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Espadas se mira en el espejo extremeño de Fernández Vara: cerrar el 'paréntesis Moreno' y recuperar el Gobierno andaluz

Guillermo Fernández Vara, presidente socialista de Extremadura, señala el anfiteatro romano de Mérida a su compañero Juan Espadas.

Daniel Cela

19 de abril de 2022 20:51 h

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¿Cuál es la fórmula para recuperar un bastión electoral socialista durante décadas que un día, por sorpresa, vio cómo el PP le arrebataba el poder? Juan Espadas se desvió este martes de su ruta andaluza para viajar a Extremadura, comunidad vecina que estos días le sirve como fuente de inspiración electoral.

El secretario general y candidato del PSOE-A acudió a mirarse en el espejo de su compañero, el presidente socialista extremeño, Guillermo Fernández Vara, que fue expulsado del Gobierno autonómico en 2011, después de 28 años ininterrumpidos en el poder, para recuperarlo cuatro años después en otros comicios (2015) y revalidar en 2019 con mayoría absoluta.

Fernández Vara ha recibido a Espadas en la sede de la Presidencia, en Mérida, y tras la reunión el sevillano ha enumerado las claves que “comparte” con el extremeño “que hacen que la ciudadanía te dé la confianza para recuperar el gobierno”. En la imagen que se ha distribuido de los dos dirigentes aparece el extremeño con el brazo extendido, señalando hacia el horizonte, como indicando el camino a seguir al andaluz.

El Gobierno del PP en Extremadura, otro fuero histórico del PSOE, duró el paréntesis de una legislatura, cuatro años, que es lo que Espadas espera del Ejecutivo de Juan Manuel Moreno en Andalucía. Un intermedio, un paréntesis, un accidente, pero no un cambio de ciclo político, como vaticinan los populares. La victoria de Moreno que auguran todas las encuestas en las próximas elecciones andaluzas supondría un vuelco en el mapa político andaluz mayor que el de 2018. Entonces los socialistas andaluces ganaron con el peor resultado de su historia y los populares perdieron con el peor resultado de la suya, pero la suma de fuerzas con Ciudadanos y Vox superó por primera vez al bloque de las izquierdas.

El espejo extremeño es de esos en los que te ves grande aunque seas pequeño. Aunque el PSOE perdió el gobierno en Andalucía con mejores datos que en Extremadura

El paralelismo es complejo, porque entre 2015 y 2022 ha cambiado el ciclo político –varias veces–, han cambiado los protagonistas, las herramientas, los discursos, las reglas. “Hacerse un Vara”, como bromeaban este martes quienes acompañaron a Espadas hasta Mérida, es mucho más que recolocar al PSOE en un Gobierno que ocupó casi 37 años seguidos, hasta la llegada de PP y Ciudadanos al poder. El Gobierno extremeño del popular José Antonio Monago también fue un Gobierno en minoría, pero nunca fue tan estable como lo ha sido el de Moreno.

En 2011 en Extremadura no hubo un bloque conservador que rebasó al progresista, sino la abstención de tres parlamentarios de IU –eterno rival a la izquierda del PSOE– que propició la investidura del presidente Monago, y posteriormente una legislatura con muchos condicionantes. De esos vaivenes, los extremeños tomaron nota y en 2015 devolvieron el apoyo al mismo presidente socialista al que cuatro años antes habían abandonado. Pero con matices.

En la arena política había nuevos jugadores –Podemos (6 escaños) y Ciudadanos (1)– y el reparto de votos empezó a jibarizar el bipartidismo. Fernández Vara logró 25.100 votos menos y los mismos escaños (30) que cuando perdió el Gobierno, a tres de la mayoría absoluta. Pero el PP de Monago perdió más: 71.756 papeletas y cuatro escaños.

Había bloques y el progresista hizo piña para devolver a la derecha a la oposición. En 2019 el bloque de izquierdas se desintegró por el abrazo del oso y el PSOE volvió a gobernar con mayoría absoluta. Eso sí, el tablero político había cambiado para siempre, y el número de papeletas que dio la mayoría absoluta a Fernández Vara en 2019 seguía siendo inferior al que le arrebató el Gobierno en 2011.

Ese mapa extremeño de 2015 en el que se quiere mirar Juan Espadas ya no es el mismo que existe hoy. Tampoco lo era en 2015 en Andalucía, cuando Susana Díaz adelantó las autonómicas, en la cresta de su popularidad nacional, y frenó el ascenso precipitado de Podemos, el partido que venía a sorpasar a los socialistas. Fue la última victoria de Díaz y del PSOE-A. El espejo extremeño es de esos en los que te ves grande aunque seas pequeño. Con todo, el PSOE perdió el Gobierno en Andalucía con mejores datos que en Extremadura, siendo la lista más votada –con 33 diputados–, a siete puntos del PP.

El nuevo PSOE y el ascenso de Vox

Ahora la nave la pilota el ex alcalde de Sevilla desde hace menos de un año, con un grupo parlamentario heredado y otras tantas historias “heredadas” de los muchos desaciertos que PP, Ciudadanos y Vox han recalcado en los 37 años que gobernaron. Singularmente los casos de corrupción, chanchullos y nepotismo que se probaron en el juicio del caso ERE –con la condena por malversación y prevaricación a los ex presidentes Manuel Chaves y José Antonio Griñán– o los procesos aún en tramitación sobre las presuntas irregularidades en la Faffe. Esa pesada losa la carga todo el PSOE a escala nacional, pero solo es paralizante para los andaluces.

Para “hacerse un Vara”, Espadas necesita mantener a su partido como fuerza más votada en Andalucía, igual que lo fue en 2018, pese a la pérdida del Gobierno. Lograr ese objetivo, desde la oposición, no desde San Telmo, quizá no le permitiría recuperar el poder, pero sí podría impugnar el leit motiv de Moreno Bonilla: en Andalucía no se ha consolidado la derecha, no hay cambio de ciclo, sino una renqueante transición mientras los andaluces recuperan plenamente su confianza en el PSOE. Los sondeos no son nada halagüeños.

Espadas apela diariamente a la “ilusión” para combatir la abstención –“mi principal rival en estas elecciones”– y la resignación de la izquierda, pero su idea fuerza en campaña no está en “el nuevo PSOE” que dice representar, sino en la derecha que viene. La posibilidad de que Vox duplique sus diputados –en 2018 logró 12– e irrumpa en el próximo Gobierno de Moreno, condicionando el rumbo del PP de Alberto Núñez Feijóo en toda España. Andalucía tiene 8,5 millones de habitantes, no dos millones como Castilla y León. Las andaluzas son la encrucijada del PP que ahora abanderan Feijóo y Moreno, y dirán si los datos le permiten virar hacia el centro moderado (gobierno en solitario) o hacia la extrema derecha (gobierno de coalición con Vox).

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