'Trumpistas': retrato de los votantes que han llevado a Donald Trump al poder
Son los trumpistas. La coalición de votantes fanáticos, olvidados, intolerantes o resignados que llevaron a Donald Trump al puesto más poderoso de la Tierra: la presidencia de Estados Unidos. El periodista sevillano Fernando Peinado ha clasificado así a los electores que posibilitaron la victoria del magnate, al que siguió, como reportero de Univision, durante la última campaña electoral. Su experiencia la acaba de plasmar en Trumpistas. ¿Quién llevó a Trump al poder? (Editorial Fuera de Ruta).
“Lo que pretendo hacer en este libro es poner la mirada sobre sus votantes para comprender por qué ganó el multimillonario de Nueva York, cuáles son las fuerzas que le sostienen en el poder y hacia dónde va la política de Estados Unidos”, explica el propio Peinado en la introducción de su libro, quien, gracias a su trabajo, ha tenido la oportunidad de conversar con muchos votantes de Trump e indagar en los motivos por los que han apoyado al presidente actual. Porque, como señala el periodista andaluz, “uno de los mayores privilegios de los periodistas es la oportunidad de ser testigos de la historia y poder hablar con sus protagonistas”.
“Quienes conocen bien Estados Unidos, se aventuran a dividir su sociedad entre la bullente vida cosmopolita y abierta de las grandes urbes costeras como Nueva York, Los Ángeles, Washington o Miami y la América profunda del interior, a la que Trump apela con su discurso demagogo, negativo y victimista. Es una América que vive con miedo. ¿A qué? Al desempleo, a los extranjeros, a la incertidumbre. Es un miedo que no es exclusivo de EEUU, sino que sobrevuela también Europa bajo el fantasma del populismo y el nacionalismo, con la única, pero gran diferencia, de que en Estados Unidos todo es siempre a lo grande”
1. Los fanáticos: a las órdenes de presidente
El primer grupo al que apunta el autor del libro es al de los fanáticos. Toma como ejemplo a Gene Huber, quien “se ve a sí mismo como 'un soldado obediente' al presidente Donald Trump. En el salón de su casa de Boynton Beach, Florida, tiene una imagen de cartón de tamaño real del presidente a la que saluda marcialmente todas las mañanas después de rezar, según me aseguró sin embarazo alguno. Por si acaso dudaba de él, me hizo una demostración durante una visita”.
La megalomanía no es algo nuevo en el circo electoral americano, pero con Trump ha dado un paso exagerado hacia el culto a la personalidad, que tan bien queda ejemplificado con un fanático como Huber, que se cree un soldado a las órdenes de Dios encarnado en un tipo con un flequillo naranja. Para este votante del sur profundo, los términos maniqueos del multimillonario son como música para sus oídos: “este superfan encaja en el perfil de votantes blancos sin título universitario que apoyaron masivamente a Trump. Dos tercios de ellos votaron por él, lo que supone el mayor margen para un candidato desde 1980”.
2. Los olvidados: abandonados en el Cinturón oxidado
Cinturón oxidadoLuego están los olvidados. Esa masa de estadounidenses del interior de Estados Unidos que habitan a lo largo del llamado 'Cinturón oxidado' (Rust bell). Es decir, la zona norte del Medio Oeste, la frontera que separa EEUU de Canadá: desde Pensilvania hasta Wisconsin, pasando por Ohio, Michigan, Indiana o Illinois. Es una América castigada por la desindustrialización, el desempleo y una sorprendente plaga de sobredosis por heroína. Para estos desheredados del Sueño Americano, Trump ha ideado un discurso en el que prima el proteccionismo y las leyes antimigratorias.
Valery Novotny, una enfermera jubilada, habitante del Rust bell y votante demócrata, sorprende a sus amigos como trumpista durante su entrevista con Fernando: “Quizás tener a un empresario [como presidente] nos ayudará. Quizás este país necesita ser gestionado como un negocio y no como una máquina política”. La América rural se distancia de la América cosmopolita, lo que, según el exreportero de Univision, facilita el discurso del nosotros frente a ellos, del distanciamiento irreconciliable entre la costa y el interior.
3. Los intolerantes: la etiqueta 'cool' alt-right
Cuentan que California es el espejo de Estados Unidos. Allí se crió Stephen Miller, el treinteañero que redacta “los agresivos discursos de Trump”. El nacionalismo racista de Miller ha encontrado un nuevo término políticamente correcto bajo la denominación alt-right (derecha alternativa). Peinado la explica sucintamente: “no es más que una etiqueta más aceptable para las nuevas generaciones, que no quieren ser identificadas con el Ku Klux Klan o los neonazis, según me dijo el director del Hate Monitor Center de la California State University, Brian Levin. Bajo ella se agrupa un movimiento difuso de internautas blancos y ultranacionalistas que consideran al Partido Republicano demasiado moderado”.
Son los seguidores de las web de las verdaderas fake news, centros mediáticos intolerantes como Breitbart News, donde “Alex Jones, Trump y otros comerciantes de este tipo de mentiras han alcanzado un poder inesperado y muy peligroso”.
4. Los resignados: Trump como mal menor
Por último, los resignados no son más que los conservadores republicanos votando a los suyos y que consideran a Trump un mal menor, a pesar de que les puedan escandalizar su “falta de maneras” o les desagrade su apuesta por el proteccionismo, en el caso de los republicanos del country club, o sus evidentes contradicciones morales y religiosas, en el caso de los votantes más devotos.
Tras una campaña electoral en la que el periodismo y las encuestas fueron puestas en el punto de mira por no haber predicho el huracán Trump, son muchas las dudas que flotan en el aire. ¿Queda Trump para rato? ¿Puede volver a ganar las elecciones? Según el autor de Trumpistas, que ha vivido ocho años en Estados Unidos y trabajado en la BBC, AP, Reuters y el Miami Herald, el escándalo de Rusia “es muy grave, pero muy complejo y la gente no lo entiende. Si los demócratas ganan la mayoría, pueden ponerlo contra las cuerdas con un impeachment, que es como una especie de moción de censura. La investigación está en curso y, como es un juicio político, no es decisivo que encuentren delito. En cualquier caso, la economía va bien y eso le va a favorecer a Trump”.
Los americanos, eso sí, no parecen darse cuenta “del daño que Trump les está haciendo a su imagen exterior. Son muy ombliguistas, los medios de allí no les hacen ver que en todos los países se ha desplomado la confianza en el presidente de los Estados Unidos: mientras que un 65% de los encuestados confiaban en Obama, apenas un 20% lo hace en Trump”, explica el periodista en la presentación del libro en la librería sevillana La Casa Tomada.
En cualquier caso, la gran pregunta que se hace Estados Unidos y el resto del mundo es: ¿sobrevivirá el trumpismo al propio Donald Trump? El experiodista de Univision prefiere dejarlo como “una pregunta abierta. El fenómeno trumpista se debe a causas sociológicas y a la propia persona de Trump. ¿Seguirá habiendo populismo después de Trump? Hay razones para creer que sí. Hay crisis económica, mucho malestar y rechazo a los inmigrantes. Lo que ha pasado es que Trump ha explotado ese malestar como ningún otro”.
En este sentido, el periodista cree que “si no hubiera aparecido Trump, puede que ese populismo de derechas no se hubiera manifestado. Ha sido la tormenta perfecta. Sin Trump puede que el trumpismo no exista. Ha habido elecciones en Alamaba y las ha ganado un demócrata. Eso es un golpe durísimo a Trump, a la derecha y al trumpismo. Se puede interpretar de dos formas: o que Trump se está viniendo abajo o la prueba de que sin Trump no hay trumpismo. Ha habido Minitrumps y no les ha ido bien. Nadie como él ha sabido exprimir ese malestar. La ultraderecha va al alza a ambos lados del Atlántico y, cuando Trump desaparezca, existirá ese caldo de cultivo, del que se puede beneficiar otro ultra como él”.