Moreno. Pero populares y naranjas militan en partidos distintos, los primeros crecen en las encuestas de intención de votos, los segundos se hunden. En Ciudadanos pesa más esta losa, porque para prorrogar su alianza es esencial que conserven su peso político y su base electoral, que está filtrándose hacia el PP y hacia el PSOE.

Los naranjas “no pueden permanecer impasibles” en Andalucía, mientras la dirección nacional del PP ha hecho un llamamiento a sus cargos medios y a sus votantes para que abandonen a Arrimadas y regresen a sus filas. Es una OPA hostil, justo lo que desaconsejó hace unos días el presidente Moreno Bonilla cuando sopesó “una alianza electoral PP–Cs” de cara a los próximos procesos electorales. Los socios van a tratar de mantener el equilibrio, que los dardos externos no pinchen “la burbuja” andaluza, pero Vox no se lo está poniendo fácil.

24 horas después de exigir un adelanto electoral “inminente”, el partido de Santiago Abascal ha cambiado drásticamente de registro y ha vuelto a su rol de socio preferente “responsable” y “garante de la estabilidad”. “La llegada de Vox al Parlamento andaluz sirvió para acabar con un reinado del PSOE durante 37 años”, le recordó el portavoz parlamentario de ultraderecha, Alejandro Hernández al presidente de la Junta. Pero si la ultraderecha siempre tuvo fricciones difíciles con Ciudadanos, desde hoy tiene el relato murciano para minar la confianza del PP en sus socios.

La estrategia de desestabilizar a los naranjas irá en aumento, con todos los sondeos de fondo vaticinando un sorpasso de Vox que le colocaría potencialmente dentro del próximo Gobierno de Moreno Bonilla, como anunció la futura candidata en las andaluzas, la portavoz en el Congreso, Macarena Olona. “Si el PSOE vuelve a gobernar Andalucía, será una causa imputable a ustedes y a Ciudadanos”, le dijo, en tono muy conciliador, Hernández, al presidente. “El objetivo de todos es la estabilidad, de todos, también de ustedes. Andalucía, primero, por encima de todo, también de intereses partidistas”, zanjó éste.

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