Antonio Agredano, autor de 'Prórroga': “En la vida nos llevamos persiguiendo metas como los niños persiguen un balón en una plazoleta”
Prórroga es la oportunidad de enmendar lo que en noventa minutos no da tiempo de resolver. Es el tiempo extra cuando no vale el empate. Prórroga (Panenka) también es la primera novela del escritor Antonio Agredano (Córdoba, 1980), que siempre llamó a su manuscrito Julián Bellón, un portero de fútbol a imitación de Juan Belmonte, matador de toros de Manuel Chaves Nogales.
Julián Bellón, de 40 años, es el protagonista de una novela que arranca con su vuelta a Córdoba, su ciudad natal, tras la muerte de su padre. Prórroga es la historia de este ex guardameta profesional que busca la redención de “una vida que había quedado en un cero a cero”.
En su intento de desempatar, Bellón sigue una tendencia de autodestrucción. Ya no ataja y sólo repele como la moda imperante de los porteros de fútbol moderno. Además se ha olvidado de salir de su área chica y el larguero amenaza con abrirle la cabeza. Esto “no significa que sea un mal portero”. Su problema tiene que ver con “el miedo terrible a dejar de sentir miedo”. Cuando eso ocurre el frío se cuela por debajo de la puerta y “las cosas son cada vez menos apasionantes, las relaciones son cada vez más tediosas e incluso los objetivos deportivos dejan de estar sometidas al fervor del juego”. Envejecer. Julián Bellón tiene miedo a “hacer un pacto de no agresión consigo mismo”.
Por eso “huye de su ciudad, de su familia, del fútbol... huye de todo lo que le puede recordar que no estuvo a la altura en un momento determinado de su vida”. Y la huida se lleva mejor con cocaína y cerveza, con relaciones intrascendentes, con el desapego familiar. Su evasión no es extraña ya que “todos hemos necesitado huir de nuestra vida en un momento determinado”.
Porque de repente llega el momento de darse cuenta de que no somos Messi ni Cristiano Ronaldo. Somos peores. “Todos somos el equipo de mitad de tabla. Los que llegan arriba son muy pocos y los que defienden [como un central leñero] son más de lo que creemos”. En ese reconocimiento se normalizan las renuncias constantes. “Uno tiene que renunciar incluso a su expectativa”.
“En la vida nos llevamos persiguiendo metas como los niños persiguen un balón en una plazoleta”. Agredano quiso ser abogado y abandonó la carrera. Creyó que tendría hijos con una mujer a la que amó mucho, pero los ha tenido con otra a la que también ama. Es un escritor “perezoso” al que le cuesta creerse lo que hace y casi le tuvieron que obligar a escribir Prórroga.
A veces los objetivos son inalcanzables —“Esto es lo que hay”, que diría el entrenador del FC Barcelona, Ronald Koeman—. “La clave es la honestidad porque si algo nos delata que un tío es un gilipollas es cuando vemos que él sabe que está en una situación y nos está vendiendo estar en otra”. Vender la burra es ponerse disfraces cuando no sabemos hacia dónde vamos. “Como pegarle un puntapié a una pelota”. Pero “no siempre es tarde para la verdad, para aceptar la derrota”. Se puede ganar perdiendo. “Lo que no podemos es maquillar constantemente nuestro fracaso, hacer lecturas constantemente positivas”. El empate, en ocasiones, vale.
Y ahí es donde se nos regalan treinta minutos más para obrar el milagro. “El fútbol es un deporte tan impreciso que puede pasar que una cuarta división elimine a un primera en Copa”. “El fútbol entonces se convierte en algo muy lúdico, muy universal, muy impredecible. Y eso casa perfectamente con la sociedad que nos ha tocado vivir”.
Prórroga no es un libro de fútbol sino una novela para hacer las paces con uno mismo. “Siempre hay derecho a redimirse”. Agredano dice que “la vida y el fútbol son elementos ergonómicos”. Que “hay vidas que caben en el fútbol y hay partidos que caben en la vida”.
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