En la Cañada de las Fuentes (Quesada, Jaén), donde se mezclan los arroyos de alimentan al recien nacido Guadalquivir, hay un sendero que lleva directo al Pinar de Puertollano. El recorrido, integrado en el parque natural de Cazorla, Segura y las Villas, está salpicado de arces, sabinas, enebros o pinos. La vegetación es la propia de un parque frondoso que se hace menos tupido a estas alturas:1.800 metros de altura sobre el nivel del mar.
El bosque de pinos de Puerto Llano (Quesada, Jaén) crece entre claros de roca, salpicado de sabinas y algunos arbustos. Son pinos salgareños, los habituales en la zona. Apreciados por la dureza y calidad de su madera. El viento ha ondulado sus copas a modo de bandera y es así como se han mantenido a lo largo de los siglos. Avivados por el sol y recortados por el frío que no les ha permitido crecer tanto como a otros ejemplares del parque natural y, en ocasiones, los han hecho crecer como tangentes entre la tierra y el cielo.
Puertollano es una planicie que se asoma al espectacular al Pico Cabañas, una de las cumbres más altas de estas sierras (más de 2.000 metros). El paraje lo custodian árboles de un perímetro que ronda los cuatro metros. Para los lugareños no dejan de ser ejemplares soberbios, herederos de aquellos que abastecieron de madera a los buques de la armada española o que se sirvieron al mobiliario de la Fábrica de Tabacos de Sevilla y que se dan en todo el parque.
En 2006, un proyecto de investigación de la Universidad de Barcelona y el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) reveló mucho más. Los investigadores buscaban testigos que pudieran contar los efectos del cambio climático. En esta zona, a esta altura, la explotación maderera no es tan habitual. Hallaron seres vivos que atesoraran información suficiente para describir qué ha sido del clima cinco o diez siglos atrás. Así, se estableció la primera datación de estos pinos salgareños o pinos negros.
Los científicos contabilizaron más de un centenar de ejemplares y dataron 61. Todos superaban los 500 años de vida. Del grupo, 2 habían cruzado el umbral de los 1.000 años, 3 superaban los 950, 4 los 800, otros tantos los setecientos… El cómputo les sirvió para identificar el pinar de Puertollano como el más antiguo de España “y posiblemente de Europa”, matiza la directora del parque natural, Teresa Moro. La investigación iniciada en 2006 continúa, lo que ha convertido a estos pinos en colaboradores necesarios para los científicos.
Este pinar, que forma parte del catálogo de arboledas singulares de la Junta de Andalucía, es un pinar disperso en más de 68 hectáreas. Una arboleda en la que con los pinos –de ejes verticales que superan los 11 metros de altura- conviven arbustos como el cojín de monja, el herguen, el majuelo o el enebro común, entremezclados con sabinas y proyectando sus sombras sobre un paisaje rocoso en el que el hielo del invierno apenas encuentra más resistencia que la de estos árboles. “A esta altura los pinos no son tan frondosos”, señala Moro, pero “el paisaje es espectacular”.
Las singulares formas de los árboles, cinceladas por los mismos elementos que han dibujados las atractivas formaciones geológicas del entorno, hacen que los más antiguos destaquen en el entorno. La necesidad de protegerlo hace que no esté específicamente señalado pero la ruta es cómoda para realizar a pie. Un paseo que, con suerte, permite disfrutar de la fauna del parque. Entre los árboles aparecen con frecuencia ejemplares de ciervo, gamo, cabra-montés o muflón. Además, para los amantes de las aves la zona constituye un observatorio privilegiado de buitres y del reinsertado quebrantahuesos.
Este espacio forma parte del término municipal de Quesada. El municipio alberga un doble e interesante museo. Por un lado, muestra el legado poético de Miguel Hernández que su viuda, la quesadeña Josefina Manresa, salvó de la represión. Por otro, la obra pictórica de Rafael Zabaleta, que legó a su pueblo junto con obras de otros artistas, coetáneos y amigos suyos, como Picasso o Miró.
Pero si lo que busca el turista es árboles, la sierra ofrece muestras tan sobradas como originales. Desde un inusual bosque de acebos a un tejar tan antiguo como este pinar de Puertollano. Ejemplares soberbios como el Pino Galapán, con sus casi 40 metros de altura; caprichosos como el Pino Pulpo y sus ocho brazos nacidos del tronco a modo de cefalópodo; o emocionados homenajes como el Pino de Félix Rodríguez de la Fuente, en el camino a Santiago de la Espada, en memoria del naturalista que filmó, en estas sierras, varios episodios de su programa divulgativo.