Julio Muñoz Gijón, ‘Rancio’: “Sevilla es una ciudad inventada, y como tal la seguimos reinventando”
Si hace diez años le hubieran dicho a Julio Muñoz Gijón (Sevilla, 1981) que iba a convertirse en un fenómeno de ventas como escritor, seguramente se habría echado a reír. Aquel ya lejano 2012, el joven periodista debutaba como narrador con El asesino de la regañá, un desopilante thriller lleno de referencias a la Híspalis profunda y sus más recalcitrantes defensores. Una década y 14 títulos después, el novelista conocido en redes como Rancio regresa con una precuela de aquella primera entrega, titulada El diario del asesino de la regañá y publicada, como sus últimos libros, por El Paseo.
“Tuve la idea de liberar las pruebas del juicio por aquellos asesinatos”, comenta el autor. “Se retira el secreto de sumario y una de esas pruebas es el diario del asesino. Me parecía el complemento perfecto para quien leyó El asesino de la regañá, permitiéndole conocer la versión del asesino con sus correspondientes sorpresas. Mi único miedo es que el lector llegue a empatizar demasiado con él, porque lo que he hecho es lo mismo que se hacía en Joker, indagar en las razones que llevan a alguien a perder la cabeza y, en nuestro caso, a apuñalar a gente con una regañá”.
Todo es tratado, eso sí, con mucha guasa en esta saga protagonizada por los inspectores Villanueva y Jiménez, que ya son como de la familia para Muñoz Gijón. Sin embargo, esta nueva obra ha entrañado sus dificultades, según él mismo reconoce: “Me ha costado un montón, sobre todo por el hecho de tratarse de un diario, es decir, de escribir en tiempo real, pero sobre las cosas que podían molestar a ese tipo de sevillano hace diez años. Ahí me di cuenta de que todo es muy cíclico, lo que era moderno entonces, ahora es sustituido por otra cosa. Entonces estábamos con el camembert frito con mermelada de frambuesa, luego pasamos al queso rulo de cabra y ahora nos dan la turra con el tataki y el tartar… Pero lo que no pasa de moda son las papas aliñás, las albóndigas de choco y los montaditos de melva canutera”.
Del camembert al tataki
Lo que también ha cambiado, hasta cierto punto, es el enfoque que Muñoz Gijón ha dado a sus textos. “Me he permitido el lujo de tener otro registro, incluso de escribir algunas cosas bonitas sobre la ciudad”, explica el autor, que además ha incluido un anexo con 300 hilarantes comparaciones sobre la ciudad y sus habitantes, en la que han colaborado numerosos seguidores de la serie a través de la red social Twitter. “Me apetecía hacer ese listado de ocurrencias graciosas que no están en ningún sitio, cosas como trabajas más que los que hacen los mapas en Yugoslavia o más largo que una pechuga de cobra, citando por supuesto a sus autores”.
“Cuando ya llevas tantos libros escritos, te permites más caprichos”, reconoce Rancio, que actualmente trabaja en la productora Madrid Sr. Mono y es colaborador habitual de la Cadena SER en los programas La Cámara de los Balones y No Puede SER. “Cuando empecé iba a saco con la historia y no pensaba en nada más. Ahora puedo arriesgar, ya sé las cosas que funcionan, pero me gusta también salirme de lo evidente, conjugar humor con aforismos, emociones, cosas así. Si algo he ganado en estos diez años es confianza para hacer lo que se me ocurra”.
Ahora, cuando camina por las calles de su ciudad, no puede evitar sonreírse al reconocer rasgos de sus personajes en los transeúntes que se cruzan a su paso. “Si no es una persona, es una combinación de varias, pero el asesino está entre nosotros”, ríe. “Todo el que lee estos libros comprende que es una caricatura, pero basada en gente que conoces y a la que ves a diario. La gente me lo dice, ‘este es mi suegro’, ‘este es mi cuñado’… Y me parece lo más bonito, reconocer que hay un sustrato de la ciudad en estas páginas”.
Sentirse Dios
Cuando se le pregunta si alguien puede disfrutar de la saga sin dominar las claves de la ciudad, su asentimiento es rotundo. “Yo al principio pensaba que no, y me llevé sorpresas cuando empecé a ver informes de ventas. Es la prueba de que Sevilla se ha convertido en una ciudad conocida por todo el mundo, todos quieren venir y eso a mis libros les beneficia mucho”, asegura. “El visitante medio, además, no suele ser alguien que vea algo y se vaya, les interesa el carácter del sevillano, las cosas nuestras. Sevilla es una bandera por sí misma, y mucha gente se engancha a ella”.
¿Y es necesario leer los libros de la serie en un orden determinado? “Todos se pueden leer de manera independiente”, subraya Muñoz Gijón. “Soy muy consciente de que puede dar pereza empezar si piensas que son nueve libros, como quien empieza Juego de Tronos. De hecho, este último me parece una muy buena manera de empezar. En todo caso, pienso siempre en quienes me dicen que no deje de escribir, que es lo único que leen, y por eso he hecho un primer libro sencillo, finito y divertido, para que entre mejor”.
Oyendo hablar a Muñoz Gijón, lo que queda claro es que su asombrosa carrera literaria no le ha dejado ni rastro de cansancio. “Al revés, tengo ganas de más”, afirma. “Escribir es un gustazo. Yo me dedico a la televisión y los plazos son muy largos. Aquí escribo algo y sale rápido, y además no dependo de si llueve o de si llega el cámara o si algún entrevistado no ha hablado muy bien. Escribir es sentirte un poco Dios, controlas todo”.
'Seven' y Javier Marías
Entre los regalos inesperados que le ha deportado la literatura, destacan las versiones teatrales de sus novelas El asesino de la regañá y El crimen del palodú, y ya han sido varios los interesados en adaptar alguna a la televisión o el cine. En cuanto a sus referentes literarios o cinematográficos, comenta que siempre tiene algún modelo. “En la Regañá era Seven, en el Palodú era El Código Da Vinci, y luego hay un montón de obras de las que voy cogiendo cosas, desde temas del underground sevillano a El Perfume”.
“Mi escritor favorito con varios cuerpos de diferencia, aunque no tenga nada que ver con él, es el difunto Javier Marías. Y me flipa el humor fino de Millás”, concluye. “Aparte, leo un poco de todo, en este momento mucha novela gráfica, y me gustó también la Reina roja. Cuando un libro va por 75 ediciones, es por algo. Tiene un ritmo que flipas”.
A la espera de la próxima entrega, Rancio no tiene dudas de que Sevilla sigue siendo inagotable como fuente de inspiración. “No es un conjunto de edificios, sino de historias que vamos superponiendo. Es una ciudad inventada, y como tal la seguimos reinventando entre todos”.
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