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¿Vuelve el carnet de artista?

Los cantaores, tocaores y bailaores más veteranos guardan en su memoria, y tal vez en algún cajón, el carnet que en los años de la dictadura franquista les acreditaba como artistas. El anuncio de que una entidad especializada en flamenco con sede en Málaga quiere volver a expedir un documento similar ha corrido como la pólvora en los mentideros jondos, y no sólo para bien: el gremio, que siempre ha tenido su punto anarco, no ha dudado en expresar sus reticencias, antes incluso de la reunión informativa que ha convocado para este martes dicha entidad.   

El viejo carnet de artista era un documento que otorgaba durante el franquismo el Sindicato Vertical de Espectáculos, de afiliación obligatoria para todos aquellos que quisieran desempeñar una labor en el mundo de las artes escénicas. Fue instituido en 1942, y solía concederse después de un examen que los candidatos, todos mayores de 16 años, rendían ante acreditados especialistas en cada ramo. Entre estos, llegaron a figurar personalidades tan destacadas como Farruco, Pepe Pinto, La Niña de los Peines, Melchor de Marchena, Perico el del Lunar, entre otros.

Los lugares donde se celebraban estas pruebas solían estar ubicados en las capitales de provincia –en Andalucía, en los sevillanos Teatro San Fernando o El Patio Andaluz, o en el Teatro Ara de Málaga– y el coste era prácticamente gratuito.

Demostración de aptitudes

“La prueba en sí, que se llevaba a cabo mensualmente (aunque existen ciertos lugares en los que el periodo era mayor), consistía en una demostración de conocimientos y aptitudes sin previa preparación”, explica el periodista Fran Pereira, que ha estudiado el fenómeno. “Todo dependía de la elección del jurado y por consiguiente, del nivel de nerviosismo del examinado. En la mayoría de los casos, el aspirante pasaba sin demasiados problemas, toda vez que por lo general, el que acudía a este tipo de acontecimiento acumulaba una larga trayectoria en tablaos y cafés cantantes e incluso, ya años más tarde, en los clásicos festivales”.

Según Pererira, “sobre todo a los más jóvenes se les exigía bastante, por lo que muchos artistas tuvieron que presentarse hasta dos y tres veces para adquirir el ansiado carnet”, comenta. “A la hora de realizar la prueba se tenía en cuenta también el nivel de estudios del examinado, pues generalmente a los artistas que tenían cierta capacidad intelectual se les miraba de otra manera que a los analfabetos, cuyo número era elevado. Estos últimos tenían la posibilidad de examinarse en vivo. El jurado acudía una noche a algún tablao, sala de fiesta o café cantante y allí evaluaba al artista. Uno de los que aprobó su carnet de esta manera fue el desaparecido cantaor jerezano Diego Rubichi, que fue examinado en la sala de fiestas Pasapoga, situada en la madrileña Gran Vía”.

¿Es este concepto el que se proponen recuperar? El anuncio de una sesión en la Casa de la Memoria en torno a un “Carné Profesional de Artista Flamenco y Danza Española”, prevista para este martes, viene suscitando desde la pasada semana cierto revuelo entre los aficionados. El crítico Manuel Martín Martín se preguntaba en su página de Facebook: “¿Quién está reconocido con acreditación profesional para dar títulos? ¿En qué Real Decreto se pormenorizan los requisitos específicos? ¿Desde cuándo una asociación cultural suple a la Administración? ¿Puede una asociación dar un título no oficial que, además, no se puede convalidar?, mientras que algunos artistas titulados defendían la idea de que ”el único título oficial lo otorgan los conservatorios medios o superiores“, y no faltaba quienes lamentaban la titulitis reinante en todos los campos de la cultura o veían un afán recaudador en propuestas como esta.  

Beneficios del carnet

La iniciativa que nos ocupa ha partido de la Escuela de Flamenco de Andalucía (EFA), una entidad sin ánimo de lucro “con presencia en 60 Ciudades de España y con delegaciones en 16 países”, según afirman. Entre sus objetivos están la promoción del flamenco en todas sus vertientes, la enseñanza de este arte y la defensa de los derechos de sus creadores e intérpretes.

Según los datos facilitados por la propia EFA, la edad mínima para aspirar al nuevo carnet será de 18 años, y el requisito indispensable es “ser artista de Flamenco y/o Danza Española de cualquier modalidad o disciplina. Tener una trayectoria profesional acreditada. Tener currículum profesional y experiencia laboral avalada”, añaden.

El coste anual del carnet será de 100 euros, que justifican asociando al documento los siguientes beneficios: “Representación institucional ante los poderes públicos y privados para el desarrollo y potencialización de sus necesidades y mejoras; representación y defensa de sus derechos ante las administraciones públicas y privadas; asesoramiento fiscal, contable y administrativo según sus necesidades, a través de nuestra gestoría, prestando un servicio profesional a nuestros asociados; publicación, publicidad y promoción en nuestro portal web y redes sociales de los artistas profesionales del sector del Flamenco que se integren en la EFA; la creación de un portal web www.efaflamenco.com que será para los artistas profesionales del Flamenco incluyendo sus currículums, trayectoria artística, espectáculos y actividad profesional para su posible contratación por entidades públicas y privadas en el ámbito nacional e internacional, a través de nuestra plataforma”.

Asimismo, la Asociación de Trabajadores Autónomos de España (ATA), con la que mantienen vínculo, se compromete a prestar servicios de representación, asesoría y defensa de los reconocidos como artistas a través de este carnet. Se realizarán 2 convocatorias anuales para la obtención del Carné Profesional de Artista: una primera en el mes de febrero, y la segunda en septiembre.

Un sector receloso

Para el coordinador del servicio de carnés de la EFA, el crítico y estudioso Manuel Bohórquez, “no es tanto un carnet de artista como de profesionales asociados a la EFA”, explica, un tanto sorprendido por las viscerales reacciones que ha suscitado el anuncio del carnet. “Yo no pertenezco a la EFA, pero colaboro con ellos porque creo que los artistas hoy no tienen nada, van cada uno por su lado, y un documento de este tipo puede ser útil para muchos. A lo mejor hay que volver a los tiempos en los que La Niña de los Peines y Pepe Pinto examinaban en el Teatro de San Fernando”.

Sobre las pruebas a las que serán sometidos los candidatos, Bohórquez también quita hierro: “Hoy más o menos nos conocemos todos, pero ¿son todos artistas? Creo que hay mucho intrusismo, a menudo encontramos un nivel bajísimo, pero no te piden que acredites nada por ningún lado. Solo que tengas arte y que te quieras dedicar a esto”.

“La EFA no es ningún chiringuito”, concluye el crítico. “Sé que en el flamenco somos muy recelosos con todo, pero yo no me he metido en un negocio sucio en mi vida. Lo que pasa es que nuestro sector es muy difícil, ya se intentó un sindicato del flamenco, entre otras ideas, y nada, no hubo manera. A ver si esto sirve de algo”.