Las faeneras malagueñas de 1918: cómo la rebelión de las trabajadoras pasó del olvido al homenaje
Comienzos de 1918. La Primera Guerra Mundial se encamina a su final, dejando una estela de millones de muertos y miseria. Ocurre en los países en conflicto, pero también en los neutrales como España, que sufre en sus carnes la carestía y la inflación que genera poner al servicio de terceros países gran parte de sus recursos. El pan está por las nubes, no hay tocino o aceite, el pescado se va para las tropas del norte de África y los alquileres suben.
Entonces, para sorpresa de muchos, ocurre algo: el 9 de enero cientos de mujeres malagueñas de los barrios populares de la ciudad (percheleras, trinitarias, capuchineras) salen a la calle a decirle cuatro cosas a los que mandan: que necesitan el pan a cuatro perras gordas (40 céntimos) y no a 90 céntimos; que quieren una casa a un precio que puedan pagar; que quieren poder vivir y que vivan sus familias.
La rebelión empieza de forma espontánea, luego se celebran asambleas, se organiza una manifestación y, finalmente, la autoridad interviene para reprimir. Mueren cuatro personas (dos de ellas mujeres), pero el precio del pan acaba bajando, y el gobernador civil es cesado. La rebelión de las faeneras malagueñas, casi desconocida hasta su centenario, se conmemora este sábado con una marcha que imitará parte del recorrido de 1918 y culminará en la Plaza de la Marina, partiendo a mediodía desde el Puente de la Misericordia. Además, el ayuntamiento ha aprobado recientemente que se les rinda homenaje con una escultura y promover actividades formativas y de difusión de su historia.
“Cada generación redescubre algunos acontecimientos”
“Cada generación redescubre algunos acontecimientos”. Quien habla así es María Dolores Ramos, catedrática de historia contemporánea de la Universidad de Málaga y responsable, en buena medida, de que la rebelión de las faeneras haya pasado del olvido a los debates municipales. A comienzos de los 80, Ramos preparaba su tesis doctoral en el archivo Díaz de Escovar (hoy cerrado) cuando se topó por casualidad con periódicos locales que abrían con un hecho para ella desconocido. “Me impactó ver esa movilización grande de mujeres de clases populares en plena Guerra Mundial”, recuerda.
España había asumido el rol de granero de otros países europeos que dedicaban casi todos sus esfuerzos productivos a la industria de la guerra. De las ciudades portuarias partían materias primas a toneladas que los ciudadanos veían pasar por delante de sus ojos, mientras los productos de primera necesidad escaseaban y los precios subían, produciendo una inflación que parecía no tener fin. La Guerra Mundial era un espléndido negocio para unos pocos (los llamados “acaparadores” y los grandes latifundistas que orientaban su producción a la exportación), y una condena para la mayoría, que sufría una crisis de subsistencias. En Málaga, cientos de mujeres dijeron basta. “De manera muy espontánea, apenas comunicándose en mercados, tiendas y fuentes donde iban a por agua”, cuenta Ramos.
Desde el 9 de enero dejan claro lo que quieren: con un salario que oscilaba entre las 1,20 y las tres pesetas, el pan no podía pasar de las cuatro perras gordas. “El estándar de vida estaba bajo mínimos y eso fue crispando el ánimo de las mujeres trabajadoras o las amas de casa, que se las veían y deseaban para poner un plato de comida en su casa”.
Con estas demandas se plantaron ante el alcalde liberal Salvador González Anaya. Aparecen entonces las primeras lideresas de un movimiento hasta entonces coral: Dolores Balaguer, María Valdés y Concha Mesa, de 80 años. “¡La guerra no la tenemos en Málaga; ni el pescado viene de Alemania!”, le dicen, según las crónicas. El alcalde propone mediar con los proveedores, pero el gobernador civil transige y promueve su sustitución por Mauricio Barranco, un duro. El conflicto está servido.
“¡Hay que hacer lo que no hacen los hombres!”
De aquellos días quedaron unos cuantos titulares de periódico, que analizó en su día la también historiadora Raquel Zugasti. “¡Hay que hacer lo que no hacen los hombres! ¡No se puede vivir! ¡Hay hambre en nuestras casas! ¡Pan y trabajo o de lo contrario veremos lo que ocurre!”, clamaban las mujeres, según recogió El Popular en su portada. “¡Si las mujeres mandasen!”, recogía El Regional en su titular de la jornada, definiendo las protestas como el “primer aldabonazo de la miseria del pueblo dado a las puertas de la ineficacia oficial”.
“Algunos gritos ya identificaban conciencia de identidad femenina”, explica María Dolores Ramos. “¡Vivan las mujeres unidas!”, lanzaban, “¡Viva Málaga!”. Las protagonistas eran las faeneras, encargadas de estuchar las pasas, higos y frutos secos con destino a los mercados internacionales, pero también costureras, planchadoras, obreras del textil, empleadas del servicio doméstico, criadas, cocineras o amas de casa.
Con la cerrazón de los políticos, la crispación crece. El 13 de enero, unas 2000 mujeres se reúnen en el local de la Juventud Republicana, el más amplio de la época, pero 6000 se quedan fuera, en la estrechísima calle Beatas. Y deciden actuar: al día siguiente, una manifestación recorrerá la ciudad con tres columnas simultáneas, desde Huelin-El Bulto, Capuchinos por calle Victoria y Trinidad-Perchel, hasta confluir en calle Granada y llegar al Gobierno Civil. También acuerdan requisar patatas y pescado en lonjas y mercados, vender el género a precios asequibles y entregar el dinero al Gobernador Civil, Rodríguez de Rivas.
El anuncio pone en alerta a las autoridades, que ordenan enarenar las calles, señal de que se prevén cargas a caballo. Algunas mujeres acuden con palos y escobas. “Pero los palos y escobas sirven de poco para los regimientos de caballería con fusiles Mauser”, explica Ramos. La represión ese día fue brutal: cuatro fallecidos por arma de fuego, entre ellos dos mujeres, ocho mujeres y seis hombres heridos y dos guardias con heridas leves que fueron alcanzados por una piedra.
Conmoción en la ciudad
La conmoción en la ciudad es inmediata: miles de personas se concentran ante el Hospital Civil, donde se retienen los féretros hasta la madrugada para evitar nuevas protestas. Los cinco días siguientes son de huelga general a la que se suman los dos grandes sindicatos, UGT y CNT, con un seguimiento general en todos los sectores. El gobernador civil, ya desahuciado, resiste dos meses en el cargo antes de ser cesado.
En los días siguientes, los alimentos bajan. “El pan a 40 céntimos se vende a partir del quinto o sexto día tras la huelga general”, detalla Ramos. Abren también cocinas populares y la situación, que había sido muy comprometida, empieza a aliviarse.
La huelga de las faeneras malagueñas, que tuvo su reflejo en otras ciudades marítimas y exportadoras, como Alicante, Valencia o Barcelona, tiene también consecuencias de largo alcance. Si algo distingue a esta rebelión de los motines de subsistencia protagonizados históricamente por mujeres es que aquí se organizan. “Pasan de salir a la calle de manera más o menos espontánea a la planificación, organización y finalmente sindicación”, resume Ramos. Surgen a partir de entonces sindicatos con reivindicaciones propias: permisos de maternidad, tiempos para amamantar en el trabajo o escuelas con comedores infantiles. En Málaga, su primer sindicato es el de las estuchistas.
El rescate de la historia en su centenario
Durante muchas décadas la historia de las faeneras cayó en el olvido, y aunque Ramos la rescató en los 80, su estudio apenas trascendió el ámbito académico. En 2018, coincidiendo con el centenario y algunas conferencias, un grupo de malagueñas se propuso recuperar su legado.
La semana pasada, la comisión de Cultura del ayuntamiento de Málaga aprobó, a propuesta de Unidas Podemos, instalar una escultura de homenaje a estas mujeres. Sin embargo, rechazó nombrar como “Las Faeneras de Málaga de 1918” a algún espacio público de la ciudad, con el argumento de que ya hay una calle de las Faeneras. “Nosotras tratamos de explicarles que faeneras hay muchas, y panaderos también”, lamenta Alicia Morales, portavoz de la Plataforma por la Memoria de las Faeneras de Málaga 1918, que este sábado celebra su tercera marcha, tras la interrupción por la pandemia: “En nuestro homenaje reivindicaremos que pocas cosas han cambiado, y que incluso hemos retrocedido en derechos básicos o conciliación, que era precisamente lo que ellas pidieron”.
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