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La buena salud de los verdiales, milenario cante moderno

Verdiales.

Néstor Cenizo

Todos los años, cada Día de los Santos Inocentes, se celebra en Los Montes de Málaga una fiesta en honor de una música tan rítmica que es casi hipnótica, y tan primitiva que es difícil que los expertos se pongan de acuerdo sobre su origen. La Fiesta de los Verdiales es un certamen donde pandas ataviadas con sombreros abigarrados de flores y pertrechadas con guitarras, un violín, platillos y castañuelas cantan y bailan al ritmo intenso que marca un pandero. Hay quien cree que los verdiales existen desde antes de que llegaran los fenicios, pero siguen reuniendo a miles de personas en los montes que son las puertas de Málaga al campo. Este año 23 pandas competirán en las tres categorías o estilos de verdiales: Comares, Almogía y Montes.

Dicen reputados flamencólogos que los verdiales son el fandango andaluz más antiguo que existe, pero su origen sigue siendo un misterio. Antes era común situarlo en los moriscos, pero hoy se señalan elementos de la cultura fenicia (los crótalos o platillos) o romana (el culto al sol y a Saturno y la celebración de los solsticios) para concluir que los verdiales tienen miles de años. 

Gabriel Marín es profesor de música y estudia las raíces de las músicas folclóricas. En 2014 publicó el libro-disco Consentimiento de Raíz, resultado de dos años de investigaciones sobre cuándo y dónde nacieron los verdiales. Marín explica que hay rastro escrito de las fiestas en documentos del siglo XI y en las actas capitulares de la Catedral de Málaga, del siglo XVI. Para remontarse más atrás hay que tirar de imágenes: “Pueden encontrarse los crótalos, muy característicos de la época romana. Y el sombrero de flores es muy típico del Mediterráneo, de Creta y las islas griegas”. Al rastreo no ayuda otro de sus rasgos distintivos: son pura tradición oral transmitida, permítase el tópico, de padres a hijos.

Además, los verdiales no siempre fueron verdiales. Su nombre ha evolucionado y no hace mucho que a este cante se le dio el nombre que ahora lo distingue. Si los verdiales se llaman así es por asociación con un partido de Málaga donde se recogía esta variedad de aceituna. “Vengo de Los Verdiales/de Los Verdiales vengo/vengo de ver a una novia/que en Los Verdiales tengo”, dice una copla.

Los verdiales abarcan tres categorías en función de su zona: Montes, Comares y Almogía. También conveniente saber que los verdiales de Comares se acompañan también de laúd y bandurria. Suena, dice Gabriel Marín, a música musulmana. En los de Los Montes, hoy mayoritario, destaca el ritmo poderoso del pandero, y en la variedad de Almogía el violín impone sus notas agudas. La base rítmica (el ritmo abandolao) se extendió por toda la península de la mano de la expansión musulmana, pero ninguno de ellos ha evolucionado mucho y ahí está su singularidad: son un proto-flamenco purísimo y primitivo, una reliquia milenaria unida a la celebración y al campo, donde el cante se mantuvo puro y ajeno a la influencia externa. Un “monumento arcaico-musical”, que decía Romero Esteo, y que es, desde 2010, Bien de Interés Cultural en Andalucía y parte del Patrimonio Cultural Inmaterial protegido en España.

Hay quien encuentra en el primitivismo rítmico de los verdiales algo puramente contemporáneo. En la última edición del Sónar de Barcelona (conviene aquí citar su nombre completo para que no queden dudas: Festival Internacional de Música Avanzada) El Niño de Elche y Los Voluble presentaron un espectáculo donde lo arcaico se encontró con el futuro. Aquello se llamó RaVerdial (no hace falta ser un genio para descomponer: Rave + Verdial) y de esa experiencia alucinante y alucinada quedó registro en Youtube. El atrevimiento no gustó mucho en los círculos puristas. A Camarón o a Morente también los llamaron locos.

En una entrevista en Hipersónica, el Niño de Elche (un artista singular: es flamenco y no lo es) comentaba el encaje rítmico de la electrónica y los verdiales, y explicaba así los vínculos culturales y sociológicos entre dos músicas a las que separan miles de años: “Se conectó con lo colectivo y comunal que tienen las raves además de su carácter periférico, como pasa también en las verdiales. Y eso nos interesaba muchísimo y encontramos otros aspectos, como el contenido político y colectivo de los dos movimientos que nacen desde abajo”.

Los verdiales gozan, dicen quienes saben, de buena salud. Desde los años 90 ha habido tres oleadas de crecimiento y hoy existen al menos una decena de escuelas que garantizan la supervivencia, quizá con un elemento academicista que los verdiales nunca tuvieron. Las pandas de verdiales están cotizadas para celebraciones y eventos y el concurso en la Fiesta Mayor, basado en los piques tradicionales, está señalado en el calendario.

Pero por encima está el evento y sus orígenes: no hay verdiales sin celebración. Tocaores, cantaores y bailaoras, todos son llamados fiesteros. También son los tontos, por el día en que se celebra. Hoy los verdiales son una oportunidad de encontrar una celebración verdaderamente identitaria. Porque al fin y al cabo, ¿a quién no le gusta una fiesta?

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