El sicodrama: la terapia que se hace en el escenario
Sevilla es uno de los puntos neurálgicos de lo que se conoce como sicodrama, un terapia en la que los profesionales utilizan la llamada “construcción de imágenes”: mediante el uso de elementos corporales y plásticos, como telas o cuerdas, el paciente representa lo que siente
La psicoterapia más común es la llamada cognitivo-conductual, es decir, la terapia a la que estamos acostumbrados: paciente y terapeuta se sientan a ambos lados de una mesa y en un número determinado de sesiones se intentan abordar problemas concretos. Pero hay terapias, como el “sicodrama”, que utilizan otros espacios, como el escenario, y otros medios, como el cuerpo y su expresión espontánea, para ayudar a los pacientes.
Esta tiene su origen en los planteamientos del psicodrama de Jacob Levy Moreno, publicados y desarrollados a partir del año 1946, con el libro ‘Psicodrama Volumen I’ y que tienen su origen en el teatro, la sociología y la psicología, con la función de ayudar al paciente mediante la representación de sus emociones. Sin embargo, el “sicodrama” se basa en la teoría de Jaime G. Rojas-Bermúdez, que trabajó con Moreno en sus comienzos, pero que decidió darle un giro a esta terapia psicológica a partir de la década de los 70 al ver que solo con la representación en el escenario los pacientes no eran capaces de solucionar por completo sus problemas. “La escuela de Moreno es una catarsis vivencial, un happening, pero con eso no resuelves. Rojas-Bermúdez incluye una parte comprensiva, porque tú tienes que comprender qué te pasa”, comenta Amelia Coppel, psicoterapeuta, sicodramatista y fundadora de la escuela Sicodanza en Sevilla.
Así, los profesionales que trabajan con el sicodrama de Rojas-Bermúdez utilizan una técnica concreta, llamada “construcción de imágenes”: mediante el uso de elementos plásticos, como pueden ser telas o cuerdas, y corporales, el paciente representa lo que siente. Amelia Coppel explica que si en una sesión de terapia te expresas verbalmente y dices “estoy desbordada” realmente estás usando una metáfora, pero si coges una tela y creas una forma que represente ese sentimiento, esa sí es una manifestación personal de lo que sientes: “Si yo te digo que estoy desbordada haré una representación diferente a la tuya, pero la palabra es la misma. Pero si yo trabajo contigo a través de mi forma me estoy equivocando”, añade Coppel. De este modo, aunque el sicodrama no rechaza la comunicación verbal, se buscan otros matices.
Las fases y los elementos del sicodrama
Una sesión de este tipo tiene tres etapas diferentes: el llamado “caldeamiento”, que es una especie de calentamiento antes de pasar a la acción dramática en la que se selecciona el tema principal que se va a tratar en la sesión. En segundo lugar, está la “dramatización”; se hace en el escenario y puede consistir en la representación de una escena acerca del tema que se ha tratado en la fase anterior o se hace la construcción de imagen. Para finalizar, un elemento fundamental que incluye Rojas-Bermúdez es el de los “comentarios”, las personas que han formado parte de la terapia intercambian impresiones acerca de cómo se han sentido durante la dramatización y se sacan conclusiones al respecto.
“El escenario ahorra mucho la intervención verbal porque ahí es dónde el propio protagonista como paciente descubre de alguna forma, a la par que tú, cómo es la situación que se está dando, cuáles son los elementos más significativos, qué es lo que está pasando verdaderamente alrededor de esa situación”, afirma Graciela Moyano, fundadora y presidenta de la Asociación Española de Sicodrama y Sicoterapia de Grupo, que lleva realizando sicodrama en España desde que vino de Argentina con Rojas-Bermúdez, su marido, y se asentaron en la capital andaluza, lugar donde se lleva a cabo este tipo de terapia con más frecuencia.
Cuando Moyano habla de “protagonista como paciente” hace referencia a uno de los cinco elementos de los que se compone una sesión de sicodrama, pues los integrantes adoptan roles diferentes. No es una terapia en la que solo esté el psicólogo y el paciente, sino que necesita de la presencia de más personas, con una formación específica en este campo, para poder realizarse correctamente. El terapeuta pasa a llamarse “director” y es el que dirige la sesión, escoge el tema que se va a tratar, pero siempre está supeditado a lo que vaya haciendo el paciente o “protagonista”, el elemento principal de la sesión. Para que la dramatización cumpla su función terapéutica es necesaria la participación del llamado “yo auxiliar”, una persona que adopta un rol para recrear una situación junto al protagonista en el escenario, bajo las indicaciones del psicólogo. “En el sicodrama, al desarrollarse desde lo clínico, el papel del terapeuta es muy distinto, en el sentido de que para Rojas-Bermúdez el terapeuta nunca está jugando un papel en la escena, siempre está fuera del ámbito de la ficción y de lo sicodramático. Está a cargo de lo global, es el ‘yo auxiliar’ el que queda a cargo de la situación de crear papeles. No propiciamos el contacto físico con el paciente, para nada, ni una situación en la que el director se involucre en la escena y pierda de vista la globalidad”, explica Moyano.
Otro elemento fundamental es el escenario por sí mismo, como lugar en el que se desarrolla la acción, y el auditorio, que son las personas que forman parte de las sesiones de sicodrama en grupo, comportándose como espectadores de la dramatización y pudiendo aportar sus comentarios en la fase final.
El papel del yo auxiliar
Raquel Laó es artista escénica y pedagoga, pero recientemente ha podido desarrollar su trabajo como ‘yo auxiliar’ en consulta. Admite que se trata de un trabajo complicado: “Hay que tener un cuerpo ‘consciente’ y totalmente entregado a la escena, a lo que vaya a ocurrir. Tienes que tener siempre ese ‘click’ en la cabeza de que todo va a ser espontáneo, nunca vas a saber cómo va a actuar o cómo va a responder el protagonista y en función de eso, tú tienes que seguir la situación y no imponer cómo te gustaría que se desarrolle la escena”.
Aunque se trata de un papel fundamental dentro de la sesión terapéutica, lo cierto es que la cantidad de profesionales de este tipo es muy reducida: “Esto es porque la mayoría viene de psicología y queremos ser terapeutas, entonces acabamos siendo directores”, explica Mónica Penella, psicóloga y especialista en sicodrama y sicodanza. Amelia Coppel, como solución a esta falta de profesionales, se apoya en sus alumnos de la escuela de sicodrama y sicodanza para que practiquen en este papel, pero coincide con Penella en que acaban siendo directores: “Tendríamos que hacer más publicidad en ese sentido porque habría mucha gente de otras ramas a la que le interesaría hacer la formación y que va a tener trabajo. De hecho, hay mucha gente de teatro y de danza que se mete en estas cosas. No sé si saben bien que es una salida y que no hace falta tener estudios previos relacionados”.
La estigmatización
El sicodrama es un tipo de terapia que se trabaja en muchas partes del mundo, pero su acción está concentrada en América Latina mayoritariamente. Aunque es más nueva que otras terapias, no deja de tener unas bases científicas y repercusión, pero normalmente los pacientes no tienen acceso a información sobre el sicodrama con la misma facilidad que se tiene para otro tipo de terapias. Mónica Penella opina que esta diferencia en la difusión de información acerca de las terapias tiene que ver con que estén más cerca o más lejos del método empírico: “Esta lucha entre corrientes ya avaladas por la ciencia es absurda y nos hace perder fuerza contra las que realmente son una amenaza: las pseudoterapias. El psicodrama está reconocido como psicoterapia por la FEAP, que es la entidad que agrupa a las asociaciones científico-profesionales de psicoterapeutas en España. Es importante que el enfoque esté avalado científicamente, pero dentro de estos mínimos lo realmente determinante es que el método encaje con la persona que acude a terapia y el vínculo que este pueda crear con el terapeuta”.
Pero se demuestra que, aunque el sicodrama tiene todas las certificaciones necesarias, hay más cortapisas a su difusión dentro del ámbito de la salud mental: “Hay sicodramatistas trabajando en muchos ámbitos pero pienso que el sicodrama a veces da miedo porque cuando interviene el cuerpo la gente a veces se asusta, no los pacientes, sino las instituciones”, opina Moyano,
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