“Cartujos en Manhattan” titulaba el diario El País en 2006 la buenísima noticia que siempre es que la pintura sevillana sea protagonista en las agendas culturales más importantes del mundo. El motivo era la exposición Pintura española: de El Greco a Picasso; el tiempo, la verdad y la historia, que se celebró en 2006 en el Museo Guggenheim de Nueva York y que contó, como obra estrella, con la célebre pintura San Hugo en el refectorio', encargada a Zurbarán por los monjes del Monasterio de la Cartuja de Sevilla en 1655 y propiedad del Museo de Bellas Artes de Sevilla.
Pues bien, ahora se podría titular “Cartujos en Manhattan, pero no en Sevilla”, puesto que los conservadores de la pinacoteca sevillana no han permitido, a pesar de las insistencias, los esfuerzos por garantizar su seguridad y los compromisos expresados reiteradamente, cederlo al Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC), con sede en el Monasterio de la Cartuja, para su exposición más ambiciosa hasta la fecha (El Gran Silencio), inaugurada la tarde de este jueves, destinada a conmemorar el 25º aniversario de su fundación, y que ha pretendido recuperar algunas de las obras que fueron creadas para el antiguo monasterio en su ubicación original tras dos siglos de ausencia, con firmas como Velázquez, Alonso Cano, Valdés Leal o Martínez Montañés.
Pues bien, Zurbarán -el principal pintor cartujo- no está. Su inexplicable ausencia deja huérfana una exposición que no se entiende sin las tres piezas clave que se pueden contemplar durante todo el año a escasos metros, en el Museo de Bellas Artes de Sevilla (Plaza del Museo) y que no han sido cedidas para un centro que la propia consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, Rosa Aguilar, calificó ayer de “centro de referencia, con vocación internacional”. Hablamos nada más y nada menos que de los zurbaranes La Virgen de las Cuevas -que viene incluso a dar nombre al propio monasterio que hoy es sede del CAAC-, el citado San Hugo en el refectorio y San Bruno recibiendo al Papa Urbano II.
Los argumentos del Museo de Bellas Artes han sido tan escuetos como irreversibles: una cuestión de seguridad de los lienzos y el riesgo de deterioro en el transporte. Algo que no se explica cuando se trata de obras que han cruzado todo un océano en ocasiones anteriores y para las que los responsables del CAAC han intentado negociar los seguros más costosos y los máximos controles de seguridad. Bien es cierto que la sala del Bellas Artes en la que actualmente se exhiben estas obras -junto con una escultura de San Bruno que paradójicamente sí ha viajado al CAAC- es la estancia “estrella” de la pinacoteca sevillana y le podría restar visitas.
Pero también es cierto que, siendo gestionadas ambas instituciones por la misma administración -la Consejería de Cultura- se debería haber hecho un esfuerzo político e institucional para dotar de brillo a la que se suponía la gran exposición del final de año en Sevilla y provocar así el trasvase de visitantes de un centro a otro (un cartel a la entrada informando de que los tres cuadros se pueden visitar en su lugar original hubiera dotado de atractivo suficiente la propuesta para lograrlo). Y todo ello, satisfaciendo los códigos y criterios museológicos por los que se rigen actualmente los investigadores, conservadores y las instituciones de mayor prestigio internacional, que apuestan por contemplar las obras de arte en su ubicación original cuando la ocasión lo requiera.
Todos hubieran salido ganando: turistas, visitantes y administración, puesto que si lo traducimos en número de visitas, entradas y dinamización del entorno, el saldo se sigue quedando en el haber. “Sería un acontecimiento único”, reconocía Juan Antonio Álvarez Reyes, director del CAAC, puesto que en la Cartuja se conservan incluso las molduras originales de Juan Roldán que enmarcaban las piezas en el siglo XVII.
“Es un trabajo que hubiera requerido mucha precisión, pero estábamos dispuestos a intentarlo, hemos hecho todo lo que hemos podido y se les han dado todas las alternativas a nuestro alcance”, respondió con rostro circunspecto a las preguntas de eldiario.es/andalucia. No obstante, Reyes quiso alabar en público la “generosidad” del equipo de conservadores del Museo de Bellas Artes de Sevilla, que ha prestado nueve piezas, dentro de un marco “de colaboración estupenda”.
La muestra, una reflexión sobre la soledad, el aislamiento y la contemplación -señas de identidad de la vida cartuja- podrá visitarse hasta el próximo 7 de febrero.