Mapeo de los 400.000 votos perdidos del PSOE andaluz: ¿dónde buscar al socialismo durmiente?
En una pared del despacho de Susana Díaz, en la sede del PSOE andaluz de la calle San Vicente, en Sevilla, colgaba un mapa de Andalucía acribillado de chinchetas de colores: unas señalaban los pueblos que la presidenta de la Junta ya había visitado, otras en los que estuvo más de una vez, y entremedio los huecos que faltaban por cubrir para conocer a los 778 alcaldes de la región.
Juan Espadas, candidato socialista en las elecciones del 19 de junio, ha heredado aquel mapa y el despacho, pero apenas lo ocupa, porque su agenda de precampaña empezó hace casi un año, en cuanto tomó posesión de la secretaría general. Su ritmo desde entonces ha sido frenético, y más en estos últimos días: una media de cinco o seis visitas diarias en cada provincia. Pero ahora sus chinchetas son otras: ¿dónde están los 400.000 votos que perdió el PSOE en las elecciones andaluzas de 2018, pero volvieron a votar a los socialistas en las generales y en las municipales de 2019?
La movilización es un factor clave para una formación que durante 37 años concurrió a las elecciones como partido de Gobierno y hoy lo hace, por primera vez, como partido de oposición. Esta circunstancia inédita permitirá desentrañar una de las grandes incógnitas del 19J, a saber: si los andaluces votaban al PSOE o votaban al partido que estaba en el poder, mimetizado con las señas de la Junta de Andalucía después de casi cuatro décadas ocupando la institución.
Los socialistas andaluces ganaron las elecciones de 2018 en las que perdieron el Gobierno con el peor resultado de su historia: poco más de un millón de votos (27,94%) en una comunidad con 6,5 millones de electores. Un PSOE con la pulsión de un gigante, que ha sido el más votado en 10 de las 11 elecciones celebradas en Andalucía: sólo perdió en 2012 y logró retener el Gobierno en coalición con IU. Cinco de esas victorias fueron por mayoría absoluta.
Cambio de ciclo desde 2012
El cambio de ciclo político en Andalucía no empezó hace tres años y medio, sino aquel 2012 en el que el PP alcanzó 50 escaños, a cinco de la mayoría absoluta. Aunque el PSOE lograra remontar en los siguientes procesos electorales, el nivel de participación y la fragmentación del voto tras la entrada de partidos emergentes auspiciaba un cambio del marco político donde la dispersión del votante iba a ser una pauta. Ocurrió de la forma más aparatosa e imprevisible: el voto conservador roto en tres opciones políticas -PP, Ciudadanos y Vox- sumó por primera vez más que las fuerzas de izquierdas, propiciando el Ejecutivo de Juan Manuel Moreno.
Pero sólo cinco meses después de perder su principal bastión electoral, en las generales de abril de 2019, el PSOE andaluz logró 1.563.828 votos (34,2%) en Andalucía, 553.000 más que en las autonómicas; y un mes después, en las municipales de mayo, los alcaldes socialistas andaluces sumaron 1.425.126 votos (33,76%) en toda Andalucía, 422.260 más. ¿Qué había ocurrido? ¿El PSOE había recuperado su credibilidad ante los andaluces en sólo cinco meses? ¿Lo de 2018 fue un accidente, un intermedio, un episodio suelto de la historia?
Susana Díaz lo quiso interpretar así, se atribuyó parte del mérito de la remontada de 2019, y se encomendó al espejo de Guillermo Fernández Vara, el presidente extremeño que recuperó otro bastión socialista perdido tras una breve legislatura del PP. Los suyos la echaron antes de comprobar si estaba en lo cierto. Sus sucesores lo fiaron todo a otra teoría arriesgada: los electores habían castigado con la abstención a Díaz, no al PSOE. No estaba todo perdido.
Fluctuaciones en el voto
Siempre ha habido fluctuaciones en el voto según la convocatoria electoral -generales, andaluzas, municipales-, pero nunca como la de aquellos seis meses entre diciembre de 2018 y abril de 2019, que dieron un vuelco a la historia del PSOE andaluz, la federación más numerosa y musculada del partido. Uno de los factores clave fue la desmovilización: la participación en 2018 en Andalucía fue la segunda más baja de la historia, un 56,5%.
En las generales de abril aumentó 9,4 puntos (65,9) y en las municipales de mayo 4,9 puntos (61,4%). Hubo mucho trasvase de votos entre partidos -primera foto fija del naufragio de Ciudadanos y el auge de Vox-, pero particularmente, la movilización benefició al PSOE con 552.939 votos más en las generales y 422.260 más en las municipales.
El PSOE andaluz encara los próximos comicios con una perspectiva fúnebre: ningún sondeo le sitúa como primera fuerza en la comunidad, un puesto que conquistaría el PP catapultado por la fuerza de la Junta y el perfil institucional de Moreno. Para revertir esa tendencia, Espadas ha señalado como principal rival la abstención. Su escaso nivel de conocimiento entre los andaluces -sobre todo en la mitad oriental- le preocupa menos de lo que aparenta. El líder socialista juega a la marca PSOE, a la marca Gobierno de Pedro Sánchez y, sobre todo, a la marca de los alcaldes andaluces, que representan el 58,47% del total (y cinco de las ocho diputaciones provinciales).
En la precampaña, Espadas ha recorrido más agrupaciones socialistas locales que mercados y barrios. “Si votamos, ganamos” es el lema que ideó un afiliado de Almería, y al que se ha encomendado todo el partido para despertar al socialismo durmiente de 2018. “Si nuestros alcaldes trabajan estos comicios como unas municipales y revalidamos su resultado de 2019, lograremos mínimo un escaño más por provincia” [de 33 a 41], prometió el candidato a los suyos, en una reunión con alcaldes y portavoces socialistas de municipios de 20.000 a 50.000 habitantes, el pasado abril en San Juan de Aznalfarache (Sevilla).
Esta es la foto fija del poder local del PSOE en Andalucía: en Huelva, la provincia con más implantación territorial, el 75% de los 80 municipios está en manos socialistas; le sigue Jaén (68,04% de 97 localidades); Sevilla (66,98% de 106 municipios); Granada (56,89% de 174 municipios); Córdoba (55,84% de 77 municipios); Málaga (50,48% de 103 municipios); Cádiz (48,88% de 45 municipios) y Almería (44,66% de 103 municipios).
Factores de desmovilización
Pero, ¿dónde están esos 400.000 votos perdidos? ¿Dónde hay que poner las chinchetas de la abstención en el mapa andaluz? Espadas necesita más colores que su antecesora para clavar en ese mapa: hay transferencia de votos a otros partidos: en las urbes se les va gente al PP de Moreno, que desde su perfil moderado y centrista ha sabido espantar el miedo atávico a la derecha en Andalucía después de una legislatura sin grandes exabruptos (pese a su apoyo en la ultraderecha); en el ámbito rural y de interior, espacio electoral impenetrable para el PP y donde el PSOE siempre fue robusto, se ha colado Vox con un ramillete de “promesas para todos” que ha germinado en un terreno abonado desde hace años: el descontento por las necesidades endémicas del campo andaluz.
Otras chinchetas llevan el color del castigo a Susana Díaz y sus derivadas, léase, una fractura interior del socialismo andaluz que hizo que muchos compañeros le retiraran el voto a su propio partido (fue la primera vez en la que al PSOE le faltaron interventores en algunas mesas electorales).
¿Qué se puede recuperar y qué está perdido? Son preguntas clave que condicionan los movimientos frenéticos de Espadas pero, sobre todo, el llamamiento a la movilización de sus alcaldes y concejales distribuidos por el territorio.
Porque la diferencia demoscópica sobre el mapa andaluz es relevante. Fuentes de la antigua dirección regional del PSOE explican que la pérdida de los 400.000 votos en 2018 fue “homogénea” en todo el territorio. Sin embargo, los datos varían de una provincia a otra y permiten identificar causas distintas. Por ejemplo, Sevilla es la provincia más poblada, no es extraño que el 27,4% de los votos perdidos en las andaluzas se encuentren aquí: en 2018 cayeron hasta el 29,9% del escrutinio, recuperaron 113.510 votos más en las generales (6,64 puntos de diferencia) y 109.592 más en las municipales (11 puntos).
Sevilla, Huelva y Jaén
Sevilla era el fuero de Susana Díaz y donde la contestación interna traducida en abstención y castigo fue mayor. Por eso el equipo de Espadas, ex alcalde de la capital, confía en recuperar un buen pellizco en esta provincia sin apenas azuzarlo, ahora que “ya no hay cisma interno ni corrientes que dividan el voto socialista”, advierten. Sin embargo, son otras dos provincias, las menos pobladas, las que reflejan una mayor diferencia entre la movilización de las andaluzas respecto a las generales y municipales: Huelva y Jaén. Junto con Sevilla, las tres provincias históricamente más vinculadas al partido.
En Huelva, el voto al PSOE en Andalucía aumentó 5,5 puntos en las generales (24.878 papeletas más, prácticamente el precio de un escaño en esta provincia), pero en las municipales la diferencia respecto a las autonómicas se disparó 12,4 puntos (41.799 votos más). La campaña de Espadas aquí será especialmente intensa. Uno de los vectores de preocupación por este agujero de votos en 2018 se hizo evidente con la abstención del PSOE a la proposición de ley de PP, Ciudadanos y Vox para ampliar regadíos en el entorno del Parque Nacional de Doñana, una decisión avalada por algunos alcaldes onubenses, pero muy contestada desde la vertiente medioambiental por todo el partido, incluido en Moncloa.
En Jaén, otro bastión inexpugnable del PSOE, el salto entre las andaluzas, generales y municipales fue también notable: para su candidata a la Junta de Andalucía votó el 35,3% de electores (112.423 papeletas), para el candidato a la Presidencia del Gobierno votó el 39,2% (141.737) y para elegir a sus alcaldes se movilizó el 45,5% del escrutinio jiennense, una cifra récord, 10,2 puntos por encima de las autonómicas. Los socialistas planean arrancar su campaña en Jaén y culminar con Pedro Sánchez en Sevilla.
Por detrás de estas tres provincias, el rastreo de votos perdidos continúa en Granada (7,87 puntos más en las municipales que en las andaluzas); Cádiz (7,4); Málaga (7,2); Almería (7,1) y Córdoba (5,2). En las circunscripciones más pobladas hay, obviamente, más votos perdidos en términos absolutos, pero estos datos de movilización indican que la pulsión que busca Espadas entre sus alcaldes y concejales es más necesaria en otras provincias donde la diferencia de participación entre las autonómicas y las municipales fue bastante mayor. Véase, por ejemplo, el caso de Granada, que tiene menos votantes y escaños en liza que Cádiz, sin embargo, el letargo del PSOE en 2018 es más significativo: de 111.380 votos a 167.426 papeletas seis meses después, en las locales de mayo.
Una ejecutiva de alcaldes
De esto va el lema “si votamos, ganamos”. Es un mensaje que no sólo apela a la participación, sino al compromiso de los regidores. La dirección federal del PSOE ha depositado en sus hombros la responsabilidad de cerrar el paso a las derechas en Andalucía y, por ende, en toda España. Por eso Juan Espadas ha poblado su mastodóntica ejecutiva regional -60 miembros- con alcaldes, concejales y personas ligadas al municipalismo.
Por eso su gran reto es convencer a los ayuntamientos y poderes locales de su partido que se la juegan con él el próximo 19J, y no en 2023, cuando les tocará examinarse a ellos en las urnas. Incluso Moreno es consciente de ese factor: “Nos enfrentamos a la mayor maquinaria electoral de Andalucía”, dijo recientemente en alusión al músculo del PSOE andaluz, con 45.000 militantes y el único partido con representación en los 778 municipios de la región.
La movilización es clave, pero no es lo único. Las elecciones de 2018 fueron unos comicios durísimos a los que el equipo de Susana Díaz llegó muy desgastado: pesaban las casi cuatro décadas gobernando y el pulso de cambio que alentaban las derechas; los recortes de la crisis financiera desde 2008, que golpeó duro a la sanidad y la educación públicas y puso en manos de la Junta de PSOE e IU los recortes más drásticos; el fraude de los ERE -que terminó sentando en el banquillo a la cúpula socialista del Gobierno, con dos ex presidentes, Manuel Chaves y José Antonio Griñán-; y el estigma de la corrupción sobre la marca PSOE -el entonces líder de la oposición, Juan Manuel Moreno, arrancó su campaña a las puertas de un prostíbulo, donde se investigaba el uso de dinero público con la tarjeta de crédito de un miembro del Gobierno socialista.
También acaparó la campaña electoral andaluza la gestión del conflicto secesionista catalán, un tema al que las derechas dieron un especial protagonismo, con la figura del relator en el epicentro, que fue muy discutida por los cargos medios y las bases del PSOE andaluz. Tres años y medio después -o 41 años después-, esa roca de Sísifo también la empuja Juan Espadas montaña arriba.
Está por ver si llega a la cima o si vuelve a caer. Dependerá de cuántos alcaldes y militantes socialistas empujen la piedra junto al candidato.
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