El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
No podemos degradar más
La última iniciativa de la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD) es tan ambiciosa como desconocida. Se trata de la Neutralidad de la Degradación de las Tierras (NDT), una idea propuesta en octubre de 2015, en el marco de la decimosegunda Conferencia de las Partes (COP12) de la CNULD. Poco después fue integrada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), concretamente en la meta 15.3, que propone “luchar contra la desertificación, restaurar las tierras y los suelos degradados, incluidas las tierras afectadas por la desertificación, la sequía y las inundaciones, y esforzarse por lograr un mundo sin degradación de la tierra” para 2030.
La propuesta de un mundo neutral en relación a la degradación de la tierra tuvo un gran apoyo en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (Río+20) El futuro que queremos, y seguía la estela de la neutralidad climática en relación a las emisiones de carbono y su fijación. Entre los principales defensores se encontraban la CNULD y la comunidad científica. Tras un período de amplias evaluaciones políticas y científicas, por fin se aceptó la NDT, definida como “un estado en el que la cantidad y la calidad de los recursos de la tierra necesarios para apoyar las funciones y los servicios de los ecosistemas y mejorar la seguridad alimentaria permanecen estables o aumentan dentro de escalas temporales y espaciales y ecosistemas específicos”.
La NDT supone un avance significativo en la lucha contra la desertificación. En lugar de plantearse detener cualquier acción que degrade el medio, este nuevo paradigma admite que haya degradación. Lo que no tolera es que la degradación supere a la regeneración del territorio. Por tanto, no puede interpretarse como una licencia para degradar. Al contrario, y como veremos a continuación, plantea una serie de reglas que son muy estrictas. La NDT se enhebra con debates similares. Por ejemplo, cómo usar el territorio para producir alimentos. Por una parte, podemos adoptar un sistema de Land Sparing (liberar tierra), que considera dividir el territorio en zonas con agricultura intensiva y espacios naturales libres de presencia humana. Por contra, el Land Sharing (compartir tierra) implica un mosaico de agricultura de baja intensidad que incorpora elementos naturales como estanques y setos, en lugar de mantener separados la agricultura y los espacios naturales.
Además, la NDT aúna las visiones contrapuestas de la propia CNULD, y que han trabado la implementación de soluciones efectivas para abordar la desertificación. Hay partes que plantean la lucha contra la desertificación como la protección del medioambiente y la restauración de los espacios degradados. Y hay partes que equiparan la lucha contra la desertificación con la lucha contra la pobreza. La visión conservacionista coincide con la de los países o regiones más ricos, mientras que la visión desarrollista se corresponde con los países que buscan salir de la pobreza y alcanzar el estatus de los primeros.
No puede compensarse la erosión que pueda desencadenarse por el cultivo de aguacates en la Costa Tropical de Granada con la reforestación de bosques tropicales en Centroamérica, sino con la recuperación de tierras agrícolas similares en la misma zona
La NDT puede equilibrar estas concepciones confrontadas, pero, como decíamos, para ello debe ceñirse a unas líneas de actuación muy estrictas. Estos son los fundamentos en los que se apoya, fruto del trabajo del órgano científico que asesora a la CNLUD (el Science-Policy Interface, SPI):
1. La NDT debe ser el núcleo de los Planes Nacionales de Acción contra la Desertificación. El ámbito espacial de la NDT es clave para cumplir con las ambiciones de este nuevo paradigma. Cada país debe considerar subdivisiones territoriales en las que aplicar la NDT, que pueden ser de tipo administrativo (provincias) o físico (cuencas hidrográficas). La compensación entre degradación y regeneración debe de hacerse dentro de los mismos usos del suelo o tipos de cobertura en cada una de esas zonas (same land type, señala el SPI. Este mecanismo evita la propagación de la degradación, ya que las compensaciones se circunscribirán a las subdivisiones territoriales elegidas. En otras palabras, no puede compensarse la erosión que pueda desencadenarse por el cultivo de aguacates en la Costa Tropical de Granada con la reforestación de bosques tropicales en Centroamérica, sino con la recuperación de tierras agrícolas similares en la misma zona.
2. La NDT se despliega a través de tres tipos de acciones: evitar, reducir, revertir. El orden de estas acciones no es aleatorio, sino que señala su jerarquía. Es decir, que la prevención es prioritaria. La razón es que, dada la naturaleza irreversible de la desertificación, atacar el problema cuando está muy avanzado es la opción menos efectiva y más cara. Por tanto, es necesario detectarlo en su estado más incipiente. El segundo grupo de acciones incluye todas esas prácticas que ayudan a reducir la degradación o contenerla, como puede ser la aplicación de técnicas agrícolas que reduzcan la erosión. Por último, en el tercer grupo están esas medidas que han parecido en convertirse en el emblema de la lucha contra la desertificación (y el cambio climático), como es la reforestación o restauración ecológica de ecosistemas. Como vemos, para la NDT este es el último remedio, el que hay que aplicar cuando el ecosistema está casi en estado terminal. La prioridad es evitar llegar a este estado.
3. Lo anterior nos conduce a la planificación territorial y a la implementación de sistemas de alerta temprana. Necesitamos métodos que nos permitan detectar donde pueden desarrollarse problemas de desertificación o en qué lugares el desarrollo económico empieza a devorar recursos a un ritmo que la naturaleza no puede asumir. Este planteamiento se incardina con la Convergencia de Evidencias. Se trata de otra iniciativa reciente (hay antecedentes en España que datan de 1998 que actualmente se están revisando y mejorando dentro del proyecto de investigación SUMHAL), en este caso de la Comisión Europea, que aparece en el Atlas Mundial de Desertificación. La idea es analizar en qué zonas áridas concurren dinámicas que pueden alterar peligrosamente el medio. Aplicar la NDT supone, en último término, poner orden entre los diversos planes existentes (hidrológicos, forestales, agrarios, de regadío, etc.), descubrir solapamientos y solventar incongruencias.
4. La agregación de las acciones propuestas no pueden superar el nivel de degradación de 2015, de modo que este es el umbral elegido por la CNULD como límite superior de la degradación. A partir de 2015 no se puede degradar más.
5. El desarrollo de indicadores es una parte esencial para evaluar el progreso de la NDT. Se trata de controlar las variaciones de la productividad primaria, de los cambios del uso del suelo, y del carbono orgánico del suelo. Si alguno de ellos disminuye entonces han de saltar las alarmas, algo va mal en ese territorio. El SPI advierte de que estos indicadores deben adaptarse a cada país cuando no capturen bien lo que allí ocurre. Por ejemplo, en el caso de España es necesario incluir alguno que describa el estado de las masas de aguas subterráneas, puesto que su degradación no se refleja en los indicadores propuestos.
La NDT brinda una excelente oportunidad para acometer la degradación de la tierra. Aunque inicialmente se ha concebido para las zonas áridas (es decir, para afrontar la desertificación), se ha transformado en una iniciativa de carácter global, que no puede alcanzar su meta sin la implicación de todos los países. En 2021, hasta 124 países se han comprometido a fijar objetivos voluntarios de lucha contra la degradación. Sin embargo, muchos de los países que en sus territorios parecen hacer bien las cosas, tienen una trastienda terrorífica. Importar alimentos y materias primas de otros países ahorra muchos disgustos ambientales y se lleva la degradación a otra parte. Para que la NDT funcione de verdad este tipo de enjuagues han de evitarse, y la neutralidad ha de ganarse en cada región y en cada país. Lo contrario es hacerse trampa en el solitario.
La última iniciativa de la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD) es tan ambiciosa como desconocida. Se trata de la Neutralidad de la Degradación de las Tierras (NDT), una idea propuesta en octubre de 2015, en el marco de la decimosegunda Conferencia de las Partes (COP12) de la CNULD. Poco después fue integrada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), concretamente en la meta 15.3, que propone “luchar contra la desertificación, restaurar las tierras y los suelos degradados, incluidas las tierras afectadas por la desertificación, la sequía y las inundaciones, y esforzarse por lograr un mundo sin degradación de la tierra” para 2030.
La propuesta de un mundo neutral en relación a la degradación de la tierra tuvo un gran apoyo en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (Río+20) El futuro que queremos, y seguía la estela de la neutralidad climática en relación a las emisiones de carbono y su fijación. Entre los principales defensores se encontraban la CNULD y la comunidad científica. Tras un período de amplias evaluaciones políticas y científicas, por fin se aceptó la NDT, definida como “un estado en el que la cantidad y la calidad de los recursos de la tierra necesarios para apoyar las funciones y los servicios de los ecosistemas y mejorar la seguridad alimentaria permanecen estables o aumentan dentro de escalas temporales y espaciales y ecosistemas específicos”.