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Entre la “acupuntura” y el desalojo: los planes opuestos de los activistas y el Ayuntamiento para La Invisible, el centro social y cultural de Málaga

Néstor Cenizo

18 de diciembre de 2021 23:09 h

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Con la amenaza de desalojo cada vez más cercana, La Invisible, el centro social y cultural autogestionado en un inmueble municipal del centro de Málaga, se esfuerza estos días en explicar por qué el Ayuntamiento cometería un grave error si activa el desahucio.

La Invisible, que se dio por notificada de la orden de desalojo el 13 de diciembre, mostró su poder de convocatoria con una manifestación a la que acudieron unas 7.000 personas el pasado 27 de noviembre, según los organizadores; pocos días después anunció un congreso internacional, a celebrar en marzo, sobre el futuro de las políticas culturales en Europa, en colaboración con dos instituciones con marchamo de respetabilidad: el Museo Reina Sofía y el European Institute for Progressive Cultural Policies; y hace una semana recibió de la delegación de APDHA en Málaga el Premio Derechos Humanos 2021.

Son argumentos que refuerzan su posición como ingrediente importante del panorama cultural y social de la ciudad. Sin embargo, el Ayuntamiento insiste en que la cuestión no es esa, y que su decisión obedece solo a motivos técnicos: hay que rehabilitar el inmueble, y eso debe hacerse con sus actuales ocupantes fuera. Para los activistas, se trata de una excusa para hacer pasar por técnica una decisión política.

El Consistorio evita cualquier valoración de la actividad en La Invisible o de su situación de alegalidad, a pesar de que este (nuevo) intento de desalojo se inició con una moción de la concejala de Cultura (de Ciudadanos) que ponía el acento en su origen (“la patada en la puerta”) y en la “merma de la actividad cultural del centro en favor de la sociopolítica”. “Estamos abiertos a negociar. Se les han ofrecido otros espacios. En ese sitio, ahora mismo, no puede ser”, lanza Raúl López, concejal de Urbanismo.

Las “deficiencias” del edificio

El informe de los técnicos de Urbanismo, elaborado el pasado verano, que justificaría la necesidad de desalojar para rehabilitar, no se ha entregado nunca a La Invisible, que denuncia la indefensión que esto le produce y la presunta manipulación del contenido. Este medio tampoco lo ha obtenido. El concejal de Urbanismo dice que es lo habitual: “Hemos entregado la notificación, con los acuerdos y la motivación con entrecomillados de los informes. A partir de ahí, como cualquier ciudadano, pueden solicitar la vista del expediente”.

Hasta ahora, el Ayuntamiento cita extractos: el edificio presentaría “deficiencias respecto de la conservación y la seguridad, forjados apuntalados, desprendimientos de cielo rasos, manchas indicativas de filtraciones, tejas sueltas, revestimientos disgregados, daños estructurales puntuales e importantes carencias con respecto a la instalación eléctrica y a la protección contra incidencias” y necesitaría “que no se posponga durante más tiempo la rehabilitación integral de las edificaciones”.

Los activistas de La Invisible no lo niegan. Han gastado unos 100.000 euros (obtenidos a través de micromecenazgo) entre pequeños arreglos y un proyecto de rehabilitación, integral y por fases, firmado en 2016 por el arquitecto José Manuel López Osorio, también profesor de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Málaga. Este proyecto les permitiría mantenerse en el edificio mientras se ejecutan las obras.

La respuesta que obtuvieron de los técnicos de Urbanismo en noviembre de 2016, cuando les presentaron su proyecto fue, en general y a pesar de los “matices”, positiva, y en ningún caso se cerraron a la posibilidad de aplicarlo. Así se plasma en un informe de valoración emitido por el Ayuntamiento “para poder proseguir con la tramitación de la concesión demanial”, y que este medio sí ha podido consultar. Concluye que el proyecto plantea una modificación “justificada” y que la rehabilitación propuesta por La Invisible es “admisible”. También plantea modificaciones secundarias, que fueron incorporadas a la revisión del proyecto, según el arquitecto.

Sin embargo, el concejal asegura que los técnicos de su departamento desaconsejan ahora la rehabilitación por fases, como querrían los activistas. “Técnicamente es posible, pero alargaría el tiempo y sería más costoso. No puedo supeditar la rehabilitación a que ellos quieran quedarse”. Y resume su posición en la responsabilidad en la que el Ayuntamiento y él podrían incurrir si ocurre algo: “¿Tengo que esperar a que haya un accidente? Hay un hecho objetivo: el edificio tiene una problemática y yo como responsable del edificio, teniendo un informe que dice que puede haber un riesgo, puedo tener un problema si no hago nada”, explica López.

“El edificio no tiene problemas estructurales”

ElDiario.es Andalucía ha recorrido La Invisible en compañía del arquitecto López Osorio. Situada en el Centro Histórico de Málaga, el lugar fue palacete, internado y, antes de su abandono, discoteca. Hoy, La Invisible es una “isla en un espacio mercantilizado hasta la caricatura, donde no hay actividad posible que no sea circular o consumir”, según definición del artista Rogelio López-Cuenca. Por eso, el proyecto no se entiende sin su dimensión física. Lo dicen sus simpatizantes y lo sabe el concejal.

Está conformada por tres edificios: dos (de tres alturas) con salida a calle Nosquera y otro (de dos alturas) con salida a Andrés Pérez, la única abierta en los últimos años. Ambas alas están conectadas por un patio hermoso patio central (200 metros cuadrados), donde se celebran las actividades de pública concurrencia. Este conjunto, expropiado por el municipio por 3,8 millones de euros en 2004, está protegido por el PEPRI, con grado dos, lo que afecta a la tipología, su estructura, fachada y elementos. Impide demoler la casa, pero no reformarla cambiando sus fundamentos.

El proyecto es de López Osorio está en la línea de las propuestas de Jean Phillipe Vassal y Anne Lacaton, recientemente reconocidos con el Pritzker por su visión de la sustentabilidad, resumida en un principio: “No demoler”. Tiene dos patas. En primer lugar, adecuar la “funcionalidad” de los inmuebles, dotándolos de accesibilidad universal y adaptándolos para cumplir la normativa de prevención de incendios.

La otra pata afecta a los aspectos estructurales y constructivos. Y aquí, aunque admite que hay cuatro espacios apuntalados y cerrados, resalta: “El edificio no tiene problemas estructurales. Son cuestiones puntuales”. El cierre afecta a unos 100 metros cuadrados, de los 1.800 de superficie construida, cuatro salas de los cien espacios con los que cuenta La Invisible.

Una de ellas está en la planta baja, donde cuatro puntales de metal van del suelo al techo de madera: “Puede que la terraza, que está arriba, tenga algunas vigas podridas. Pero es solo una medida de precaución”, señala el arquitecto, que añade: “Es un edificio histórico muy bien construido, pero claro que necesita mantenimiento. ¿Cómo no va a necesitarlo un edificio de 150 años?”. López Osorio relativiza las deficiencias que cita el informe de Urbanismo: “Hay 170 metros cuadrados de cubierta, con miles de tejas. Por supuesto, puede haber alguna suelta”.

“¿Por qué no aprovechar lo que hay?”

El proyecto prevé una rehabilitación por fases, aprovechando que el conjunto está formado por inmuebles independientes. La viga maestra de su plan es aprovechar lo que se pueda conservar, que es mucho. Es una rehabilitación “blanda” y “respetuosa” de los elementos originales: “Este muro tiene energía. Cambiarlo requiere más energía y genera residuos. ¿Por qué no aprovechar lo que hay? Apostamos por un modelo más respetuoso con el edificio, con el medio ambiente, con la gente que lo ocupa y con su contexto urbano. No por demoler y ejecutar de nuevo”, dice López Osorio.

Pone un ejemplo: para adaptar el edificio a la normativa de carga de inmuebles de uso público, se puede sustituir el material actual (la madera) por hormigón o, por el contrario, se puede reforzar la madera de la viga original y añadir un material para el aislamiento. Esta es su opción: aplicar una “acupuntura” para mejorar la eficiencia estructural. Calcula que el coste de ejecutar su proyecto sería de un millón de euros. El Ayuntamiento, que no ha presentado aún un proyecto alternativo, calcula que le costaría tres millones de euros rehabilitar La Invisible.

Para los elementos superficiales, propone una intervención igualmente discreta. Gran parte de los elementos del inmueble son originales. Destacan los perfiles metálicos de inspiración neoárabe, las baldosas hidráulicas (diferentes en cada una de las salas) o las cristaleras de vidrio, tratado al ácido con plantillas traídas en barco desde Nueva York, explica López Osorio, especializado en restauración. Su idea es respetar las imperfecciones de estos elementos. Hace tres años, el Ayuntamiento colocó un andamio sobre la fachada de calle Nosquera y le aplicó una capa del mismo color. “Es lo habitual en el Centro, y está admitido. Pero hay otros modelos: dejar la pátina, el carácter, y si tiene pequeños deterioros no pasa nada”.

En la última década se han añadido murales y pintadas en algunas paredes lisas. En la segunda planta, un cartel muestra a una simbólica Pachamama acogiendo a algunos de los grandes revolucionarios del siglo XX: “Nuestra Señora de la Rebeldía”: “Las intervenciones se hicieron siguiendo un criterio de respeto a los elementos originales, bajo mi asesoramiento”, asegura López Osorio.

El arquitecto ha realizado decenas de visitas al lugar en estos años. Muchas veces acompañado de sus alumnos, que han tenido en La Invisible un laboratorio de ideas. El paseo por La Invisible permite constatar que hay trabajo por hacer. La cubierta de la antigua discoteca Metropol es hoy de chapa metálica, algunas maderas están deterioradas y las paredes presentan múltiples desconchones. Nada que no se pueda arreglar con tacto. “Conocer mucho e intervenir poco”, resume el arquitecto. De momento, no ha convencido al dueño del edificio.

“Nunca hubo una patada en la puerta”

“Nunca hubo una patada en la puerta. Es una mentira más”. Lo dice, sentado en su silla de ruedas, Eduardo Serrano, veterano arquitecto y urbanista, y uno de los rostros visibles de La Invisible desde que, el 10 de marzo de 2007, decenas de personas irrumpieron en un edificio municipal sin uso para organizar allí, en paralelo al Festival de Málaga, la tercera edición del Festival de Cultura Libre.

“Habíamos incluso anunciado una programación. En la primera semana pasaron por aquí miles de personas: había actividades mañana, tarde y noche”, recuerda Florencio Cabello, profesor de Periodismo en la Universidad de Málaga. Él fue uno de los primeros en entrar, en compañía del actor Pepe Rovira. Ya en 2006, habían irrumpido en el cine Andalucía, también abandonado, para pedir su expropiación y su uso como espacio para la cultura local. “Reivindicábamos un espacio gestionado por la ciudadanía”, comenta Carlos San Juan, librero en la histórica Proteo. Eran los “creadores invisibles”.

La Invisible, que en los últimos años ha sido el gran aglutinante de decenas de movimientos, asociaciones, creadores, artistas o vecinas, muchas veces críticos con el modelo dominante en la ciudad, también trata estos días de contrarrestar el mensaje de que sus simpatizantes responden a idéntico perfil: “antisistema”, “okupas”. “Sabemos que hay una imagen distorsionada de lo que ocurre aquí”, lamenta Beatriz Ifrán, administrativa contable. Desde muy pronto empezó a colaborar en la Oficina de Derechos Sociales que se instaló en La Invisible, y luego en las comisiones de Economía, Negociación y Rehabilitación.

 “Muchos derechos se han construido a partir de alegalidades como esta”, apunta Serrano. “Y aunque fuéramos locos, ¿no vale la pena este proyecto? La vale, y hay que defenderlo en una ciudad que necesita otra manera de respirar”, concluye Ifrán.