El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
Chotacabras: una especie de leyenda
La ausencia de conocimiento científico generalmente constituye un caldo de cultivo en el que proliferan creencias y mitos que, en ocasiones, terminan por ocupar el lugar del conocimiento. En este juego, las especies animales pueden correr una suerte desigual, resultando tan apreciadas como temidas dependiendo únicamente de un infundado dictamen. La maternal imagen de la cigüeña blanca o el mal agüero que acompaña a la figura de la lechuza son ejemplos de la arbitrariedad del proceso. Llegados a este punto, toca a los científicos asumir la doble tarea de generar conocimiento veraz y difundirlo para desmentir así las falsas creencias que rodean a determinadas especies.
El chotacabras cuellirrojo es una de esas especies de leyenda, pero en su caso, la leyenda empieza por su propio nombre. El término Ê»chotacabrasʼ alude a la creencia popular de que pueden mamar de las cabras. Lo mismo sucede con su nombre latino ‘Caprimulgus’, derivado de los términos capra y mulgere, que en latín significan ‘cabra’ y ‘ordeñar’, respectivamente. En español, ‘chotar’ es un término arcaico que procede del latín suctare y significa ‘mamar’. Esta leyenda carece de una base científica, sin embargo, el conocimiento generado sobre la biología de esta singular especie puede ayudarnos a entender cómo se originó.
Los chotacabras se alimentan de insectos nocturnos que capturan en pleno vuelo. La estrategia de caza más común consiste en aguardar posado sobre el suelo la llegada de una posible presa. Entonces, se lanza tras ella, realizando complicadas maniobras áreas hasta darle caza. Este hábito precisa por tanto de un espacio despejado que facilite la detección de sus presas y permita la ejecución de piruetas sin riesgo de colisión. En la actualidad, existe una fuerte asociación entre los chotacabras y las carreteras, pues su trazado les ofrece un lugar abierto donde alimentarse. En términos evolutivos, apenas han transcurrido unos minutos desde que estas mismas carreteras fueran transitadas por vehículos de tracción animal, cuyo maloliente rastro atraía a los insectos que forman parte de su dieta. Es muy probable que éste sea el origen de tan curiosa asociación, pero ¿y las cabras?
Es bien sabido que un sólo rebaño de cabras puede provocar la rápida deforestación de zonas naturales. Esto puede resultar problemático para algunas especies, pero seguro se trata de un gesto apreciado por unas aves que dependen de espacios abiertos para alimentarse. No es raro encontrar chotacabras cazando en áreas ocasionalmente ocupadas por ganado caprino, atraídas por los insectos que acompañan a los rebaños. La relación entre los chotacabras y el animal al que debe la mitad de su nombre llegó a ser tan estrecha que algunas personas aseguran haberlos observado al anochecer revoloteando por los rediles y consumiendo las moscas que se concentran alrededor del las ubres de cabras, ovejas y vacas. No es descabellado pensar entonces que este curioso comportamiento ayudara a forjar la llamativa creencia que subyace tras la otra mitad de su nombre.
Activos durante las noches de luna llena
La eficacia de caza de los chotacabras mejora notablemente a medida que aumenta la luminosidad y, por ello, se muestran particularmente activos durante las noches de luna llena. El incremento en su actividad y la mejora en las condiciones de visibilidad pudieron propiciar un mayor número de encuentros durante las noches de luna llena, habitual caldo de cultivo para las creencias populares.
La influencia de la luna sobre el comportamiento de esta especie llega a extenderse a su biología reproductiva. En las noches de luna, los machos intensifican su actividad vocal, esperando atraer la atención de alguna hembra y, entonces, de forma excepcional, es posible observar su espectacular cortejo. El macho se aproxima caminando despacio, con las alas y la cola desplegadas por completo. Las llamativas manchas blancas que esconden durante el día son ahora exhibidas en todo su esplendor, produciendo destellos en plena oscuridad.
La rápida ejecución de un vuelo vertical, a menudo acompañado de sonoros chasquidos producidos intencionadamente por el movimiento de las alas, señala el final del espectáculo. En caso de ser aceptado, el macho no se separará del lado de la hembra bajo ningún concepto, asegurando así la paternidad de su futura prole. La duración del periodo que transcurre desde el cortejo hasta el momento de la puesta puede también fluctuar con el ciclo lunar, ya que los chotacabras son capaces de ajustar sus puestas para hacer coincidir el nacimiento de los pollos con las mejores condiciones de luminosidad.
El chotacabras, una de las aves menos conocidas de su área de distribución, está poco a poco dejando de serlo, en detrimento de algunas de las creencias que lo rodean. No obstante, casi una década después de que comenzáramos a estudiar a esta enigmática especie, el número de preguntas supera todavía al de respuestas y, por lo que parece, aún queda lejos el día en que ésta deje de ser considerada una especie de leyenda.
La ausencia de conocimiento científico generalmente constituye un caldo de cultivo en el que proliferan creencias y mitos que, en ocasiones, terminan por ocupar el lugar del conocimiento. En este juego, las especies animales pueden correr una suerte desigual, resultando tan apreciadas como temidas dependiendo únicamente de un infundado dictamen. La maternal imagen de la cigüeña blanca o el mal agüero que acompaña a la figura de la lechuza son ejemplos de la arbitrariedad del proceso. Llegados a este punto, toca a los científicos asumir la doble tarea de generar conocimiento veraz y difundirlo para desmentir así las falsas creencias que rodean a determinadas especies.
El chotacabras cuellirrojo es una de esas especies de leyenda, pero en su caso, la leyenda empieza por su propio nombre. El término Ê»chotacabrasʼ alude a la creencia popular de que pueden mamar de las cabras. Lo mismo sucede con su nombre latino ‘Caprimulgus’, derivado de los términos capra y mulgere, que en latín significan ‘cabra’ y ‘ordeñar’, respectivamente. En español, ‘chotar’ es un término arcaico que procede del latín suctare y significa ‘mamar’. Esta leyenda carece de una base científica, sin embargo, el conocimiento generado sobre la biología de esta singular especie puede ayudarnos a entender cómo se originó.