Si se cumple la orden del ayuntamiento, la Casa Invisible, el centro social y cultural autogestionado que ocupa un inmueble municipal en pleno centro de Málaga, deberá quedar vacía a lo largo de este verano. Los activistas, que okuparon el inmueble en 2007, no le reconocen validez, porque entienden que no están protagonizando una “usurpación”, como alega el consistorio, sino una cesión en precario desde que expiró el protocolo de intenciones que suscribieron con el ayuntamiento en 2011. Esta semana han vuelto a reivindicar su utilidad social y cultural con actividades dentro y fuera del espacio: en La Invisible, con un encuentro con representantes de instituciones culturales, y en la calle, con una manifestación.
La orden de desalojo fue aprobada por la Junta de Gobierno Local y ordena “recuperar de oficio” el inmueble, ordenando su desalojo en un primer plazo de 15 días desde su notificación, que se produjo el lunes. Si no se desaloja voluntariamente, la resolución prevé un plazo adicional de ocho días. Si este plazo “no es atendido” “se procederá al lanzamiento por este Ayuntamiento por sus propios medios”.
No está en el ánimo de los activistas desalojar voluntariamente el inmueble, aunque les queda otra salida: plantear ante los juzgados un recurso contencioso-administrativo contra el acuerdo de la Junta de Gobierno Local que desestimó cederles el espacio (tal y como venían negociando con el ayuntamiento durante años) y optó por desalojarlos. Sin embargo, es dudoso que el recurso judicial tenga éxito. De hecho, pocos cuestionan que el ayuntamiento tenga la potestad jurídica para optar por echar a los activistas y abrir un concurso público. Lo que gran parte del activismo local (y estatal) cuestiona es que esa fórmula vaya a resultar en algo más provechoso para la cultura y la sociedad malagueñas que La Casa Invisible.
En otras palabras, lo que se teme es que el espacio, que debe ser rehabilitado, cueste dinero público para acabar reconvertido en otro mercado gourmet o similar. Hay precedentes. Frente a eso, La Invisible ofrece la experiencia de once años de un formato de relativo éxito.
Manifestacion por su continuidad
La cuestión es política, y los activistas vienen pidiendo a De la Torre que retome las negociaciones que rompió cuando, en octubre, Ciudadanos impulsó una moción para pedir su desalojo. En las últimas semanas, han perseguido al alcalde en los barrios de Málaga o en Nueva York, pidiéndole una reunión disfrazadas de superheroínas.
Además, desde hace días se ha fraguado una gran manifestación que culminó este jueves por las calles del centro. “¿Te imaginas Málaga sin La Invisible? Nosotras tampoco. #Defendamos La Invisible”, decía la convocatoria, que circuló masivamente. El gran soporte de La Invisible está en la calle, y por eso era esencial calibrar sus fuerzas.
La manifestación fue tan festiva como acostumbran a ser las de La Invisible. Comenzó con un teatro de cuatro marujas en el balcón de la casa. “Yo he visto aquí los cantes y los bailes, el teatro, las proyecciones, las charlas, las conferencias...”, decía una de las maris con la toalla a la cabeza.
Hubo verdiales y batucada, y la reivindicación general: “Málaga no se vende”. Es la lucha por una ciudad más habitable por sus vecinos y vecinas. Por eso en el pasacalles se representaba también el entierro de la última vecina del centro histórico, expulsada por los turistas y los bares.
Imposible calcular cuántos se manifestaron, pero muchos. Suficientes para crear una larga marcha por el Paseo del Parque, después de llegar al ayuntamiento. Por allí se vio a la exconsejera de Educación Adelaida de la Calle, a concejalas y a artistas como Nacho Vegas. “¿Dónde está Paquito, Paquito dónde está? Paquito esta vendiendo lo que queda de ciudad”, le dijeron al alcalde De la Torre.
De su valor como emblema cultural viene el encuentro de este miércoles entre Manuel Borja-Villel, director del Centro de Arte Reina Sofía, Ferran Barenblit (director MACBA), Blanca Montalvo (profesora de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Málaga), el artista malagueño Rogelio López Cuenca y Gerald Raunig, de la Zurich University of the Arts, en torno a un tema que afecta directamente al espacio: Reinventando las instituciones culturales contemporáneas.
Borja-Villel,fue uno de los firmantes del protocolo de intenciones que “legalizó” su situación en 2011, y este miércoles la puso como ejemplo de la práctica cultural crítica ante la cultura turística y de consumo. Borja Villel fue crítico con la “turistificación de la cultura”, igual que Rogelio López Cuenca, cuyo proyecto Ciudad Picasso fue el primero en señalar, en 2010, la progresiva utilización de la imagen del pintor como figura mercantil, más allá de su valor artístico.
Pocos espacios sociales o culturales alternativos de la ciudad se entienden sin la participación más o menos intensa de La Invisible. Es la sede, germen o elemento decisivo de los grupos locales de la PAH, del Sindicato de Inquilinos e Inquilinas o del 15M, y también de propuestas culturales al margen de la cultura institucional de la ciudad, aferrada al tapeo y los museos franquicia, y subsidiaria del modelo turístico. Es uno de los pocos espacios locales de resistencia frente al modelo social, económico y cultural local al servicio del turismo y este jueves salió a la calle para decir que se queda o que, al menos, lo va a intentar.