Paqui vive con su pareja, su hijo y una nieta con 426 euros al mes en el barrio de la Fuensanta de Córdoba. Ni ella ni su marido tienen trabajo: él, alicatador, desde hace siete años está en paro; ella, camarera de pisos y ayudante en un comercio, desde hace cuatro. El hijo, con problemas respiratorios, debe tener siempre enchufado en casa un humidificador. Pero la luz es un bien de lujo para esta familia. Hace unas semanas, en pleno mes del julio más caluroso de la historia en Córdoba desde que existen datos oficiales, sufrieron un corte de electricidad por no poder pagar la factura de 245 euros de los últimos tres meses. Y es que la llamada pobreza energética no sólo se sufre en invierno. Y menos, en Andalucía.
Mari Carmen es otro nombre que pone rostro a los estragos que causa el calor entre quienes viven sin recursos para afrontar el pago del suministro. Ella vive en una casa de pueblo con sus dos hijos. Los 16 días del último mes que han superado los 40 grados de temperatura con picos de hasta 45 los han pasado “todo el día metidos en una piscina de goma, alumbrándonos con el móvil para acostarnos y durmiendo en el patio con toda clase de bichos”, relata. Tiene la luz cortada en su domicilio desde hace tres meses por impago. No tiene empleo ni ayuda social y malvive con la pensión de manutención que su expareja le paga para los niños.
“La pobreza energética se sufre tanto en invierno que en verano, pero ahora parece que no tiene tanta repercusión”, cuenta Ángela Jurado, miembro de la Asociación de Familias Necesitadas (ANFANE) que en Córdoba tratan este verano “a diario” casos de afectados que sufren las consecuencias de la misma.
Paqui y Mari Carmen son sólo dos de esos casos de familias que tienen importantes dificultades e incluso incapacidad manifiesta para mantener su vivienda a una temperatura adecuada, tal y como se define la pobreza energética. Según el último informe de la Asociación de Ciencias Ambientales –con datos de 2012- unos siete millones de personas en España tienen serias dificultades para pagar sus facturas energéticas.
“Es imposible vivir así. Si el invierno es malo, el verano es mucho peor”, dicen sobre su día a día para soportar las altas temperaturas sin medios para refrigerar sus casas. “Tengo aire acondicionado, pero no lo pongo”, cuenta Paqui, que se apaña con dos ventiladores y un bote de agua con el que se refresca manualmente. Ella ha llegado a cambiar la vitrocerámica, el horno y el termo eléctricos por otros de butano. “Cada final de mes no duermo pensando en cómo reunir el dinero para pagar la luz”.
Situaciones de emergencia en manos de administraciones y empresas
La ayuda y el apoyo les llega a ambas desde ANFANE, donde dicen estar “hartos de decir por activa y por pasiva que la pobreza energética se ahonda con el verano”, cuenta su portavoz. “La solución de estas situaciones de emergencia está en manos de las administraciones y de las empresas eléctricas. Tienen que ponerse de acuerdo para que no haya nadie con cortes de suministros, que se les garantice unos mínimos para poder vivir con estas temperaturas”, reclaman.
Desde la asociación se han dirigido tanto a las administraciones como a las eléctricas para tratar las situaciones de estas familias sin recursos. “Endesa te dice que ya colaboran con el bono social (la ayuda establecida para estos casos), pero eso sólo lo destinan a parados, familias numerosas y jubilados, cuando cada vez hay más familias que dependen de un miembro que tiene un trabajo precario que no les es suficiente y sólo por eso ya están desamparados”, critican sobre los criterios establecidos para esas ayudas.
“Es imposible vivir así”, repite Paqui, que cuenta cómo intenta pasar la mayoría de las horas del día fuera de casa, “para no gastar luz”. Y lanza un mensaje a quien lo quiera escuchar: “Que piensen en las familias, sólo eso. Que piensen en las familias y no les corten la luz”.