¿Tienes preguntas existenciales? Quizás las respuestas estén en un Laboratorio

Mónica Sánchez de Ocaña Cullell, facilitadora y cofundadora de Baobab

20 de diciembre de 2023 09:47 h

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Aviso a navegantes: este artículo es para frikis de las dinámicas de grupo. Si te ponen las metodologías que ayudan a ordenar la comunicación entre personas para que llegue a alguna parte, lo que viene a continuación te puede interesar.

Hace unos meses Andalucía Acoge, en el marco de su proyecto Stop Rumores, me propuso ayudarles a materializar una idea: querían explorar algunas preguntas de fondo que se hacían sobre su trabajo. Eran temas a los que la organización ya había dado algunas vueltas, pero esta vez querían escuchar a voces de fuera. La hipótesis era: nuevas voces traerán nuevas perspectivas y eso puede ayudar a refrescar nuestro análisis. Yo me apunté ipso facto porque todo lo que entrañe inventar, me encanta.

Antes de preguntar, tener claro qué queremos saber

Enseguida reconocimos que teníamos intuiciones sobre los temas que nos interesaba plantear, pero no preguntas claras. Así que fuimos puliéndolas hasta que se hizo la luz. Las principales preguntas con las que nos quedamos se referían a cuestiones que interesan a cualquiera que trabaje en lo social: en un entorno que cada vez está más crispado, ¿cómo construir puentes desde la cordura, desde el amor?; ¿cómo debería evolucionar nuestra forma de trabajar para atender los retos de un mañana con múltiples crisis?; ¿qué esperan de nosotras las personas y organizaciones a las que apoyamos, ¿cómo podemos ser sus aliadas sin estorbar, sin quitarles protagonismo?  

Como guinda, añadimos unas preguntas relacionadas con la proyección de Andalucía Acoge: ¿qué dice de nosotros nuestra comunicación?; ¿cómo nos percibe el público en general, le parecemos relevantes, le interesamos?

Llegar a discernir estas preguntas fue nuestro primer paso y diría que el más sustancial.

El Laboratorio de Ideas como espacio de atrevimiento

Lo que tocaba ahora era pensar cómo crear un entorno propicio al debate: seguro, abierto, sincero, atrevido, donde la discrepancia fuera bienvenida, pero sin faltar. Un espacio de búsqueda, riguroso, pero también abierto a piruetas. La metáfora del Laboratorio de Ideas como lugar de conocimiento, de exploración auto-crítica, nos ayudó a dar cuerpo – virtual – a ese lugar deseado. Teníamos el contenido, el continente, ahora sólo faltaba poblarlo. Seguimos las pautas que rigen en la investigación social y pensamos en grupos de entre 6 y 8 personas, para que cada quien pudiera sentirse escuchado y tomar la palabra a discreción durante las 2h que duraría la sesión. También debían ser grupos diversos, con una representación equilibrada de hombres y mujeres, y con una composición que encajara cual guante con la pregunta que les íbamos a plantear - cada laboratorio se centró en una. Con estas consignas dimos voces y 4 de cada 10 personas contactadas quiso meterse en el Laboratorio.  

El grupo cuya composición más se aproximó a lo que esperábamos fue el que debatió sobre cómo ser aliadas sin estorbar. Eran 7 personas, 3 mujeres y 4 hombres; de varias nacionalidades (2 senegaleses, 1 marroquí y 4 personas españolas); casi todas entre 25 y 54 años. Contar con grupos lo suficientemente amplios y diversos resultó lo más desafiante.  

Herramientas de facilitación que multiplican las ideas y ayudan a identificar patrones

Como trabajo preparatorio, desarrollamos una especie de ‘libreto’ para cada Laboratorio, imaginando el transcurso de cada sesión, sus etapas, y el soporte visual que utilizaríamos (todas de acceso abierto). Planificamos una pausa para estirar las piernas que también fue un juego, y un cierre que explorara qué sabor de boca dejaba la sesión.  

Al despegar cada Laboratorio, mi tarea consistió en hacer que la gente se sintiera cómoda, a gusto, e imbuida del ‘modus laboratorius’, dispuesta a explorar los confines del conocimiento. Sabemos que las personas tienden a recordar mejor lo primero y lo último que se les presenta de manera que la apertura y el cierre eran prioritarios. Usando técnicas de lluvia de ideas, fuimos desgranando impresiones individuales sobre cada pregunta. Después de asegurar que entendíamos bien que había detrás de cada una, ordenamos las ideas, priorizándolas y explorando las tendencias que emergían. Mi moderación únicamente velaba por mantener la conversación en tema, evitando que se fuese por los cerros de Úbeda, acompañándola lo suficiente como para que fluyera, no más. Un participante anotó cómo lo vivió en el formulario de evaluación: “transmitió mucha calma en la dinámica, hizo alguna broma o comentario, hablaba desde el respeto a todo el mundo, daba pie a la diversidad de opiniones sin juzgarlas.” Otra anotó “al no conocernos entre nosotros, nuestras ideas se entrelazaban desde el espeto aún si estas podían ser distintas; podías entender los otros puntos de vista y era bueno el observar que había gente en el taller que compartía tus ideas”. 

Ha despegado una conversación, es esperanzadora y fácilmente replicable

Una de las personas participantes anotó en su evaluación: “Las ideas compartidas resultaron novedosas y útiles.” Tres elementos dieron calidad al debate y aceleraron la generación de ideas: la interacción entre perspectivas diversas, los aportes singulares de algunas personas y la facilitación intencional del espacio. No todos los Laboratorios fueron igual de ricos, no en todos tuvimos la participación que esperábamos ni la diversidad de perfiles idónea. Pero sí logramos ideas que vistas desde lo alto forman un todo coherente, apuntan en una dirección clara y que son el despegue de muchas conversaciones importantes. 

¿Pero qué ideas salieron del Laboratorio? Para eso necesitaría otro artículo 😉

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