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Un SPA con sal, fango y flamencos

Salina de Chiclana.

Francisco J. Jiménez

Es posible disfrutar de un masaje mientras vuelan los flamencos a tu alrededor. Es posible flotar mientras te das un baño en aguas que tienen más concentración de sal que el Mar Muerto. Y es posible hacerlo en Chiclana. El Centro de Recursos Medioambientales trabaja desde hace años en sacar el máximo partido de los recursos del Parque Natural de la Bahía de Cádiz con actividades de todo tipo.

Una de las más llamativas es el Spa. Ya no sólo se puede acudir para darse un baño de agua salada, con el tradicional aporte de magnesio y sulfato, sino que además es factible darse un baño de fango y un masaje relajante. Todo en un entorno espectacular, al aire libre y disfrutando de la paz de una salina tradicional, una terapia que es ideal para combatir la soriasis o la artrosis y del modo más natural.

Inmaculada Salado, coordinadora del centro, destaca que “lo novedoso es que este recurso no tiene ningún elemento químico. Todo se desarrolla dentro de la salina, es imposible que sea más natural. Utilizamos todos los recursos: agua, sal y fango para aprovechar todas sus propiedades”. Se recomienda que los baños en el agua salada y en el fango duren unos 40 minutos cada uno. El agua tiene mucho magnesio y sulfato y es aceitosa, la sensación más sorprendente cuando se toca. El fango tiene mucho zinc y cobalto, es bueno como productor de colágeno, para combatir las arrugas y quitar células muertas. El resultado es que la piel transpira mejor y, del mismo modo, es recomendable para la circulación. El baño de fango se puede dar de dos a tres días por semana.

Cuando llegas al spa ves a los clientes embadurnándose con el fango, que no es de la marisma, sino uno virgen que se encuentra escarbando unos 60 centímetros y que tiene la textura como la arcilla. Para quitarlo está habilitada una pasarela que conduce a un estero, donde es posible relajarse en otro baño.

No se prometen remedios milagrosos cuando hay alguna dolencia que requiera de una supervisión médica específica, pero sí se garantiza que la esencia natural será positiva en el aporte que hará en el cuerpo. “Aquí disfrutas del entorno y viene bien para el cuerpo. Estás en el parque natural, los flamencos volando a tu alrededor... es ideal”, enfatiza Inmaculada Salado. El baño de agua cuesta tres euros, si es de agua y fango, cinco euros y si se incluye el masaje, 17. Nada que ver con los precios del tradicional centro de hidroterapia de hotel o de centro de estética.

Hay grifos de agua dulce para darse un baño y quitarse el agua salada antes de recibir el masaje, ya que la sal haría que pudieran producirse arañazos. Estas aguas tienen más salinidad que el Mar Muerto, que cuenta con 250 gramos de sal por litro, mientras que aquí es de 370. Se flota más que en el famoso lago de Israel, pero la profundidad no es muy alta porque como es agua salada, se va evaporando y la sal se queda en el fondo. Los masajes son relajantes y se utiliza aceite con lavanda, acompañado de música y aromaterapia. 

Rafael, un gaditano de 62 años que acude con frecuencia a estas sesiones, lo tiene claro: “Al principio puede sonar raro, pero realmente ves que hace un efecto muy bueno para el cuerpo. Te sientes más relajado simplemente con el hecho de venir y encontrarte con esto tan tranquilo”.

Que nadie se extrañe si al acudir a la sesión del spa se cruza con alguna cabra o una vaca. Es que en el Centro de Recursos Medioambientales también hay una granja escuela. “La idea es respetar el modo de vida de los que vivían aquí, la familia del capataz de la salina, que ordenaba los trabajos y tenía que subsistir con el autoabastecimiento. Usaba los muros de las salinas como huerto para su familia y también los animales”, explica Paco Flor, gerente.

Realmente, el centro tiene como objetivo la recuperación y conservación de los recursos del Parque Natural y promover la educación ambiental. Son muchos los escolares que visitan las instalaciones durante el año. Se les explica los tipos de sal que produce la salina, que son la sal marina, la flor de sal y la flor de escamas. También se hacen catas de sal, de pescado, de algas y de vinos. Además, no faltan las sesiones de despesque, esa técnica tradicional para sacar los pescados que proceden del estero.

En el restaurante se pueden probar muchos de los productos que salen del centro. Paco Flor destaca que “sacamos la sal de forma artesanal, nada que ver con la industrial. Es más cara, pero de una gran calidad y conserva sus elementos. Hacemos una labor de concienciar de que esa sal es la buena. El que la prueba nota la diferencia”.

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